Revuelta en la región chilena: un balance histórico-crítico.

(Versión actualizada)

Por Pablo Jiménez C.

Introducción[1]

Comprender y analizar la revuelta en la región chilena se vuelve cada vez más relevante en una sociedad capitalista sumida en una crisis socioecológica de carácter terminal[2], en el que la agudización de la miseria y la creciente precariedad de las condiciones materiales de sobrevivencia ha generado condiciones propicias para el estallido de revueltas sociales en diferentes regiones del planeta[3]. Particularmente porque en Chile se han movilizado todos los elementos sociales e históricos propios de la crisis estructural del capitalismo, y porque todos los mecanismos de contención propios del poder estatal de la sociedad capitalista tardía han sido desplegados para el combate de la revuelta, es decir, la mixtura entre un despliegue masivo de agentes militares y fuerzas represivas diversas con medios institucionales que filtran —a través de diferentes canales— las demandas inmediatas articuladas por las masas insurgentes dentro de los marcos fetichistas de la democracia y la socialización capitalista.

Como veremos en detalle más adelante, actualmente en Chile convergen, se condensan y agudizan todos los elementos de la crisis contemporánea del capitalismo: revuelta social, crisis de la sociedad del trabajo, desempleo, agravamiento del patriarcado[4], pandemia, cambio climático[5], etc. Por otro lado, en este contexto, ha devenido en elemento de suma importancia el análisis de la dimensión anticapitalista que, algunas veces de forma abierta, otras de manera subrepticia, manifestó la revuelta en diferentes momentos de su despliegue a partir del 18 de octubre de 2019. En consecuencia, en esta exposición esperamos trascender la mera cronología o enumeración de los acontecimientos que constituyeron la revuelta en la región chilena[6], y trataremos de indagar la esencia, el núcleo dinámico interno, del fenómeno social e histórico que constituye la revuelta chilena y, de esta manera, proceder a dilucidar tanto sus posibilidades de ruptura con el orden capitalista actualmente existente, así como comprender los límites de su praxis y los presupuestos necesarios de su superación.

Por consiguiente, con el objetivo de analizar la profundidad de la revuelta en Chile y las posibilidades que se abren a partir de su despliegue histórico, así como las lecciones que se pueden extraer para futuros enfrentamientos, se vuelve necesario caracterizar la sociedad capitalista contra la que dicha revuelta -consciente o inconscientemente- dirigió su actividad. Y es que nuestro propósito final es, a partir de la lectura crítica de la revuelta social en la región chilena, contribuir a sentar los fundamentos que permitan anticipar las medidas concretas que permitan responder a la pregunta acerca de cómo habrá de ser abolida la ley del valor, es decir, contribuir a plantear los presupuestos que permitirán entrever el contenido práctico de la emancipación social en nuestro siglo.

En este sentido, creo que es necesario comenzar este análisis caracterizando brevemente la crisis actual de valorización del capitalismo mundial, estableciendo así la importancia que posee este contexto histórico para una comprensión cabal de la revuelta en la región chilena[7]. Luego, se analizará el panorama histórico previo de la revuelta y el desarrollo práctico de la misma, para continuar con el nuevo escenario histórico que se abre con el fin de la revuelta y el comienzo de la crisis social y sanitaria derivada de la pandemia del Covid -19. Para finalizar,  se evaluarán las consecuencias de la continuidad difusa de la protesta social en medio del estado de excepción constitucional de catástrofe y, por último, realizando algunas reflexiones vinculadas al presente actual que ejercen a modo de síntesis y conclusiones que se derivan de los análisis anteriores.

  1. La crisis de valorización del capitalismo mundial.

La corriente teórica conocida como Nueva Crítica del Valor —que agrupa tanto a la Wertkritik vinculada al Grupo Krisis, como a la Wertabspaltungkritik de la Revista Exit, entre otros autores/as[8] es fundamental para comprender el proceso contemporáneo de crisis socioecológica del capitalismo mundial. Esta corriente se destaca por considerar al valor mercantil como el principio de síntesis social de la modernidad capitalista -retomando los análisis más radicales de Marx al respecto-; un a priori social inconsciente que determina las formas del pensar y del actuar[9] En este sentido, tal como señalaba Robert Kurz en su Colapso de la modernización, el sistema del dinero puede ser comprendido como el sistema totémico secularizado y reificado de la modernidad capitalista que —tal como el tótem antiguo— va de la mano con su respectiva ética represiva.

Es decir, la sociedad capitalista es una sociedad organizada de manera fetichista, que no se debe a ninguna planificación prestablecida de antemano por los productores, sino que es el resultado de la actividad de productores privados separados que intercambian los productos de su actividad en una esfera anónima que denominamos mercado[10]. En el capitalismo, la igualdad de trabajos privados completamente heterogéneos —así como la igualdad de los individuos que efectúan tales trabajos—, solo puede llegar a ser socialmente válida a partir de una abstracción efectiva de su desigualdad real[11]. De esta manera, el puro gasto abstracto de energía humana se convierte en el principio nivelador de toda actividad humana: “si un artesano elabora un cuchillo en media hora y una máquina lo hace en diez segundos, el valor del cuchillo en el mercado queda reducido a diez segundos de tiempo de trabajo”[12]. Por ello, en la sociedad capitalista toda mercancía posee necesariamente una doble naturaleza: es simultáneamente un objeto útil que satisface alguna necesidad, un valor de uso; y el envoltorio concreto de una cantidad de trabajo abstracto, un valor de cambio. Esta naturaleza dual de la mercancía es resultado de la naturaleza también bifacética del trabajo que produce mercancías, su doble naturaleza de trabajo concreto y trabajo abstracto[13]. Como afirma Jappe: “Es esta doble naturaleza de la mercancía y el trabajo que la ha producido la que Marx sitúa al comienzo de su Capital y de la cual deduce todo el funcionamiento del capitalismo”[14].

La forma de mercancía que necesariamente adquieren los productos de la actividad humana en el capitalismo, proyecta ante los seres humanos el carácter social de su propia actividad como una objetividad inherente a los productos del trabajo, esto es, como si fuesen propiedades naturales de ellos: “refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global como una relación entre objetos, existente al margen de los productores” [15]. Nos encontramos ante una inversión de la realidad social, y es únicamente mediante este trastrocamiento que los productos de la actividad humana pueden convertirse en mercancías, en objetos que devienen en el envoltorio material de una relación social de producción, “en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales”[16]. Por consiguiente, la relación social recíproca entre los productores privados que se realiza a través del intercambio de sus productos, merced al hecho de que son actividades privadas ejercidas independientemente las unas de las otras, adopta para ellos “una forma fantasmagórica”[17]. De allí que Marx denomine a esta “fantasmagoría” -en tanto que no es en modo alguno un producto de la naturaleza real de las cosas-, como “fetichismo de la mercancía”: “[se trata de] relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas”[18]. Tal fetichismo es, en la expresión de Marx, inseparable de la producción mercantil[19] y su existencia e influencia sobre el conjunto de la (re)producción social se debe a la primacía social del trabajo abstracto que es específica del capitalismo y que constituye su particular forma de riqueza. De esta manera, en la reproducción social del capitalismo el valor —objetivación del tiempo abstracto de trabajo socialmente necesario—, ejerce como principio de síntesis social que condiciona la dimensión objetiva y subjetiva de la producción material de la sociedad humana[20]. En consecuencia, la producción y reproducción de la vida social en su conjunto termina por organizarse en torno al intercambio de cantidades de trabajo abstracto —cuya representación fetichista adquiere forma sensible en el dinero— y no en torno a la satisfacción de necesidades humanas. Aquí, se encuentran ya planteados los elementos fundamentales de la crisis actual. En efecto, el capital es —tal como advirtió Marx en sus Grundrisse— una contradicción en proceso: tiende, debido a la necesaria competencia entre productores privados, a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo mientras que, al mismo tiempo, lo pone como la única fuente y medida de la riqueza[21].

Debido a esta constitución fetichista de la sociedad del capital, fundamentada en el despliegue histórico de un movimiento social inconsciente —el del valor—, los seres humanos terminan por carecer de control sobre el movimiento de su sociedad, de hecho, “su propio movimiento social posee para ellos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de contralarlas”[22]. En tanto que la producción capitalista —en su calidad de producción de mercancías se constituye como unidad inmediata del proceso de valorización y de proceso de trabajo[23] está determinada a ser la inversión de la riqueza real, todo el mundo objetivo y sensible está condenado a ser el vehículo concreto de una abstracción social que se ha constituido como núcleo de la reproducción material de la sociedad humana: no es la sociedad la que emplea los medios de producción y las fuerzas productivas existentes conforme a una planificación social basada en las necesidades de la comunidad, sino que los medios de producción son quienes emplean a seres humanos degradados a meros trabajadores[24]. Así, el organismo social de la producción capitalista es una formación social donde el proceso de producción domina a la sociedad, en vez de dominar la sociedad a ese proceso [25].

Por consiguiente, en su determinación de sujeto automático el capitalismo ha llegado  —a partir de la tercera revolución industrial y de la reestructuración capitalista de los años 70’s—  a una etapa histórica en el que ha dejado atrás el empleo masivo de trabajo vivo en la producción y en el que la automatización de la misma se ha vuelto un elemento divergente con las relaciones de producción fundadas sobre el valor[26]. Eso es lo que plantea la primera versión de la teoría de la crisis marxiana fundada en la divergencia entre la producción de riqueza material y el proceso de valorización[27], cuya base objetiva reside en la progresiva eliminación del trabajo vivo del proceso de producción inmediato:

“El desarrollo estratosférico de las fuerzas productivas promovido por el capitalismo comporta una contradicción fundamental, porque vuelve gradualmente superfluo el empleo de fuerza de trabajo humana. El progreso técnico – científico abole el trabajo, el fluido material del capital”[28].

Hay, por tanto, una incompatibilidad, una divergencia objetiva, entre el sistema tecnológico de la automatización propio del capitalismo avanzado y las relaciones de producción fundadas en la valorización del capital[29]. En el mercado mundial, son las empresas con mayor composición orgánica de capital —las mejor dotadas de equipo tecnológico—, las que triunfan en la competencia aun cuando son las que menos aportan a la formación de la masa de plusvalía social[30]. La automatización de la producción coloca a las fuerzas productivas creadas por el capital en contradicción con la forma social del valor, puesto que el incremento de la productividad suprime cada vez más la participación humana en el proceso de trabajo y, por tanto, mina la base sobre la cual se desarrolla la autovalorización del capital. De esta manera, el capitalismo atraviesa hoy una crisis interna que no puede ser superada dentro de los marcos del sistema, puesto que es una crisis del trabajo como tal, es decir, una crisis de la relación de clase misma[31].

Como consecuencia de esta crisis, es decir, el agotamiento histórico de la posibilidad de explotar trabajo vivo, hemos asistido en las últimas décadas a un aumento vertiginoso de la población superflua[32]. Es la producción de una verdadera humanidad sobrante, innecesaria para la autovalorización del capital. Son personas que han quedado liberadas —en un sentido negativo— del trabajo, pero no de la necesidad de dinero[33]. En nuestra época, este grupo social ha entrado en el escenario histórico como uno de los sectores más radicalizados de las revueltas contemporáneas, particularmente en lo que se refiere a su estrato más joven, aunque por otro lado también ha sido caldo de cultivo para la proliferación de pandillas criminales y bandas-rackets alejadas de cualquier perspectiva emancipatoria. Por otro lado, su presencia se ha hecho notar en Europa, Estados Unidos y América Latina a partir de las oleadas de migraciones que escapan de la guerra, del cambio climático o del colapso económico —este último fenómeno había sido resaltado hace casi dos décadas por Robert Kurz como uno de los elementos más importantes de la dinámica de colapso de la sociedad capitalista moderna[34]—.

Estas nuevas condiciones históricas configuran nuestra época como una etapa del desarrollo del capitalismo mundial marcado por una escasez creciente del valor. En palabras de Anselm Jappe, “no asistimos a la transición a otro régimen de acumulación, sino al agotamiento de la fuente misma del capitalismo: la transformación del trabajo vivo en valor”[35].  Esta situación constituye un campo abierto para la reactualización de la barbarie, para la proliferación de mafias y la militarización de los territorios: “más que una dicotomía norte-sur, nos enfrentamos a un apartheid global, con muros alrededor de los islotes de riqueza en cada país, en cada ciudad”[36]. Como tal, la crisis de valorización no debe ser interpretada como el hundimiento inminente e inmediato del sistema capitalista, sino como el proceso de desmoronamiento ya en acto de un sistema multisecular que choca cada vez más con sus límites internos y externos[37]. Dicho proceso ha sido pospuesto desde los 70’s mediante una enérgica producción de capital ficticio, un giro mundial hacia el neoliberalismo y —en particular después de la crisis de 2008— una producción continua de burbujas financieras[38]. No obstante, después de la crisis del fordismo, con la expulsión creciente del trabajo vivo del proceso de producción y la automatización de este, se ha vuelto inviable a largo plazo continuar aplicando dichos mecanismos de compensación a la producción decreciente de plusvalor[39].

De esta manera, no existe ninguna posibilidad de sostener a largo plazo una versión renovada del Welfare State —puesto que la base objetiva de los “años dorados” (1945 – 1975) del capitalismo fue el empleo masivo de fuerza de trabajo que caracterizó al fordismo—, desde ahora en adelante lo que nos espera “son retrocesos cada vez más significativos en nuestras condiciones de vida”[40].

Así, el desmoronamiento sistémico de la sociedad capitalista en modo alguno se produce como una transición pacífica hacia otra organización social, sino que está tomando cada vez más la forma de un peligroso retorno a la barbarie. En este contexto, es necesario señalar la convergencia simultánea de 8 factores que hoy operan sobre el escenario mundial.

1) Ciclo de revueltas en países de diferentes continentes. Ya en el año 2011 el colectivo Blaumachen denominaba a nuestra época como la “era de los disturbios”. No obstante, a partir del año 2019 hemos asistido a revueltas en países en diferentes regiones del globo, incluso en potencias centrales del capitalismo como Estados Unidos. La continuidad de las revueltas 3 años después, y la represión desmedida que han desatado por parte los Estados, demuestra tanto la vigencia como la profundidad a largo plazo que tendrá el presente ciclo de luchas.

2) Agravamiento del cambio climático de origen antrópico[41]. El surgimiento de la pandemia mundial de Covid-19 forma parte de esa agudización del cambio climático, y anuncia el carácter de las crisis futuras y de la gestión capitalista de la catástrofe. Hay que considerar, además que la degradación global de las condiciones de vida producto de la devastación capitalista constituye en sí misma “un inmenso factor de revuelta, una exigencia materialista de los explotados, tan vital como fue en el siglo XIX la lucha de los proletarios por poder comer”[42]. Este proceso ha sido empíricamente constatado en los sucesivos informes del IPCC, el último de los cuales señala la irreversibilidad del cambio climático. Marx decía que el lema de todo capitalista individual y de toda nación de capitalistas era “después de mí el diluvio”[43], pero en la fase actual de crisis del capitalismo como forma social total su lema debería ser: “Después de este mundo no habrá ningún otro”[44].

3) Aceleración del cambio tecnológico propio del desarrollo capitalista y cuarta revolución industrial en ciernes. Hay, por tanto, una agudización de la crisis de valorización del capital.

4) Financiarización de la economía. El capital vive a crédito o, lo que es lo mismo, gasta su futuro de manera anticipada[45].

5) Regresión antropológica y colapso psíquico del sujeto[46]. El narcisismo como norma de la personalidad y, por ende, atrofia de la capacidad de empatía y solidaridad[47]. Hay una pérdida del imaginario, una incapacidad de pensar en común otra forma de sociedad, y se impone lo que Mark Fisher denominaba como “realismo capitalista”[48].

6) Agudización de la violencia contra mujeres y disidencias sexuales. Esta problemática abarca una serie de libros y tratados que no pretendemos, en este momento, resolver acá. Sin embargo, ante el alza de los crímenes contra mujeres y disidencias, ante noticieros que cada noche informan desapariciones de mujeres u otros crímenes igualmente atroces, no podemos dejar de recordar la célebre frase de Bolaño en 2666: “Nadie presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo”. En efecto, comprender el núcleo irracional, patriarcal y autoritario de la modernidad productora de mercancías y su particular forma de subjetividad es uno de los presupuestos tanto del entendimiento cabal de la crisis actual como de la posibilidad de articular una alternativa de emancipación radical al avance de la barbarie que, entre otras formas, se manifiesta como un embrutecimiento del patriarcado[49].

7) Estado de excepción global[50]. En un informe de la OTAN del año 1999 titulado “Urban operations in 2020” se augura un escenario mundial marcado por las crisis económicas y sociales, en las que los ejércitos nacionales deberían pasar al combate directo de la insurgencia civil en las grandes ciudades. Casi veinte años después, los acontecimientos parecen haber dado la razón a los sombríos razonamientos del poder militar: los disturbios en las banlieus francesas a principios del nuevo milenio, la revuelta griega, la primavera árabe, los disturbios en Inglaterra el 2011, las protestas y revueltas de los estudiantes secundarios en Chile en 2006 y 2011, la emergencia de un movimiento feminista de resonancia mundial, el escenario de revueltas mundiales entre 2019 y 2020; más aún, la militarización de la sociedad a partir de la crisis mundial del coronavirus[51], parecen dar la razón a quienes preveían un siglo XXI marcado por la presencia de “ejércitos en las calles”[52].

8) Finalmente, la confrontación bélica y comercial entre las potencias centrales del capitalismo, que ha tomado la forma de enfrentamiento neoimperialista en un contexto de crisis sistémica del capitalismo mundial. En efecto, a diferencia del imperialismo clásico propio de la expansión global del capitalismo en los S. XIX y XX, este neoimperialismo de crisis “es una expresión geopolítica de la crisis interna de las relaciones capitalistas”[53]. De esta manera, “el viejo imperialismo de explotación y saqueo deja paso a un imperialismo basado en la exclusión y la seguridad”[54]. Hoy, este conflicto neoimperialista, en el afán de las potencias por controlar las fuentes energéticas y los recursos de las periferias, así como asegurar un lugar hegémonico en la reestructuración global del capital actualmente en marcha, tiene en la guerra de Ucrania una expresión global que amenaza en elevarse a guerra mundial abierta entre potencias[55].

La exégesis anterior, lejos de ser un ejercicio vacuo de explicación de teoría marxiana, constituye un primer aporte para una comprensión integral de la revuelta en la región chilena, entendida no solo en el contexto histórico local, sino en el panorama más amplio del proceso de crisis global de la modernización capitalista. Sin una perspectiva dialéctica de esta problemática, sin comprender el aspecto genético-dinámico del movimiento histórico del cual la revuelta es producto y factor —esto es, del origen histórico del problema y la unidad de las contradicciones al interior de la totalidad en que se inserta—, no existe ninguna posibilidad de destruir las concepciones cosificadas y las mistificaciones que se han impuesto como historia oficial del proceso, esto es, como apología —interesada o inconsciente— de la contrarrevolución hoy dominante.

Por tanto, el propósito al cual este escrito pretende contribuir es a destruir la aparente y fetichista objetividad del fenómeno de la revuelta, mistificada hoy por la victoria de la contrarrevolución actual, para conocer su verdadera objetividad: su significado, su función objetiva y el lugar histórico real que ocupa al interior del todo social, esto es, los elementos objetivos de su despliegue que tendieron a la superación real del estado de cosas existente. De otro modo, si no se lleva a cabo esta labor desmitificadora, entonces el conocimiento verdadero de la revuelta —y, por tanto, del momento histórico que nos contiene—, quedará atrapado dentro de las concepciones fetichizadas que hoy se hacen pasar por la verdad oficial, y que se replican —mutatis mutandis— tanto a la (ultra)izquierda como a la (ultra)derecha del espectro político capitalista.

  1. Panorama histórico previo.

En este sentido, para comenzar a comprender a cabalidad la revuelta social en la región chilena es menester entenderla, en primera instancia, como el resultado de una convergencia histórica entre la crisis de valorización mundial del capital, el agotamiento del modelo de desarrollo socioeconómico neoliberal instaurado en Chile durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet y la maduración de un ciclo de luchas de clases que, de manera abierta o subterránea, ha tensionado a Chile por tres décadas. La consiga viralizada durante las primeras semanas de la revuelta: “no son 30 pesos son 30 años”, expresa esa relación colectivamente sentida entre la continuidad del proyecto dictatorial en democracia -administrado y profundizado por los gobiernos que le sucedieron- y la progresiva pauperización de las condiciones materiales de vida para millones de personas.

La crisis profunda que atraviesa el capitalismo en Chile viene expresándose sobre todo a partir de las movilizaciones anti-APEC y las revueltas estudiantiles de 2006 y 2011, así como a un movimiento de protesta casi ininterrumpido desde 2006 que se tomaba las calles periódicamente todos los años, y al que se agrega el surgimiento de un movimiento autonomista mapuche en la zona del Wallmapu bajo ocupación del Estado Chileno. Por otro lado, es importante tomar nota de la relevancia que ha tenido en Chile el movimiento feminista, que en el año 2018 protagonizó la denominada “explosión feminista”. A este último respecto, es importante enfatizar el vínculo entre dicho movimiento y el proceso de desarrollo y crisis de la modernización capitalista: por un lado, la praxis del movimiento feminista tiende hacia el establecimiento de un mínimo civilizatorio colectivo que radica en la eliminación de todas las violencias hacia las mujeres y disidencias sexuales históricamente oprimidas; por otro lado, la dinámica de crisis actual tiende, como ya se ha señalado, hacia un embrutecimiento del patriarcado y, por tanto, de la violencia sexual, económica y simbólica contra mujeres y disidencias[56].

Se agrega a este panorama histórico previo condiciones socioeconómicas que dan cuenta de la creciente imposibilidad del capital para reproducir la vida material de las clases subalternas.

  • Chile es uno de los países más desiguales del mundo en cuanto a ingresos socioeconómicos de sus habitantes[57].
  • En Chile, un porcentaje enorme de la población solamente puede sobrevivir endeudándose de manera crónica[58].
  • Precariedad generalizada del sistema de salud público, y costes elevados del sistema privado.
  • Sistema de pensiones miserable, organizado para ser una fuente permanente de inyección de plusvalía hacia los capitales financieros, cuyas pensiones con frecuencias son mucho más bajas que el salario mínimo de un trabajador promedio. Este sistema se asocia a un alto número de suicidios en personas de la llamada “3ra Edad”[59].
  • Imposibilidad de acceder a una vivienda, problemática que va de la mano con el aumento progresivo y permanente de los arriendos[60].
  • Explotación agravada de las mujeres, quienes deben lidiar con trabajos de larga extensión horaria y, además, con las tareas de reproducción de los hogares[61].
  • Precarización generalizada de la vida y el trabajo, en especial para las clases subalternas urbana[62].
  • Alto costo del transporte e inequidad en acceso a la movilidad[63]. Enorme duración de los trayectos que va de la mano con un sentimiento colectivo de alienación. Como ya podemos suponer, el problema con el capitalismo no es solamente la desigualdad, sino la alienación que implica la relación social capitalista.

Esta alienación es particularmente sentida por los usuarios del sistema público de transportes. Hacia abril de 2018, el panel de expertos había decretado 19 veces el alza del pasaje desde la puesta en marcha del Transantiago, que tuvo como consecuencia el surgimiento espontáneo de un movimiento difuso y descentralizado de evasión: un porcentaje alto de personas simplemente no pagaba el pasaje pese a una serie de amenazas por parte de las autoridades de izquierda y derecha. Entre 2017 y 2018 se intentó contrarrestar esta situación con las leyes anti-evasión y la amenaza de un registro nacional de evasores, a lo que se agregó una intensificación de las fiscalizaciones por parte de funcionarios del Ministerio de Transportes acompañados de Carabineros, ambas organizaciones colectivamente repudiadas por el ejercicio de sus labores[64].

En este sentido, el decreto en octubre de 2019  de un alza de 30 pesos en el precio del metro —a lo que se agrega una serie de situaciones sentidas como particularmente injustas por la población, tales como el asesinato de Camilo Catrillanca por personal del Comando Jungla de Carabineros en noviembre de 2018— permitió la erupción de una crítica social en actos que, comprendiendo el sistema de transportes y su organización como la cristalización de la totalidad de la miseria social, se lanzó a las calles para hacer emerger una crítica radical en actos de la sociedad.

No podemos dejar de señalar aquí la importancia del neo-proletariado juvenil, particularmente de su estrato más combativo: los/as estudiantes secundarios/as. Esta verdadera rebelión de la juventud requiere un análisis científico propio, pero es claro que uno de los elementos catalizadores de la conversión del malestar social en revuelta generalizada el 18 de octubre de 2019 fue un ambiente social tensionado por la agitación incendiaria los/as estudiantes que, desde liceos en diferentes partes de Chile, rompía la normalidad de las aulas que preparan para el trabajo asalariado y salía cotidianamente a enfrentarse con la policía armados de bombas molotov[65], mientras que en las cercanías del estallido de la revuelta, organizaba espontáneamente fugas masivas desde los espacios de encierro escolar.

Este movimiento de rebelión juvenil había sido advertido hace años por las autoridades, y durante una década habían endurecido las penas judiciales y la represión sobre este sector particularmente combativo.

Hay en este movimiento de revuelta de la juventud una influencia importante del anarquismo insurreccional —principalmente de lo que podríamos denominar su “cepa” griega— y de corrientes comunistas antiautoritarias que confluyeron para crear una verdadera contracultura que, al menos idealmente, tiene la pretensión de cuestionar la totalidad de civilización capitalista. En cuanto a esto, uno de los avances más importantes que hizo este movimiento en los meses previos a la revuelta, fue la convocatoria a protestas “contra todo” que anunciaron en pequeña escala la esencia de la dimensión subversiva de la revuelta, es decir, una protesta contra la totalidad social que no se reduce a ninguna injusticia particular.

  1. Revuelta en la región chilena (Octubre de 2019 – Marzo de 2020)

El 18 de octubre de 2019 se terminó un ciclo histórico en Chile que comenzó el 11 de septiembre de 1973. 46 años después de la “derrota histórica” del proletariado en la región chilena[66], el estallido de la revuelta marca el fin de una forma de articulación del capitalismo en Chile, así como marca el comienzo de un nuevo ciclo de luchas que expresa —en el plano local— la crisis mundial de la relación de explotación entre las clases[67].

En este sentido, es necesario profundizar en algunas características de la revuelta en la región chilena. En primera instancia, la revuelta tuvo una naturaleza contradictoria en la que se encuentran simultáneamente un fuerte contenido negativo —subversivo del orden existente— y reivindicaciones ciudadanas que abogan por una reforma del orden social capitalista dentro de los marcos de la democracia. Ambas dimensiones se encuentran en estrecha relación, están unidas al interior de la totalidad social capitalista en la que tienen su despliegue histórico, y expresan en el conflicto material entre sujetos realmente actuantes el carácter contradictorio del capital mismo, esto es, de la relación entre el capital y el trabajo vivo. De ahí que los anhelos de transformación profunda que se expresaron abiertamente bajo la consigna de dignidad no tengan cabida ni pueden ser satisfechos a cabalidad dentro de los marcos del orden social capitalista, mientras que, por otro lado, el imaginario colectivo —expresión mistificada del proceso histórico real— se encuentra paralizado en la creación de una nueva constitución.

Sin embargo, es la dimensión negativa, subrepticia, anticapitalista de la revuelta la que más desconcierta a los diferentes portavoces oficiales y mediáticos de la elite política y empresarial. Esta dimensión negativa es sistemáticamente mistificada con las más diversas denominaciones que encubren de manera simultánea su potencial negador del orden existente, sus raíces históricas y sus alcances o posibilidades últimas. De hecho, el estallido mismo de la revuelta tomó por sorpresa al gobierno nacional, quienes no daban de asombro ante el surgimiento de una rebelión generalizada que no sólo se enfrentó masivamente contra los cuerpos policiales, sino que prendió fuego a las calles, buses de transporte, hipermercados, locales de comida rápida y, en general, todo tipo de establecimientos identificados como grandes empresas. Aquí, se expresa de manera evidente carácter de las revueltas en este nuevo ciclo de luchas mundiales que ha sido bien descrito por Katerina Nasioka:

“Los estallidos sociales recientes, sobre todo en espacios urbanos, devienen cada vez más violentos, alejándose del canon dominante de las formas de lucha obrerista. Su carácter no se determina por las demandas sistematizadas del viejo movimiento obrero; sus prácticas son una combinación entre formas reivindicativas, enfrentamientos generalizados contra la policía y el Estado, ocupaciones de espacios públicos, saqueos y expropiaciones populares, incendios, destrucción de elementos del capital (…). La reconciliación por medio de formas políticas democráticas y negociadoras sí existe como posibilidad de recomposición de la acumulación capitalista; sin embargo, se encuentra frente a grandes contradicciones”[68].

Y es que la crisis de valorización del capitalismo mundial supone también un nuevo fundamento histórico para el desarrollo de las luchas sociales actuales, e impone objetivamente condiciones históricas que socavan el antiguo cimiento de las luchas de clases de los siglos XIX y XX: la disputa por la repartición de la masa de plusvalía social y la redistribución de la riqueza[69]. Ha llegado a su fin la era de la negociación, la época en que era posible mejorar de forma duradera las condiciones de vida de las clases subalternas mediante una redistribución de la plusvalía en la sociedad. El aumento global de una población superflua para las necesidades de la valorización del capital —y la generalización de la miseria, la precarización y el desempleo que son algunas de sus principales consecuencias—, modifican el carácter del conflicto social en general: “Mientras la vida “sin futuro” se vuelve una regla, la lucha social tiende a convertirse desde su principio en lucha antisistémica”[70].

Icónico fue, a este respecto, el audio filtrado de Cecilia Morel, esposa del presidente, quien describía cuerpos policiales sobrepasados por una especie de “invasión alienígena” que “estaba por todas partes” y señalaba que a largo plazo la elite iba a tener que compartir sus privilegios con los demás.  “No los vimos venir” son las palabras que condensan la actitud y el cinismo de la burguesía en el poder estatal[71]. Ya lo auguraba la Internacional Situacionista, la descomposición —la incapacidad de aprehender la totalidad del movimiento histórico— es el estadio supremo del pensamiento burgués[72].

Es necesario destacar un hecho inédito hasta ese entonces, y es que la presencia de militares en las calles no sirvió inicialmente como un freno a la insurgencia colectiva.  En la primera noche de revuelta es decretado el toque de queda y el estado de excepción en la capital, el que posteriormente se extendería a las demás grandes ciudades o centros urbanos neurálgicos del país. Es en este contexto que se despliega —evocando la misma estrategia de los primeros días de la dictadura— una represión masiva e indiscriminada, cuyo propósito fue poner freno a la revuelta —o al menos intentarlo—. La estrategia de terrorismo estatal por parte del gobierno de Piñera dejó varios muertos/as y mutilados/as como víctimas de la represión armada de agentes del Estado[73]. Se reportaron, además, secuestros, tortura sexual —abusos y/o violaciones— y una serie de casos de tortura que aún permanecen estancados en las oficinas del poder judicial como parte de una decisión públicamente afirmada por los representantes de dicho poder de no perseverar en la persecución penal de crímenes de lesa humanidad. Más aún, Piñera y el General de Carabineros y el general de Carabineros Hermes Soto declararon abiertamente la promesa de impunidad a los efectivos policiales en el marco de su acción represiva. Por ello, es posible afirmar que Carabineros devino abiertamente durante el curso de la revuelta lo que ya era en esencia: una policía política que ha demostrado sucesivamente su apego total al gobierno de Piñera en particular, y al orden político legado de la dictadura en general. Más aún, el apoyo incondicional que el actual gobierno de Boric entregó a Carabineros —mediante la Ministra del Interior Izkia Siches—, confirma que todo aspirante al timonel del Estado en esta época de crisis debe contar con el apoyo de esta moderna guardia pretoriana. Después de todo, ¿que sería de Boric y cía sin Carabineros? En este sentido, la revuelta tendió a configurar un estado de cosas que acompañará el futuro del capitalismo en Chile, y que tendrá en el empleo masivo de fuerzas represivas y la persecución política un apoyo fundamental para la reestructuración de la acumulación capitalista en medio de un proceso de crisis generalizada.

La revuelta en Chile testimonia que la civilización actual está amenazada por el retorno de lo reprimido[74]. Las primeras semanas de la revuelta estuvieron marcadas por una recuperación de la facultad de encuentro y de ruptura del aislamiento. Durante un periodo tan breve como intenso se disolvió la comunidad alucinatoria del trabajo y del comercio, para dar paso a encuentros reales entre personas anónimas al ritmo de la revuelta que era, en su esencia, la unión entre fiesta y protesta. Pero fiesta en su sentido verdadero, es decir, un espacio donde quedaban suspendidas todas las prohibiciones, y en las cuales las personas se permitieron no sólo destruir los odiados símbolos de una vida alienante, sino que tomaron directamente las mercancías que antes compraban y, algunas como los televisores, fueron lanzadas al fuego en medio de gritos de festejo. En los barrios y comunas periféricos -o en aquellos vinculados históricamente a la confrontación social- se desata una revuelta salvaje que ataca directamente comisarías y grandes locales comerciales, mientras que en los barrios de las clases medias la protesta tomó un carácter ciudadano que evitaba la confrontación violenta, aunque de todas maneras se reportaron en dichas comunas saqueos, barricadas y enfrentamiento con la represión estatal[75].

Los saqueos masivos, por su parte, constituían una dialéctica de competencia v/s solidaridad, entre apropiación individual de productos y un potlatch festivo propiciado por la revuelta y el carácter colectivo de los saqueos a hipermercados o locales de grandes empresas. Si bien desde el gobierno argumentaron que los saqueos eran obra del crimen organizado, la realidad es que dichas organizaciones tuvieron un rol marginal. No tuvieron ni un efecto determinante ni tampoco estuvieron detrás de los saqueos como entes organizadores. Por el contrario, los saqueos masivos surgieron de manera espontánea desde el 18 de octubre, y se dieron en la mayoría de las comunas de Santiago. Hacia el 2 de noviembre se habían registrado 175 eventos de saqueos masivos, de los cuales 115 fueron a supermercados, 34 en tiendas comerciales, 13 en farmacias, 6 en estaciones de metro y cinco en Mall[76]. Sin embargo, lo más relevante en cuanto esta temática en particular es el potlatch festivo del saqueo masivo, en el cual las personas que saqueaban regalaban pañales, leches y otros productos de primera necesidad y alto costo a sus vecinos, así como también se repartía y compartía el alcohol y la comida en medio de las barricadas.

Es una apreciación personal —teóricamente fundada, por cierto—, pero la ciudad y el tránsito nunca habían sido tan seguras como cuando no había semáforos. El ritmo frenético del trabajo y de los largos trayectos en vagones y microbuses, fue reemplazado por una especie de turismo del disturbio, en el que familias enteras salían a la calle para ver qué pasaba en sus barrios, reunirse con vecinos, o marchar hacia el centro de la ciudad. Lo más potente, sin duda, fue la ruptura del silencio que caracteriza la vida moderna, en el que el ruido de la ciudad contrasta con el silencio abrumador —esto es, el aislamiento artificial entre seres humanos— que se impone en los espacios públicos. A ello se suma el encuentro en las diferentes asambleas territoriales que surgieron espontáneamente como forma de autoorganización de la revuelta. Sin embargo, tales asambleas estuvieron desde un inicio infectadas por el germen de la política de partidos —tanto parlamentarios como extraparlamentarios—, así como por el imaginario social institucional que ve en el establecimiento de una nueva constitución —escrita y aprobada masivamente por el pueblo— el nec plus ultra de todo movimiento histórico. En este sentido, eran una contradicción en actos, porque por un lado permitían el encuentro y el diálogo con el objetivo de organizar e imaginar una acción en común, pero su forma y contenido negaban las expresiones más altas de contenido anticapitalista expresadas por el accionar práctico de la revuelta.

Por su parte, la lucha callejera en las primeras semanas de revuelta —e incluso considerando los días previos al 18 de octubre— evidenció el surgimiento de una solidaridad espontánea que tuvo como punto de partida el salto de los torniquetes, en la cual el elemento determinante del actuar violento no era tanto el uso de la violencia contra las fuerzas represivas o para abatir a las mercancías y sus escaparates, sino la difusión entre la población de un verdadero movimiento de desobediencia civil de corta vida, pero cuyas consecuencias se harán sentir duraderamente en el futuro. En otras palabras, y esto se puede verificar en las pequeñas fisuras que se abren de tanto en tanto en la contrarrevolución cotidiana post- revuelta, el punto de partida de la crítica colectiva radical en actos comenzará, en el futuro, allí donde mismo tuvo la revuelta su expresión más radical: en una desobediencia civil masiva que fue capaz de rasgar, aunque de manera breve, la realidad fetichizada de la socialización capitalista y hacer aparecer a los seres humanos y su praxis como los verdaderos sujetos determinantes de la realidad histórico-social. En este sentido, el salto de los torniquetes nos permite extraer una lección colectiva fundamental, porque mediante esta praxis se disolvieron momentáneamente las mistificaciones cosificadas creadas por el movimiento cotidiano de la mercancía, por tanto, nos permite situar la problemática de la abolición concreta del valor en el terreno de la práctica revolucionaria, dándonos un ejemplo empírico y colectivamente vivido de ruptura práctica con el orden capitalista.

Aunque durante sus primeras semanas —y mucho menos después cuando perdió impulso— la praxis social de la revuelta fue incapaz de transformar efectivamente y de manera duradera las relaciones de producción que constituyen la fuerza de inercia del capitalismo, su verdadera importancia para nuestro presente y futuro no radica tanto en sus reivindicaciones particulares de corte soberanista y redistributivo, sino en su práctica efectiva y real, en aquello que realmente hizo y no en lo que dijo de sí misma o se imaginaba que hacía. A este respecto, los saltos de los torniquetes y la desobediencia civil masiva que le siguieron, nos enseñan que la realidad histórico social actual puede cambiar revolucionariamente, precisamente porque es creada por nosotros mismos. Esto convierte el salto de los torniquetes en la praxis desmitificadora más importante —hasta ahora— del presente siglo en la región chilena, y todo movimiento futuro de emancipación radical deberá tomar nota de este hecho hoy oscurecido por las mistificaciones, pero que ya mañana sabrá romper con este pesado manto cosificante al ser el necesario punto de referencia y partida de cualquier contestación radical futura.

Sin embargo, la fuerza de inercia de las relaciones capitalistas terminó por imponerse. Ya en un ciclo anterior de lucha de clases, J. Camatte y G. Collu de Invariance habían advertido que la derrota del movimiento de mayo de 1968 se debía a su “poder oculto”: “Hoy en día, más que nunca, el capital encuentra su propia fuerza real en la inercia del proceso que produce y reproduce sus necesidades específicas de valorización como necesidades humanas en general”[77]. El límite más importante de la revuelta reside justamente en este punto, y desde ahora en adelante este movimiento sólo podrá ser superado a través de una autoreflexión colectiva anclada en la praxis o hundirse entre las disputas estatales de fracciones de la burguesía nacional que lucharán por su lugar hegemónico en medio de la expansión de la barbarie.

  1. El Partido del Orden al rescate de la economía nacional.

Este es un concepto conocido de la terminología marxiana[78], y en nuestro caso lo ocupamos aquí para designar esa agrupación de fracciones dentro de la burguesía que —pese a su mutuo enfrentamiento y competencia al interior de la sociedad— ejercen como representantes generales de los intereses del capital nacional e internacional dentro de la región chilena. Se trata de una elite política-empresarial que tiene su origen en la reestructuración del capitalismo chileno durante el proceso contrarrevolucionario emprendido por dictadura cívico-militar. Tales transformaciones, que contaron con el apoyo y complicidad de gobiernos y capitales extranjeros, implicaron una honda reestructuración social y una persecución policial de la lucha de clases comprendida como un factor disolvente de la unidad nacional[79]. Para poder llevarlas a cabo, fue necesaria una refundación del Estado y del régimen político en torno a un orden social que fuese capaz de impedir permanentemente en el futuro la socialización de la propiedad privada[80]. De esta manera, no es posible separar la actual elite política-empresarial en Chile, la misma que ha blindado al presidente Piñera y su política represiva en los momentos más álgidos de la revuelta, del régimen dictatorial que permitió su auge al poder y su consolidación en el mismo.

Conforme a esta determinación histórica particular de la región chilena, la agitación social creada a partir de la revuelta y la puesta en marcha de diferentes instancias de encuentro comunitario y de politización del malestar, ha encontrado uno de los límites más importantes en su praxis al estancar, por el momento, su horizonte político en la escritura de una nueva constitución, es decir, sin haber avanzado hacia la apropiación efectiva del conjunto de la producción y reproducción social. Dichas debilidades internas del movimiento social actual —cuyas causas requieren un análisis que excede la temática de este texto— han sido oportunamente explotadas por el Partido del Orden al organizar su defensa del capitalismo en Chile bajo la figura del “Gran acuerdo histórico por la Paz y la Democracia”[81], que con el tiempo le ha dado los más amplios beneficios y le permitió mantener la institucionalidad capitalista incluso en aquellos días en que masas insurgentes rodeaban los centros simbólicos del poder. Este acuerdo buscaba perpetuar la continuidad del sistema capitalista y, al mismo tiempo, salvar a la elite política y tecnocrática que dirige el Estado nacional. Se trataba de un acuerdo que, como indica el historiador Mario Garcés, “acoge la voluntad ciudadana expresada en las calles por cambiar la Constitución, pero que fija “por sí y ante sí” los modos en que el cambio debe producirse”[82]. Así, concluye categóricamente: “El “gran acuerdo histórico” es en realidad un acto de recreación y reproducción de la clase política en el poder (…). [Un acuerdo para] ejercer el poder con el pueblo a una debida distancia”[83]. En otras palabras, un acuerdo para mantener operando por decreto la “dictadura constitucional burguesa”[84] que ha regido en Chile desde el final de la dictadura cívico-militar, pero ahora sobre la base de una nueva constitución legitimada masivamente en las urnas. Esta ha sido una estrategia que, sumada al despliegue masivo de recursos policiales y militares a nivel nacional, así como a la mantención del “Estado de Emergencia” durante la pandemia de COVID-19, ha tenido éxito en cooptar una parte importante de la movilización social y asegurar un relativo retorno a la “nueva normalidad”. Así, y ya habiendo disminuido las movilizaciones, algunos miembros del Partido del Orden declararon recientemente que la caída de la institucionalidad estuvo cercana en los meses de octubre y noviembre de 2019. Tal es el caso de las declaraciones del ex ministro de Defensa Mario Desbordes en Tolerancia Cero, quien afirmará:

“lo que estuvo en riesgo fue la República completa, no el gobierno (…). Fueron cientos de personas aburridas, cansadas, choreadas, angustiadas (…) que nos lo salieron a decir a las calles. En algún minuto hubo 3 millones de personas en la calle, qué país o gobierno resiste eso”[85].

Dicho esto, se vuelve evidente la necesidad de una reinterpretación colectiva del pasado, de la historia contemporáneo chilena desde 1970 en adelante, y también responder una pregunta crucial para el futuro del partido de la subversión social: ¿Cuál fue el contenido radical de la revuelta de octubre? ¿Dónde estuvo la praxis colectiva que puso en cuestión el orden social existente y puso en jaque a toda la elite política y empresarial de este país? En la respuesta a esa pregunta, reside la posibilidad de pensar y realizar una praxis política anticapitalista realmente efectiva.

Por otro lado, y ligado a esta problemática, un grave problema es el concepto de revolución hoy predominante —que, aunque caricaturesco, comparte el grueso de la Ultraizquierda, desde anarquistas insurreccionalistas hasta marxistas-leninistas—, y que consiste básicamente en la derrota militar del Estado burgués por parte de las masas armadas insurrectas. Esa representación mistificante, que en pleno siglo XXI sigue parasitando las mentes revolucionarias, es peligrosa porque impide captar la potencia y el verdadero contenido subversivo de la revuelta social en Chile. Como ya se ha dicho más arriba: saltar colectivamente los torniquetes fue más potente que haber tenido milicias armadas en los barrios. El contenido subversivo de la revuelta, que puso en jaque el orden social, estuvo en esos actos de desobediencia civil masiva y descentralizada que hacen imposible toda normalidad mercantil, y no en lanzar piedras y molotovs durante días en Plaza Dignidad. De hecho, la deriva hacia la violencia parcial y focalizada fue un síntoma de debilidad de la revuelta, no de su fortaleza. Y esta debilidad fue debidamente fortalecida, explotada y profundizada por el Partido del Orden para reestructuración capitalista bajo la forma de una nueva constitución y un gobierno de restauración. Pero no importa, siempre el contenido subversivo es reprimido y tiende a reaparecer. Si, quienes dicen interesarse por la abolición del capital y del Estado no comprendan este hecho, seguirán dando palos de ciego contra enemigos imaginarios —aunque para comprender la profundidad del momento subversivo de la revuelta se requiere abandonar los viejos paradigmas del pensamiento tenido por radical, y empezar a pensar una praxis más acorde a las posibilidades materiales que entrega la civilización capitalista del s. XXI y que fueron evidenciadas por el propio movimiento de la revuelta—.

  1. Estado de excepción, administración capitalista de la pandemia y continuidad difusa de la protesta social.

Hace más de medio siglo Walter Benjamin ya había señalado que “el “estado de excepción” en que vivimos es la regla”[86]. En consecuencia, elaborar un concepto de historia coherente con la naturaleza real de las cosas requiere reconocer en la democracia actual no un sistema político radicalmente opuesto a las dictaduras autoritarias, puesto que el estado de excepción -abiertamente declarado o fundido dentro de la normalidad- es, tal como señala el filósofo Giorgio Agambem el “el paradigma oculto del espacio político de la modernidad, del que tendremos que aprender a reconocer las metamorfosis y los disfraces”[87]. Desde esa perspectiva, momentos históricos de violencia social exacerbada como el campo de concentración y la dictadura autoritaria no constituirían una anomalía dentro del devenir histórico de la sociedad capitalista, sino “[su] matriz oculta, el nomos del espacio político en que vivimos todavía”[88]. De esta manera es que, como veremos a continuación, en el marco de la crisis actual es el campo de concentración el que vuelve a aparecer extendido a toda la sociedad bajo la forma del estado de excepción[89].

De esta manera, para comprender el escenario histórico del Chile actual —marcado por las consecuencias sociales, políticas económicas y culturales de la revuelta—, requerimos indagar brevemente en los sucesivos estados de excepción que se han implementado en los últimos dos años.  Así, en el marco de la revuelta social y la posterior irrupción de la pandemia, el estado de excepción en Chile ha tenido dos momentos de implementación legal: el primero durante el estallido de la revuelta —a través de los Decretos N° 472, 473 y 474 desde el 19 de octubre hasta 3 de noviembre de 2019—, y el segundo decretado el 18 de marzo a partir del aumento de casos de Covid-19 —el cual se mantendrá vigente hasta, al menos, junio de 2021—. El primero, estuvo marcado -como es tristemente conocido- por una represión masiva de las masas insurgentes, que dejó como saldo miles de denuncias en torno a vulneraciones de los derechos humanos y varias personas muertas debido al accionar de agentes armados de Carabineros y/o del ejército, mientras que el segundo ha estado atravesado por la persecución policial de los remanentes de protesta y contestación social en medio de la crisis sanitaria que surge a partir de la pandemia mundial de covid-19.

Es en este contexto, en un teatro histórico marcado por los efectos de la revuelta, que la necesaria la imposición de restricciones al movimiento con el fin de impedir la propagación del virus se convierten, en medidas de confinamiento y de control autoritario de la población que dan cuenta de una creciente fusión entre estado de excepción y normalidad, entre un auge de la violencia social y un reforzamiento represivo de la democracia[90]. De este modo, Chile sigue la tónica mundial de esta crisis, en que la línea divisoria entre ley y crimen se esfuma, de tal manera que la distancia que separa al Estado de la mafia se torna irreconocible[91].

El desarrollo de la crisis sanitaria y socioeconómica ha dado lugar en escala mundial a una nueva forma de sacrificio de las poblaciones, una suerte de eutanasia burocrática con características anómicas que parece haber alcanzado su clímax en Brasil bajo el gobierno de Jair Bolsonaro[92]. Y Chile no ha sido la excepción, la gestión gubernamental de la pandemia -que ya acumula, según cifras oficiales, decenas de miles de muertos – es un perfecto ejemplo de la racionalidad fetichista que gobierna la vida humana bajo el régimen capitalista de producción: acusaciones de manipulación de cifras y hospitales prometidos que jamás se levantaron[93], inversiones millonarias en armamentos y equipo antiprotestas en medio de la propagación del virus en el país[94] son algunos de los elementos que operan constantemente en el Chile pandémico. Y es que las contradicciones propias de la vida capitalista se manifiestan con crudeza en la convergencia entre crisis económica y crisis sanitaria, lo que ha dado lugar a situaciones que no se corresponden con el nivel de desarrollo social alcanzado potencialmente por nuestra sociedad actual: enormes filas de trabajadores precarizados de delivery expuestos al contagio con exiguas medidas de protección[95] , hospitales al borde del colapso y récord de contagios entre marzo y abril de 2021[96] y medidas de confinamiento/desconfinamiento selectivo que priorizan el bienestar de la economía antes que la salud de la población[97].

Baste con revisar algunas medidas que ha realizado el gobierno en el marco del desarrollo de la pandemia para ilustrar el despliegue de esta racionalidad económica. Por ejemplo, el intendente de la Región Metropolitana Felipe Guevara —conocido artífice de la estrategia de “copamiento preventivo” durante la revuelta social[98]— quien al ser también confrontado por la prensa con respecto a las aglomeraciones en el transporte metropolitano respondió contra toda lógica que: “No hay ​ningún dato que permita señalar que el transporte público es un foco de contagio”[99].

Sin embargo, las declaraciones de Carlos Soublette, gerente general de la Cámara de Comercio de Santiago, sintetizan aún mejor la lógica de la gestión capitalista de la pandemia: “no podemos matar toda la actividad económica por salvar las vidas (…): hay que poner la salud delante de la economía, pero la economía también trae salud, y una economía destruida también va a traer problemas de salud muy profundos»[100]. No se trata de que sean solamente personajes perversos los miembros de la elite-política empresarial nacional, sino que, en tanto que “oficiales” del modo de producción capitalista -es decir, debido a su determinación como agentes económicos del capital-, deben encarnar a través de sus pensamientos y acciones la lógica de la acumulación capitalista, esa “rueda de Zhaganat”[101] sacrificial que es el despliegue de la economía mercantil. No es de extrañar, bajo este marco de comprensión, que José Manuel Silva -socio de LarrainVial- haya declarado a la prensa que: “no podemos seguir parando la economía, debemos tomar riesgos, y eso significa que va a morir gente”[102]. De esta manera, la pandemia ha expuesto abiertamente la lógica irracional del capitalismo que se expresa bajo la forma de un automatismo social inconsciente que sacrifica la vida humana y natural a una abstracción social.

Asistimos, en síntesis, al despliegue de una “barbarie con rostro humano”[103], en el que la “nueva normalidad” consistirá en la militarización de la sociedad y la conservación de las medidas de control y administración poblacional desplegadas durante esta crisis social y sanitaria.  Es la realización empírica de las sombrías intuiciones de Mark Fisher acerca de las características autoritarias del Estado y el orden democrático en el capitalismo posmoderno, en el cual “la normalización de una crisis deriva en una situación en la que resulta inimaginable dar marcha atrás con las medidas que se tomaron en ocasión de una emergencia”[104]. Por tanto, es dentro de este marco interpretativo que requiere ser comprendido la dictadura democrática del estado de excepción en Chile, bajo el cual continuó desarrollándose de manera difusa la protesta social.

5.1 Protesta difusa: ecos de la revuelta social en la región chilena

Un fantasma amenaza la normalidad del orden social capitalista en la región chilena, el espectro de la revuelta social. Todas las fracciones de la clase dominante se han agrupado en alianza para combatirla y salvar la continuidad de la economía nacional. No obstante, la continuidad de la protesta social —que amenazaba con emerger nuevamente a partir de marzo de 2020—, fue suspendida por la aparición de la crisis sanitaria y la activación del estado de excepción constitucional de catástrofe decretado a partir del 18 de marzo. Analizaremos, entonces, 5 jornadas de protestas entre los años 2020 y 2021 en las que se expresa la continuidad difusa y subterránea de la protesta social en medio de la instauración ininterrumpida del estado de excepción constitucional.

1) Protestas del hambre, mayo de 2020: El 18 de mayo de 2020 se registra una masiva protesta de los habitantes de la comuna de El Bosque[105], espacio al sur de la ciudad de Santiago que se caracteriza por concentrar altas cifras de pobreza multidimensional, escasez de servicios básicos, áreas verdes y, además, ser una de las comunas más afectadas a nivel sanitario y económico por la pandemia de Covid-19[106]. Las medidas de confinamiento total decretada por el gobierno ante el alza de contagios fueron el detonante de la protesta, puesto que las restricciones al movimiento y la actividad económica dejó sin trabajo y sin ingresos a varias familias de la comuna[107].

Nuevamente carabineros – se hizo cargo de la represión de la protesta, haciendo uso de gases lacrimógenos y carros lanzaguas contra personas que protestaban por la falta de alimentos y, además, en medio de una pandemia causada por una cepa vírica que afecta a los seres humanos principalmente en sus vías respiratorias. Producto de esto, la intervención de la policía militarizada dejó un saldo de alrededor de 40 detenidos[108].

Por otro lado, y ante la precariedad de las ayudas económicas y sociales del gobierno en ese contexto, adquieren relevancia en las comunas más vulnerables económica y socialmente -especialmente en El Bosque- la implementación de iniciativas comunitarias autogestionadas que buscan resolver el problema de la escasez de alimentos. De esta manera, se realiza la implementación de comedores y ollas comunitarias en las que —con destacada participación femenina—, de manera solidaria y organización autónoma, los habitantes de diferentes barrios y comunas se organizan para acumular, repartir y cocinar comida entre las personas más afectadas por la crisis[109].

2) 18 de octubre de 2020: El viernes 2 de octubre, en el contexto de una parcial vuelta de las protestas en torno a Plaza Italia debido a la progresiva relajación en las medidas de confinamiento, se produce una arremetida policial que termina con un adolescente de 16 años siendo arrojado al río Mapocho como resultado de la embestida del carabinero Sebastián Zamora[110]. Como consecuencia de este hecho, vuelve a surgir un cuestionamiento generalizado de la institución policial, así como un aumento en la intensidad de las protestas, que crecen sucesivamente en intensidad hasta el día 18 de octubre.

El aniversario del inicio de la revuelta social reunió, pese a las medidas de restricción al movimiento y las reuniones en el contexto de la pandemia, cerca de 1,2 millones de manifestantes que participaron de las protestas en diferentes regiones del país. Al final del día, agentes del cuerpo policial de Carabineros reportaron el registro de saqueos, la quema de dos iglesias cercanas a la plaza Italia y la detención de al menos 700 personas por disturbios, saqueos y daños a la propiedad pública y/o privada[111].

En un informe que hace un recuento de las protestas en Santiago, la cadena CNN Chile reporta, además de manifestaciones pacíficas, la presencia de saqueos a diferentes locales comerciales y farmacias, el armado de barricadas en múltiples calles de la ciudad, el incendio de una bencinera y de dos iglesias, lanzamiento de piedras a la policía y el ataque con bombas molotov -entre otros elementos- a comisarías en diferentes zonas del país[112].

En este contexto, podemos apreciar el despliegue de una nueva estrategia discursiva y represiva del gobierno, que busca aislar a los manifestantes “pacíficos” de los manifestantes “violentos” —identificando a estos últimos como delincuentes—. Así, el entonces Ministro del Interior Víctor Pérez —conocido como un activo colaborador de la dictadura cívico-militar— declaraba en su resumen de la jornada que: “No podemos desconocer que grupos minoritarios dentro de esa manifestación realizaron actos de violencia (…) y después grupos minoritarios buscaron realizar actos de violencia vandálicos”. Siguiendo esta línea discursiva, durante las elecciones del 25 de octubre Sebastián Piñera dirá que grupos minoritarios buscan “boicotear” el proceso constitucional: “¿Quiénes son? Los mismos que quemaron el metro, que quemaron las iglesias, que no creen en la democracia. Esos grupos van a intentar obstaculizar y boicotear, pero (…) no lo van a lograr”[113]

3) Febrero de 2021, muertes y protestas en Panguipulli: El viernes 5 de febrero de 2021, después de haberse resistido a un control de identidad por parte de funcionarios de Carabineros, el malabarista Francisco Martínez es ejecutado de manera extrajudicial por uno de los carabineros que realiza el control. Este hecho, que acontece en el centro de la ciudad de Panguipulli en medio de la temporada de vacaciones, es registrado en varios videos y se vuelve viral. En la tarde de ese día se registran protestas en la ciudad, y en la noche son atacados varios edificios institucionales —entre ellos la comisaría de la ciudad—, resultando la municipalidad completamente quemada[114]. Durante los próximos días se registrarían manifestaciones en diferentes puntos del país y, en el plano oficial, se abre el debate por la llamada “refundación de Carabineros”[115] que, como se pudo apreciar a posteriori, pareció consistir en el anuncio del gobierno de Boric de reforzar las policías y crear un nuevo sistema de inteligencia.

A esto se suma la muerte de Emilia Milén Herrera Obrecht —conocida como Bau por sus cercanos— el día 16 de febrero, nuevamente en la zona de la comuna de Panguipulli[116]. El asesinato de Emilia por parte de un guardia armado privado, se inserta dentro del contexto más grande del conflicto de las comunidades mapuche con el Estado chileno.

En ambos casos, podemos observar el despliegue de la lógica del estado de excepción actual, en el que coincide el desencadenamiento de la violencia policial, o de grupos armados protectores de la iniciativa privada, con medidas autoritarias de excepción. Sin embargo, se manifiesta también la continuidad de la protesta social heredada de la revuelta, en la medida en que la respuesta a ambos crímenes fue acompañada de protestas y manifestaciones en contra de Carabineros en particular, y del Estado y sus políticas represivas en general.

4) 29 de marzo de 2021: Un nuevo aniversario del “Día del Joven Combatiente” es conmemorado con protestas en varias comunas de la Región Metropolitana y de otras regiones del país, y esto incluso considerando que el mes de marzo de 2021 marcó un alza sostenida de los contagios de por Covid-19 que fue acompañada por el despliegue de nuevas medidas de confinamiento. Como ya se ha vuelto una tónica habitual heredada desde el estallido de la revuelta social, la jornada estuvo marcada por ataques incendiarios a comisarías e instalaciones de Carabineros[117]. A ello se agrega la quema de buses del Transantiago y salidas incendiarias en poblaciones emblemáticas como Villa Francia.

Por otro lado, la jornada terminó con la muerte de una joven de 24, Ángela González, a manos de un conductor en estado de ebriedad que la atropelló al embestir directamente a las personas que protestaban en torno a una barricada[118]. En este último suceso, identificamos también otro espectro de la revuelta, el de la reacción política, que durante la revuelta tomó la forma de grupos nacionalistas y de derecha organizados para reprimir manifestantes, pero también de individualidades que atacaban a las personas que participaban en manifestaciones.

5) 6 de Julio de 2021, deceso de Luisa Toledo:  El nombre de Luisa Toledo tiene un peso histórico que transciende a su muerte, y que ha acompañado, y acompañará, toda tentativa de subversión radical en el tiempo posterior a su muerte. Su historia, así como la de su familia, requiere un examen histórico y filosófico aparte, pero acá solo se señalará que su confrontación radical con el orden existente no puede ser reducida a un mero ejercicio de memoria —tal como es entendido por el sentido común democrático dominante—, sino que se trata de un verdadero acto colectivo de memoria histórica subversiva que inquieta todos los años —como una verdadera pesadilla viviente— a los gestores de la contrarrevolución en Chile en sus diferentes etapas históricas —dictadura, democracia, post-revuelta—. En consecuencia, su funeral tuvo una asistencia masiva que permitió evocar por algunas horas toda la potencia subversiva de la revuelta, tanto por el verdadero huracán de destrucción que recorrió el centro de la ciudad —minimizado y ocultado por la prensa oficial— como por el significado de dicha instancia para todas las personas que asistieron.

5.2 La subversión social, potencia subterránea en medio de la crisis

Ya sea bajo la forma de conmemoraciones de jornadas históricas de protesta —a la cual se ha agregado la del 18 de octubre—, como respuesta popular a la pauperización de la vida o contra la violencia policial, la protesta se ha convertido en una forma de manifestación del descontento social que ha ido evolucionando a través del tiempo y que ha adquirido sus propias costumbres: barricadas, ataques a comisarías, caceroleos, ollas comunes, incendio de edificios institucionales, etc. De esta manera, se ha convertido en una potencia subterránea y difusa que ha adquirido, desde nuestra perspectiva, un poder determinante en el acontecer cotidiano nacional y en el despliegue político e institucional actual en la medida en que gran parte de las políticas institucionales de mayor impacto social tomadas desde la esfera estatal incluyen siempre la consideración de evitar la reaparición masiva de la protesta.

La continuidad difusa de la revuelta durante el estado de excepción actual nos permite también elaborar conjeturas acerca de la permanencia de este como una medida político-económica que busca salvaguardar la paz social propia del capitalismo en medio de la actual convergencia entre crisis de valorización, crisis social y crisis sanitaria. Por consiguiente, los estados de excepción de 2019 y de 2020-2021 pueden ser interpretados como la consecuencia lógica de un auge ininterrumpido de la represión social y política en Chile durante la década previa, marcado por la aprobación de leyes que apuntaban hacia la ampliación de las facultades legales de la policía -es decir, fusión del Estado de excepción con la normalidad-, así como la criminalización de la protesta social mediante leyes como el control preventivo de identidad para jóvenes, la ley aula segura, entre otras, y el asesinato de activistas mapuche, ambientales y/o anticapitalistas por la policía durante los gobiernos de Lagos, Bachelet y Piñera[119].

Por otro lado, la coyuntura histórica abierta por el 18 de octubre de 2019 y los eventos que le siguen están marcados por una dialéctica de continuidad/discontinuidad con el periodo histórico previo. Por un lado, hay una continuidad con el programa de la “democracia protegida” establecido por la elite política-empresarial durante la dictadura cívico-militar, la cual subordina abiertamente el orden social al mercado, y consagrado en la constitución de 1980 por Jaime Guzmán[120]. Por otro lado, hay una ruptura en la medida en que la dictadura democrática abierta por el periodo de transición -marcada por la continuidad del modelo económico, político y social legado de la dictadura – entró en crisis con el surgimiento de la revuelta y, desde entonces, ha tenido un lugar un proceso de refundación constitucional que tiene como hitos fundamental el proceso constituyente acordado por la elite política-empresarial a partir del 15 de noviembre de 2019 y la llega al poder de Gabriel Boric. No obstante, la presencia -ininterrumpida desde marzo de 2020- de estados de excepción en diferentes zonas del país -hoy operativos en el Wallmapu y en el norte de Chile-, justificados, primero, para combatir la crisis sanitaria y, luego, para el combate de la subversión social y la crisis migratoria, le agrega una dimensión autoritaria abierta al orden democrático actual que ha llegado para quedarse.

  1. Conclusiones.

«El progreso revolucionario no se abrió paso con sus conquistas directas tragicómicas, sino, por el contrario, engendrando una contrarrevolución cerrada y potente, engendrando un adversario, en la lucha contra el cual el partido de la subversión maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente revolucionario» Karl Marx (1851), Las luchas de clases en Francia desde 1848 a 1850.

Exceptuando unas pocas publicaciones, la amplia mayoría del sector anticapitalista chileno se debate entre aceptar la derrota de la revuelta o querer revivir torpemente el espíritu de octubre de 2019. Pero lo que comenzó a sucumbir desde el 15 de noviembre de 2019 en adelante en adelante no era el contenido negativo del estallido revolucionario de octubre como tal, sino todo la anquilosada herencia de los ciclos anteriores de lucha, esto es, de todo aquello que precisamente no es la revolución: personas, ilusiones, ideas, proyectos de los que no estaba -ni aún está- libre el partido de la subversión antes de octubre y de los que no podía liberarse sino solamente a través de la actual serie de derrotas. En este sentido, y para contribuir a la formación de una praxis y una teoría anticapitalista coherente al respecto, se puede concluir lo siguiente:

1) Nos encontramos en una etapa de crisis socioecológica del capitalismo, cuyo desmoronamiento, posible superación o recaída de la humanidad en la barbarie marcarán la historia del siglo XXI[121]. De allí también la impostura -en la medida en que carecen de una base material acorde a la situación actual del capitalismo mundial- de las posiciones progresistas, soberanistas o de corte redistributivo que reclamó la dimensión conservadora de la revuelta social (mejor sistema de pensiones, nacionalización de los “recursos naturales”, gratuidad de la educación, entre otras). No es casualidad que el gobierno de Piñera no haya entregado ninguna alternativa de mejora concreta en alguna esas problemáticas, ni tampoco que su continuador Boric diera evidentes señales de no realizar ninguna reforma significativa en cuanto a la mejora en las condiciones materiales de sobrevivencia de la clase asalariada. En realidad, no se trata solamente de intentar mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora —dentro de los marcos que permite la lógica de la valorización del capital—, sino de superar la socialización capitalista como tal, esto es, superar los marcos del capital y del trabajo y pensar una sociedad post-capitalista fundada en la riqueza material y la satisfacción de las necesidades. En consecuencia, el movimiento de subversión social creado por la revuelta sólo podrá superarse en la praxis si es capaz de llevar a cabo una crítica categorial y profunda del sistema, planteando así alternativas emancipadoras. En este sentido, teoría crítica radical y medidas comunistas concretas se requieren y necesitan las unas a las otras, porque en la proliferación de la barbarie en medio del colapso solo un movimiento subversivo capaz de plantear una alternativa emancipadora concreta —esto es, capaz de satisfacer necesidades colectivas— podrá prolongar duraderamente un proceso de subversión radical de la sociedad capitalista en crisis.

2) Por consiguiente, es necesario que la crítica marxiana sea capaz de leer, a partir de las categorías de análisis propias de la crítica de la economía política, el momento histórico presente y las posibilidades de emancipación o de barbarie que se abren con la crisis de valorización del capitalismo mundial. No se trata de un problema de consciencia, de adoptar la teoría correcta, sino de que la superación de la sociedad capitalista solamente puede surgir de una ruptura colectiva en la práctica con la socialización capitalista y, por ende, de las determinaciones sociales e históricas que le son propias. En efecto, tal es la conditio sine qua non de toda emancipación social en nuestro contexto histórico actual: “…precisamente porque se trata de una relación social abstracta, [el capital] solo puede ser superado a través de una ruptura categorial, que implica el desvelamiento social de su lógica de conjunto”[122].Tender puentes entre las formas conceptuales de la realidad y las personas, entre la expresión teórica del movimiento real de la sociedad y la sociedad misma es, desde nuestra perspectiva, una de las tareas actuales más importantes -y considerando el contexto urgente- del pensamiento crítico contemporáneo. Es ahí que, desde el enfoque esbozado en este artículo, buscamos señalar la profundidad de la crisis actual y su relación con la revuelta en la región chilena contribuyendo, de esta forma, a delimitar los presupuestos de una praxis emancipadora adecuada al contexto ya señalado.

3) La administración capitalista de la pandemia a escala nacional y global ha evidenciado colectivamente el carácter sacrificial del totalitarismo económico contemporáneo, en el que las poblaciones son sacrificadas para la continuidad de la marcha destructiva de la economía capitalista[123]. No se trata, como creen las corrientes adeptas a las conspiraciones, de un exterminio planificado en secreto por malvados capitalistas que dominan ocultos a la sombra del estado, sino del dominio abierto de la economía capitalista y de sus particulares leyes cosificadas, que ponen al fin en sí mismo irracional de la ganancia y de la valorización del valor por encima de la vida humana y natural como el presupuesto mismo de su existencia. La célebre “mano invisible” del mercado, que arrastra de manera anónima a unos al éxito y otros a la miseria, es la misma que en medio de la pandemia arrastra a decenas de miles de personas a la tumba.

Robert Kurz tenía, entonces, razón cuando homologaba a los burócratas económicos y políticos de la institucionalidad capitalista actual con los sacerdotes aztecas de antaño[124], sólo que los primeros son muchos más terribles que los segundos en tanto que sacrifican al conjunto de la humanidad al fetiche de la valorización del valor como un fin en sí mismo:

“La ultima ratio [razón última] de exterminio y autoexterminio es la primera y última palabra del capitalismo. Esta solamente podría llegar a denominarse «apocalipsis» con ciertas condiciones. Porque las ideas religiosas y míticas del colapso del mundo en el pasado contenían siempre la promesa del surgimiento de otro mundo rejuvenecido. Sin embargo, los sacerdotes del sistema de terror económico de la «economía de mercado y la democracia» ya ni siquiera son apocalípticos —en el sentido original del término—, a pesar de la incontrolable crisis mundial de este modo de producción y de vida. El espíritu del tiempo [zeitgeist] «biopolítico» de la competencia de odio embrutecida aparece como un Spengler renacido; y el Ragnarök neoliberalmente mediado podría tener éxito como destrucción «molecular» endémica de la sociedad humana en general. El credo del capitalismo [das kredo des kapitalismus], la mayor secta apocalíptica de todos los tiempos objetivada en sistema mundial total, reza así: «después de este mundo, no vendrá ningún otro»”[125].

4) La continuidad difusa de la subversión social heredada de la revuelta, que se manifiesta a través de diferentes formas de protesta y/o iniciativas solidarias para el combate de la precarización económica, permanece como una potencia subterránea que alimenta la prolongación en el tiempo del estado de excepción —abierto o encubierto— como una medida represiva aceptada por la elite estatal como estrategia preventiva de un nuevo auge y generalización de la protesta social en la región chilena.  No es por casualidad, empero, que incluso organismos internacionales reconocen que la gestión gubernamental de la pandemia por el gobierno de Piñera no ha significó en modo alguno una pausa en su estrategia represiva, sino que, por el contrario, esta incluso se ha agravó bajo la forma de persecución a individualidades disidentes u organizaciones sociales autónomas[126]. A este respecto, el gobierno de Boric ha mantenido una continuidad que se ha expresado en represión masiva en las calles desde el día en que asumió su mandato, pasando por la represión a las protestas estudiantes, hasta la intensificación de la represión por parte de la policía militarizada en territorio mapuche.

Pese a la disminución relativa y absoluta de su intensidad, tal movimiento ha sido la causa fundamental en la alteración del orden democrático actual, que ha pasado desde la democracia protegida heredada de la dictadura cívico-militar —o estado de excepción encubierto— hacia la implementación del estado de excepción abierto

Tristemente, se ha generalizado el retorno a una nueva normalidad catastrófica y sacrificial marcada por los ritmos del trabajo y del mercado en condiciones aún más alienantes y riesgosas que aquellas que vieron nacer a la revuelta social, y con ella han retornado también las miserias sociales que le son inherentes —el suicidio de una joven de 15 años en medio de un mall repleto de personas que no detuvo las ventas por su muerte, es el testimonio crudo de ello—. Pero las cosas han cambiado definitivamente. Ayer, se echaba la culpa a la depresión y al estrés del malestar profundo que recorría nuestra sociedad; hoy sabemos -y así fue escrito en las calles de toda la región chilena- que no era depresión, era simplemente el mundo creado por y para el capitalismo. Ya nada volverá a ser igual, porque la revuelta hizo suya una bandera radical —que testimonia de manera perfecta nuestra afirmación acerca de la revuelta como puesta en marcha del retorno de lo reprimido—, y que es quizás una primera manifestación del lenguaje con el que se escribirá el nuevo “Manifiesto” de nuestra época: “Hasta que la vida merezca la pena ser vivida”.

Referencias bibliográficas

 

Agambem, G. (2006). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida (I). Valencia: Pre-Textos.

Amnistía Internacional. (2021). La situación de los derechos humanos en el mundo – Informe 2020/2021. Londres: Amnistía.

Andrade, C. (2019). ¿Cuánto más soporta el Pilar Solidario? La experiencia de la vejez en el Chile actual. En K. Araujo, Hilos Tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 217 – 242). Santiago de Chile: Editorial USACH.

Arias, P. (02 de Noviembre de 2020). Chile: in-seguridad en tiempos de pandemia. Animal Político.

Bacigalupe, G., González, R., Cuadrado, C., Sandoval, V., & Farias, C. (06 de Junio de 2020). El desastre está aquí. Ciper Académico.

Banco Mundial. (2021). Chile: Panorama general. Banco Mundial.

BBC Mundo. (19 de Mayo de 2020). Coronavirus en Chile: las imágenes de las protestas en Santiago por la difícil situación económica creada en Chile por la pandemia de covid-19. BBC Mundo.

BBC Mundo. (4 de Octubre de 2020b). Joven cae al Mapocho: indignación en Chile al precipitarse al río un menor desde 7 metros de altura tras ser empujado por un policía. BBC Mundo.

Benjamin, W. (2007). Sobre el concepto de historia. En Conceptos de filosofía de la historia (págs. 65 – 76). Buenos Aires: Terramar .

Blaumachen. (2011). “El periodo transitorio de la crisis: la era de las revueltas». Blaumachen(5), 13 – 46.

Camatte, J., & Collu, G. (1969). Transición. Invariance.

Cardoso, N. (2019). A “Primeira Versão” da Teoria da Crise de Marx: a queda da massa de mais-valia social e o limite interno absoluto do capital. Estudios Economicos, 49(No. 1), 163 – 203.

Ceballos, C. (08 de Abril de 2020). Socio de LarrainVial: “No podemos seguir parando la economía, debemos tomar riesgos, y eso significa que va a morir gente”. El Desconcierto.

CEDEUS. (2019). Las inequidades de la movilidad urbana. Brechas entre los grupos socioeconómicos. Santiago de Chile: CEDEUS.

Cisternas, M. (18 de Mayo de 2020). Otra vez las mujeres: las ollas comunes contra la desesperación en tiempos de crisis. Diario UChile.

CNN. (2020). 5 momentos que dejó la entrevista a Mario Desbordes en Tolerancia Cero. Santiago de Chile: CNN.

CNN. (19 de Marzo de 2021). Guevara: “No hay ​ningún dato que permita señalar que el transporte público es un foco de contagio”. CNN.

CNN Chile. (18 de Octubre de 2020). Resumen completo del aniversario del 18-O: De la protesta pacífica a la quema de iglesias. CNN Chile.

Comunidad de Lucha. (2018). Saltar el torniquete de la no-vida. Santiago de Chile.

Comunidad de Lucha. (2019). La rebelión estudiantil y la revolución social que se avecina. Santiago de Chile.

Cooperativa. (16 de Abril de 2020). Cámara de Comercio de Santiago: No podemos matar la actividad económica por salvar vidas, después lamentaremos que gente muera de hambre. Cooperativa.cl.

Cortés, J. (2020). La violencia venga desde donde venga. Santiago de Chile: Vamos hacia la vida.

Debord, G. (2005). Informe sobre la construcción de situaciones. Bifurcaciones, 1 – 13.

Debord, G. (2006). El planeta enfermo. Barcelona: Editorial Anagrama.

Diario UChile. (18 de Mayo de 2020b). Con represión incluida: vecinos de El Bosque protestan por la falta de alimentos en cuarentena. Diario UChile.

Diario UChile. (06 de Febrero de 2021). Panguipulli en llamas: violentas protestas por muerte de malabarista a manos de Carabineros. Diario UChile.

EFE. (25 de Octubre de 2020). Plebiscito en Chile: «Grupos minoritarios» buscan boicotearlo, según Piñera. El País.

EFE. (2021 de Abril de 2021). El virus azota a Chile. Hospitales colapsan. Un 83% de la población es confinada. Cierran fronteras. SinEmbargo.

El Mostrador. (12 de Octubre de 2020b). Madre de joven lanzado al río Mapocho refuta versión de carabinero imputado: «Esto no fue un accidente, fue un homicidio frustrado, los videos hablan por sí solos». El Mostrador.

El Mostrador. (5 de Febrero de 2021). Asesinato de joven malabarista en Panguipulli: mundo político condena crimen y reabre debate por “refundación” de Carabineros. El Mostrador.

Figueroa, N. (31 de Marzo de 2021). La última protesta de Ángela: La historia de la mujer atropellada por un conductor ebrio en Colina. El Desconcierto.

Fiscalia Nacional. (2020). Observatorio del Narcotráfico – Informe 2020. Santiago de Chile: Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicos.

Fisher, M. (2019). Realismo Capitalista ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra Editora.

Fosa, L. (21 de Marzo de 2021). Las arbitrariedades sanitarias del gobierno que no tienen una explicación clara. Interferencia.

Gárate, M. (2012). La revolución capitalista de Chile (1973 – 2003). Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado.

Garcés, M. (2019). Estallido social en el Chile neoliberal III. Santiago de Chile: OngECO.

Garcés, M. (2019b). Estallido social en el Chile neoliberal III . Santiago de Chile: OngECO.

Gómez Leyton, J. C. (2004). La frontera de la democracia: el derecho de propiedad en Chile, 1925-1973 (Primera ed.). Santiago de Chile: LOM.

Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. (2019). Calentamiento global de 1,5°C. Internacional: IPCC.

Harris, J. E. (2020). The subways seeded the massive Coronavirus epidemic in New York. National Bureau of Economic Research.

Instituto Nacional de Derechos Humanos. (2019). Informe Anual: Sobre la situación de los Derechos Humanos en Chile en el contexto de la crisis social (17 Octubre – 30 Noviembre). Santiago de Chile: INDH.

Jappe, A. (2015). Resforestar la imaginación. En J. Maiso, J. Rojo, & A. Jappe, Criticar el valor, superar el capitalismo (págs. 45 – 72). Madrid: Enclave Libros.

Jappe, A. (2016). Las aventuras de la mercancía. Madrid: Pepitas de calabaza.

Jappe, A. (2018). Hacia una historia de la crítica del valor. Nombres: Revista de Filosofía., 103 – 122.

Jappe, A. (2019). La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción. Madrid: Pepitas de calabaza.

Jappe, A., Homs, C., Aumercier, S., & Zacarías., G. (2020). De Virus Illustribus – Crise du Coronavirus et Epuisement Structurel du Capitalisme. París: Crise & Critique.

Jara, I. (2013). «Una nación de propietarios, no de proletarios”. La retórica intelectual dela dictadura chilena sobre las clases sociales y la clase media. En A. Candina (Ed.), La frágil clase media. Estudios sobre grupos medios en el Chile contemporáneo. (págs. 71 – 84). Santiago de Chile: LOM.

Jiménez, P. (2021). La revuelta social en la región chilena en el contexto de la crisis del valor. Revista Revueltas, 1(3), 103 – 126.

Kurz, R. (2002). Schwarzbuch Kapitalismus: Ein Abgesang auf die Marktwirtschaft. Franfurt am Main: Ullstein Taschenbuchverlag .

Kurz, R. (2003). Weltordnungskrieg: das Ende der Souveränität und die Wandlungen des Imperialismus im Zeitalter der Globalisierung. Bad Honnef: Horlemann Verlag.

Kurz, R. (2014). Dinheiro sem valor: linhas gerais para uma transformaçao da crítica da economia política. Lisboa: Antígona.

Kurz, R. (2016). El colapso de la modernización. Buenos Aires: Editorial Marat.

La Tercera. (2019). Detalle de los saqueos: 115 en supermercados, 34 en tiendas y 13 en farmacias. Santiago de Chile: La Tercera.

Leighton, H., & Segovia, M. (26 de Diciembre de 2019). El fracaso de Guevara, los costos del «copamiento preventivo» que pagará el intendente con su capital político. El Mostrador.

Macías, A. (2017). El colapso del capitalismo tecnológico. Madrid: Escolar & Mayo Editores.

Marx, K. (2009). El Capital. El proceso de producción del capital. Tomo I/ Vol. 3 (8va ed.). Iztapalapa: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2010). Elementos fundamentales para la crítica de la economí política (Grundrisse) 1857 ~ 1858 (2). México D.F.: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2010b). La Comuna de París. Madrid: Akal.

Marx, K. (2016). El Capital. El proceso de producción del capital. Tomo I/ Vol. 2. Madrid: Siglo XXI.

Marx, K. (2018). El Capital, Tomo I. El proceso de producción del capital. Tomo I / Vol. 1 (9na ed.). Madrid: Siglo XXI editores.

Massai, N. (21 de Febrero de 2021). Muerte de Emilia Herrera en Panguipulli: los correos desatendidos por el gobierno que buscaban evitar la escalada del conflicto. Ciper Chile.

Ministerio del Interior y Seguridad Pública. (2020). Ministro Pérez informa casi 700 detenidos tras jornada 18-O. Santiago de Chile: Ministerio del Interior y Seguridad Pública.

MINSAL . (2021b). Reporte Diario COVID-19. Santiagod de Chile: MINSAL.

MINSAL. (2021). Reporte Diario 03 de Abril de 2021. Santiago de Chile: MINSAL.

Miranda, B., & Pérez, G. (03 de Marzo de 2021). Documentos policiales reservados: al menos 40 carabineros fueron investigados por nexos con narcos y asaltantes entre 2014 y 2016. Ciper Chile.

Nasioka, K. (2017). Ciudades en insurrección: Oaxaca 2006 / Atenas 2008 (Primera ed.). México D.F.: Editorial Cátedra Jorge Alonso.

Pérez-Roa, L. (2019). Consumo, endeudamiento y economía doméstica: una historia en tres tiempos para entender el estallido social. En K. A. (edit)., Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 86 – 106.). Santiago de Chile.: Editorial USACH. P.

Pontalis, J.-B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Lanús: Paidós.

Prieto, H. (2014). Los gorilas estaban entre nosotros (segunda ed.). Santiago de Chile: Editorial Viejo Topo.

Rasse, A. (2019). La crisis de la vivienda: entre el derecho social y la oferta inmobiliaria. . En K. A. (edit)., Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 107 – 126.). Santiago de Chile. : Editorial USACH. P. .

Resumen.cl. (30 de Marzo de 2021). Ataques a comisarías, violencia policial y la muerte de una mujer marcaron jornada por el Día del Joven Combatiente. Resumen.cl.

Ríos, C., & Cifuentes, L. (07 de Abril de 2020). El relato de los trabajadores de delivery que viven la pandemia sin acceso a baños ni elementos de protección. CIPER Chile.

Rivera, Y. (20 de Febrero de 2021). Cronología de un asesinato en Paguipulli: La muerte de Emilia no será en vano. Página 19.

Rojas, T., & Díaz, F. (29 de Marzo de 2021). Disturbios marcan Día del Joven Combatiente en varios puntos de la RM. BioBio Chile.

Rompere Le Righe. (2010). Ejércitos en las calles. Algunas cuestiones en torno al informe «Urban Operations in the Year 2020» de la OTAN. Barcelona: Bardo Ediciones.

Samol, P. (2019). El narcisismo como norma. La deformación psíquica en la sociedad capitalista moderna. Widerspruch. Beiträge zu sozialistischer Politik, 71 – 78.

Sanhueza, C. (2019). «No lo vimos venir». Los expertos bajo escrutinio. En M. Folchi (Ed.), Chile despertó: Lecturas desde la Historia del estallido social de octubre. (págs. 43 – 52). Santiago de Chile: Universidad de Chile.

Schwab, K. (2011). La cuarta revolución industrial. Madrid: Debate.

Stecher, A., & Sisto, V. (2019). Trabajo y precarización laboral en el Chile neoliberal. Apuntes para comprender el estallido social de octubre 2019. En K. A. (edit), Hilos tensados. Para leer el octubre chileno (págs. 37 – 82). Santiago de Chile: Editorial USACH.

Trejo, C. (15 de Mayo de 2021). La inversión antiprotesta de Chile supera los 15 millones de dólares en plena pandemia. Sputnik.

Trenkle, N. (2018). El trabajo en la era del capital ficticio. Sociología Histórica(9), 147 – 162.

Vargas, F. (19 de Mayo de 2020). Altos niveles de pobreza y una larga cuarentena: Los factores que complican a los vecinos de El Bosque. El Mercurio.

Vergara, J. (2007). La “democracia protegida” en Chile. Revista de Sociología (21), 45 – 52.

Villa, C. (07 de Octubre de 2020). Gonzalo Bacigalupe por supuesta manipulación de cifras del Minsal: “Hay más interés en controlar a la población que en controlar el contagio”. Diario UdeChile.

Villalobos-Ruminott, S. (2020). La devastación neoliberal: el virus como síntoma. Revista Castalia(35), 3 – 23.

Waissbluth, M. (2020). Orígenes y evolución del Estallido Social en Chile. Versión 1. Santiago: Centro de Estudios Públicos.

Zizek, S. (2020). Pandemia. La covid-19 remece al mundo. Barcelona: Anagrama.

Notas.

[1] Este texto es una versión modificada y actualizada de un texto escrito para la Cátedra Jorge Alonso en el marco de una serie de ponencias tituladas Insurrecciones anticapitalistas en el siglo XX y XXI. Puede encontrarse el video de la instancia en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=5LPeBDZDT6g. El texto original y los ensayos del resto de las expositoras lo encontramos aquí:  http://comunizar.com.ar/wp-content/uploads/La-lucha-por-la-vida-en-las-ciudades.pdf .

[2] A este respecto, existe una amplia literatura que, desde diversas perspectivas teóricas. En cuanto a la teoría del límite interno del capitalismo, de crisis de valorización por desustancialización del capital, la denominada Nueva Crítica del Valor -que agrupa diferentes tendencias- es una de las corrientes que más ha contribuido a rescatar la teoría marxiana de la crisis. Recomendamos leer algunos de los siguientes textos: Robert Kurz, Dinheiro sem valor: linhas gerais para uma transformaçao da crítica da economia política (Lisboa: Antígona, 2014), [2] Robert Kurz, El colapso de la modernización. Del derrumbe del socialismo de cuartel a la crisis de la economía mundial (Buenos Aires: Editorial Marat, 2016), Robert Kurz, La sustancia del capital (Madrid: Enclave, 2021), Moishe Postone, Tiempo, trabajo y dominación social: Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx (Barcelona: Marcial Pons, 2006), Alfredo Macías Vasquez, El Colapso del capitalismo tecnológico (Madrid: Escolar y Mayo, 2017), Anselm Jappe, La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción (Madrid: Pepitas de Calabaza, 2019), Konicz, T., 2017. Exit. Ideologías de la crisis. Madrid: Enclave y Nuno Cardoso Machado, “Primeira Versão” da Teoria da Crise de Marx: a queda da massa de mais-valia social e o limite interno absoluto do capital”, Estudios Economicos, 49 (No. 1).

[3] Cabe destacar, además, que desde que fue escrita la versión original de este texto han irrumpido nuevas revueltas en diferentes partes del mundo. La revuelta de Kazajistán que abrió el año 2022, fue brutalmente reprimida por la acción terrorista conjunta del Estado Kazajo y el Kremlin. Por otro lado, mientras se escriben estas líneas se desarrollan violentas protestas en Perú debido al alza generalizada de los precios de los alimentos y del combustible, lo que permite prever que ha medida que se agudice el fenómeno inflacionario internacional -provocado por la crisis estructural del capitalismo, la pandemia de Coronavirus, la guerra en Ucrania que ya ha adquirido un carácter global, el cambio climático, entre otros factores- habrán más estallidos de revueltas, especialmente en las regiones periféricas del capitalismo global.

[4] Sobre este punto en particular, recomendamos revisar el texto Capital y patriarcado: la escisión del valor (Santiago de Chile: Mímesis ediciones, 2020). Cabe destacar que en los últimos 2 años el numero de agresiones contra las mujeres en Chile ha aumentado de manera vertiginosa, existiendo una cantidad notable de estudios al respecto.

[5] En Chile, debido a su particular proceso de modernización e inserción económica en el mercado capitalista mundial, el cambio climático se ha manifestado con particular fuerza bajo la forma de una sequía de 13 años ininterrumpidos. Es decir, debido a la configuración extractivista de una economía nacional de carácter marcadamente primario exportado, está condenada a crear valor (riqueza abstracta) a costa de socavar la riqueza material. Tenemos aquí la base material e histórica de diversos conflictos al interior de la región chilena, particularmente en territorio Mapuche, que nos permiten entrever que en el futuro cercano -así como ya sucede en el presente en diferentes partes de Chile y el mundo- la lucha anticapitalista estará directamente ligada a la lucha por la supervivencia.

[6] En este sentido, es importante señalar que, pasados unos meses del estallido de la revuelta, asistimos a una aparición masiva de diferentes estudios académicos acerca del proceso iniciado en octubre. Lamentablemente, y hasta donde alcanza nuestro entendimiento, ninguna de esas investigaciones, muchas de las cuales aportan valiosos datos empíricos y perspectivas transdiciplinares, tiene como eje articulador una perspectiva histórica fundamentada en la crítica de la economía política; es decir, capaz de trascender el sociologismo propio de la Academia.

[7] Existe una versión primitiva de este análisis que fue escrito para la Revista Revueltas del Nucleo de Historia Social Popular y Autoeducación Popular de la Universidad de Chile, en el cual señalaba la importancia de situar la revuelta social en Chile en el contexto de la crisis de valorización del capitalismo mundial. Dicho texto puede ser encontrado en el siguiente link: http://revistarevueltas.cl/ojs/index.php/revueltas/article/view/32/27

[8] [8] La Nueva Crítica del Valor es una corriente teórica surgida a finales del S. XX. Sus principales impulsores -Robert Kurz, Moishe, Roswitha Scholz, Anselm Jappe, Ernst Lohoff entre otros/as autores/as- han desarrollado una reactualización creativa de la obra de Marx que se caracteriza por:  “Una crítica despiadada a todas las variaciones del capitalismo (…), acompañada de una crítica igualmente despiadada a los enfoques tradicionales de la teoría anticapitalista: la lucha de clases y el proletariado como sujeto revolucionario, la defensa del trabajo y los trabajadores y la conceptualización del capitalismo como un modo de producción que consiste esencialmente en la dominación de la “clase capitalista” que posee los medios de producción” Anselm Jappe, “Hacia una historia de la crítica del valor”. Nombres: Revista de Filosofía, 109.

[9] Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía (Madrid: Pepitas de calabaza, 2016).

[10] Jappe, La sociedad autófaga.

[11] Ibídem.

[12] Macías, El colapso del capitalismo tecnológico, 20.

[13] Marx, El Capital, cap. 1.

[14] Jappe, La sociedad autófaga, 19.

[15] Marx, El Capital. Tomo I. V.1., 88.

[16] Ibídem.

[17] Ibídem.

[18] Ibíd., 89.

[19] Ibídem.

[20] Anselm Jappe, La sociedad autófaga, 20 -22.

[21] Karl Marx, 2010. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857 ~ 1858 (2), (Madrid: Siglo XXI), p. 229.

[22] Marx, El Capital. Tomo I. V.1., 91.

[23] Karl Marx, El Capital. Libro I Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de producción (Iztapalapa: Siglo XXI, 2011), 7.

[24] Ibíd., p. 17.

[25] Marx, El Capital. Tomo I. V.1., 91.

[26] Macías, El colapso del capitalismo tecnológico.

[27] Nuno Cardoso Machado, “Primeira Versão” da Teoria da Crise de Marx.

[28] Ibíd, p. 179.

[29] Macías, El colapso del capitalismo tecnológico.

[30] Nuno Cardoso Machado, “Primeira Versão” da Teoria da Crise de Marx.

[31] Este fenómeno ha sido constatado, aunque desde una perspectiva diferente a la de la Nueva Crítica del Valor, por la Revista Theorie Communiste.

[32] Jappe, La sociedad autófaga.

[33] Kurz, El colapso de la modernización.

[34] Robert Kurz, Weltordnungskrieg: das Ende der Souveränität und die Wandlungen des Imperialismus im Zeitalter der Globalisierung (Bad Honnef: Horlemann Verlag, 2003).

[35] Jappe, La sociedad autófaga, 307.

[36] Ibíd., p. 310.

[37]Anselm Jappe, 2015. «Resforestar la imaginación.» En Criticar el valor, superar el capitalismo, de Jordi Maiso, José Rojo y Anselm Jappe, 45 – 72. (Madrid: Enclave Libros).

[38] Konicz, Exit. Ideologías de la crisis.

[39] Jappe, La sociedad autófaga.

[40] Macías, El colapso del capitalismo tecnológico, 217.

[41] Sobre este punto en particular existe una amplia y rica bibliografía desde un punto de vista marxiano que no se puede limitar a un solo autor, sino que remite a una serie compleja de aportes que abordan el problema desde diferentes perspectivas. Entre ellos es necesario destacar: Naomi Klein, Esto lo Cambia Todo: El Capitalismo Contra el Clima (Barcelona: Paidós, 2015); Ashley Dawson, Extinction: A Radical History (Nueva York: OR Books, 2016) y John Bellamy Foster, La ecología de Marx: Materialismo y Naturaleza (España: El Viejo Topo, 2004). Por otro lado, los sucesivos informes del IPCC contienen un rico material empírico y estadístico que merecen la atención de la teoría crítica en particular, y de la población en general.

[42] Guy Debord, 2006. El planeta enfermo (Barcelona: Editorial Anagrama), p. 80.

[43] Marx, El Capital, 325.

[44] Kurz, R., 2002. Schwarzbuch Kapitalismus: Ein Abgesang auf die Marktwirtschaft. (Franfurt am Main: Ullstein Taschenbuchverlag), p. 437.

[45] Konicz, Exit. Ideologías de la crisis.

[46] Jappe, La sociedad autófaga.

[47] Samol, P. (2019). El narcisismo como norma. La deformación psíquica en la sociedad capitalista moderna. Widerspruch. Beiträge zu sozialistischer Politik, 71 – 78.

[48] Fisher, M., 2019. Realismo Capitalista ¿No hay alternativa? (Buenos Aires: Caja Negra Editora).

[49] Roswitha Scholz, Capital y Patriarcado.

[50] Robert Kurz, Weltordnungskrieg.

[51] Jappe, A., Homs, C., Aumercier, S., & Zacarías., G. (2020). De Virus Illustribus – Crise du Coronavirus et Epuisement Structurel du Capitalisme. (París: Crise & Critique).

[52] Rompere Le Righe. (2010). Ejércitos en las calles. Algunas cuestiones en torno al informe «Urban Operations in the Year 2020» de la OTAN (Barcelona: Bardo Ediciones).

[53] Konicz, Exit. Ideologías de la crisis, 186.

[54] Ibídem.

[55] He realizado un análisis más detallado de este proceso particular en La guerra de descomposición del capitalismo ruso que posee 2 versiones. Una, original, en la web de Asedio (Link:  https://asedio.org/2022/03/06/la-guerra-de-descomposicion-del-capitalismo-ruso/) y otro, ligeramente modificada para el periódico El ciudadano (https://www.elciudadano.com/columnas/ucrania-guerra-de-descomposicion-del-capitalismo-ruso-y-global/03/09/).

[56] Puede aquí establecerse una analogía con el antiguo movimiento obrero que, a través de décadas de luchas sociales y revoluciones, instauró ciertos mínimos civilizatorios -disminución de la jornada laboral, leyes laborales, salud, etc.- que han sido progresivamente desmanteladas desde su derrota en el siglo pasado. Por otro lado, el estallido del movimiento feminista en Chile efectivamente posee una dimensión subversiva que rompe los moldes de las relaciones cosificadas entre los sexos y que ha tendido, desde entonces, a denunciar y desnaturalizar prácticas patriarcales.

[57] Banco Mundial. (2021). Chile: Panorama general.

[58] Pérez-Roa, L. (2019). Consumo, endeudamiento y economía doméstica: una historia en tres tiempos para entender el estallido social. En K. A. (edit)., Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 86 – 106.). Santiago de Chile.: Editorial USACH. P.

[59] Andrade, C. (2019). ¿Cuánto más soporta el Pilar Solidario? La experiencia de la vejez en el Chile actual. En K. Araujo, Hilos Tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 217 – 242). Santiago de Chile: Editorial USACH.

[60] Rasse, A. (2019). La crisis de la vivienda: entre el derecho social y la oferta inmobiliaria. . En K. A. (edit)., Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 107 – 126.). Santiago de Chile. : Editorial USACH. P. .

[61] Pérez-Roa, L. (2019). Consumo, endeudamiento y economía doméstica: una historia en tres tiempos para entender el estallido social. En K. A. (edit)., Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. (págs. 86 – 106.). Santiago de Chile.: Editorial USACH. P.

[62] Stecher, A., & Sisto, V. (2019). Trabajo y precarización laboral en el Chile neoliberal. Apuntes para comprender el estallido social de octubre 2019. En K. A. (edit), Hilos tensados. Para leer el octubre chileno (págs. 37 – 82). Santiago de Chile: Editorial USACH.

[63] CEDEUS. (2019). Las inequidades de la movilidad urbana. Brechas entre los grupos socioeconómicos. Santiago de Chile: CEDEUS.

[64] Comunidad de Lucha (2018). Saltar el torniquete de la no-vida. Santiago de Chile.

[65] Véase Comunidad de Lucha. (2019). La rebelión estudiantil y la revolución social que se avecina. Santiago de Chile.

[66] Prieto, H. (2014). Los gorilas estaban entre nosotros (segunda ed.). Santiago de Chile: Editorial Viejo Topo.

[67] Jiménez, P. (2021) La revuelta social en Chile y la crisis de valorización del capitalismo mundial. Actuel Marx, N°29.

[68] Nasioka, K. (2017). Ciudades en insurrección: Oaxaca 2006 / Atenas 2008 (México D.F.: Editorial Cátedra Jorge Alonso), 26.

[69] Jappe, A. (2018). Hacia una historia de la crítica del valor.

[70] Nasioka, K. Ciudades en insurrección.

[71] Sanhueza, C. (2019). «No lo vimos venir». Los expertos bajo escrutinio. En M. Folchi (Ed.), Chile despertó: Lecturas desde la Historia del estallido social de octubre. (págs. 43 – 52). Santiago de Chile: Universidad de Chile.

[72] Debord, G. (2005). Informe sobre la construcción de situaciones. Bifurcaciones, 1 – 13.

[73] Instituto Nacional de Derechos Humanos. (2019). Informe Anual: Sobre la situación de los Derechos Humanos en Chile en el contexto de la crisis social (17 Octubre – 30 Noviembre). Santiago de Chile: INDH.

[74] En psicoanálisis, la expresión retorno de lo reprimido viene a significar el “proceso en virtud del cual los elementos reprimidos, al no ser nunca aniquilados por la represión, tienden a reaparecer” (Pontalis, 2004, pág. 388). En el marco de este escrito, retomamos esa expresión para ilustrar la dimensión subterránea de la revuelta, compuesta de un universo de deseos reprimidos que constituyen uno de los fundamentos de la dimensión explosiva y negativa de la revuelta.

[75] Waissbluth, M. (2020). Orígenes y evolución del Estallido Social en Chile. Versión 1. Santiago: Centro de Estudios Públicos.

[76] La Tercera. (2019). Detalle de los saqueos: 115 en supermercados, 34 en tiendas y 13 en farmacias. Santiago de Chile: La Tercera.

[77] Camatte, Transición [traducción de Federico Corriente].

[78] Marx, K. (2010). La Comuna de París (Madrid: Akal).

[79] Jara, I. (2013). «Una nación de propietarios, no de proletarios”. La retórica intelectual dela dictadura chilena sobre las clases sociales y la clase media. En A. Candina (Ed.), La frágil clase media. Estudios sobre grupos medios en el Chile contemporáneo. (págs. 71 – 84). Santiago de Chile: LOM.

[80] Gómez Leyton, J. C. (2004). La frontera de la democracia: el derecho de propiedad en Chile, 1925-1973 (Primera ed.). Santiago de Chile: LOM.

[81] Garcés, M. (2019b). Estallido social en el Chile neoliberal III . Santiago de Chile: OngECO.

[82] Ibíd, p. 6.

[83] Ibíd, p. 8.

[84] Ibidem.

[85] CNN. (2020). 5 momentos que dejó la entrevista a Mario Desbordes en Tolerancia Cero. Santiago de Chile: CNN.

[86] Benjamin, W. (2007). Sobre el concepto de historia. En Conceptos de filosofía de la historia (Buenos Aires: Terramar), p. 69.

[87] Agambem, G. (2006). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida (I) (Valencia: Pre-Textos), p. 156.

[88] Ibíd., 212.

[89] Kurz, Weltordnungskrieg.

[90] Jappe, A., Homs, C., Aumercier, S., & Zacarías., G. (2020). De Virus Illustribus – Crise du Coronavirus et Epuisement Structurel du Capitalisme. París: Crise & Critique.

[91] Ibídem.

[92] Ibídem.

[93] Villa, C. (07 de Octubre de 2020). Gonzalo Bacigalupe por supuesta manipulación de cifras del Minsal: “Hay más interés en controlar a la población que en controlar el contagio”. Diario UdeChile.

[94] Trejo, C. (15 de Mayo de 2021). La inversión antiprotesta de Chile supera los 15 millones de dólares en plena pandemia. Sputnik.

[95] Ríos, C., & Cifuentes, L. (07 de Abril de 2020). El relato de los trabajadores de delivery que viven la pandemia sin acceso a baños ni elementos de protección. CIPER Chile.

[96] EFE. (2021 de Abril de 2021). El virus azota a Chile. Hospitales colapsan. Un 83% de la población es confinada. Cierran fronteras. SinEmbargo.

[97] Bacigalupe, G., González, R., Cuadrado, C., Sandoval, V., & Farias, C. (06 de Junio de 2020). El desastre está aquí. Ciper Académico.

[98] Leighton, H., & Segovia, M. (26 de Diciembre de 2019). El fracaso de Guevara, los costos del «copamiento preventivo» que pagará el intendente con su capital político. El Mostrador.

[99] CNN. (19 de Marzo de 2021). Guevara: “No hay ​ningún dato que permita señalar que el transporte público es un foco de contagio”. CNN.

[100] Cooperativa. (16 de Abril de 2020). Cámara de Comercio de Santiago: No podemos matar la actividad económica por salvar vidas, después lamentaremos que gente muera de hambre. Cooperativa.cl.

[101] Marx, K. (2009). El Capital. El proceso de producción del capital. Tomo I/ Vol. 3 (8va ed.). Iztapalapa: Siglo XXI Editores.

[102] Ceballos, C. (08 de Abril de 2020). Socio de LarrainVial: “No podemos seguir parando la economía, debemos tomar riesgos, y eso significa que va a morir gente”. El Desconcierto.

[103] Zizek, S. (2020). Pandemia. La covid-19 remece al mundo. Barcelona: Anagrama.

[104] Fisher, M. (2019). Realismo Capitalista ¿No hay alternativa? (Buenos Aires: Caja Negra Editora), p. 22.

[105] BBC Mundo. (19 de Mayo de 2020). Coronavirus en Chile: las imágenes de las protestas en Santiago por la difícil situación económica creada en Chile por la pandemia de covid-19. BBC Mundo.

[106] Vargas, F. (19 de Mayo de 2020). Altos niveles de pobreza y una larga cuarentena: Los factores que complican a los vecinos de El Bosque. El Mercurio.

[107] Ibídem.

[108] Diario UChile. (18 de Mayo de 2020b). Con represión incluida: vecinos de El Bosque protestan por la falta de alimentos en cuarentena. Diario UChile.

[109] Cisternas, M. (18 de Mayo de 2020). Otra vez las mujeres: las ollas comunes contra la desesperación en tiempos de crisis. Diario UChile.

[110] El Mostrador. (12 de Octubre de 2020b). Madre de joven lanzado al río Mapocho refuta versión de carabinero imputado: «Esto no fue un accidente, fue un homicidio frustrado, los videos hablan por sí solos». El Mostrador.

[111] Ministerio del Interior y Seguridad Pública. (2020). Ministro Pérez informa casi 700 detenidos tras jornada 18-O. Santiago de Chile: Ministerio del Interior y Seguridad Pública.

[112] CNN Chile. (18 de Octubre de 2020). Resumen completo del aniversario del 18-O: De la protesta pacífica a la quema de iglesias. CNN Chile.

[113] EFE. (25 de Octubre de 2020). Plebiscito en Chile: «Grupos minoritarios» buscan boicotearlo, según Piñera. El País.

[114] Diario UChile. (06 de Febrero de 2021). Panguipulli en llamas: violentas protestas por muerte de malabarista a manos de Carabineros. Diario UChile.

[115] El Mostrador. (5 de Febrero de 2021). Asesinato de joven malabarista en Panguipulli: mundo político condena crimen y reabre debate por “refundación” de Carabineros. El Mostrador.

[116] Rivera, Y. (20 de Febrero de 2021). Cronología de un asesinato en Paguipulli: La muerte de Emilia no será en vano. Página 19.

[117] Resumen.cl. (30 de Marzo de 2021). Ataques a comisarías, violencia policial y la muerte de una mujer marcaron jornada por el Día del Joven Combatiente. Resumen.cl.

[118] Figueroa, N. (31 de Marzo de 2021). La última protesta de Ángela: La historia de la mujer atropellada por un conductor ebrio en Colina. El Desconcierto.

[119] Cortés, J. (2020). La violencia venga desde donde venga. Santiago de Chile: Vamos hacia la vida.

[120] Gárate, M. (2012). La revolución capitalista de Chile (1973 – 2003). Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado.

[121] Kurz, R. El colapso de la modernización.

[122] Macías, El colapso del capitalismo tecnológico, 219.

[123] Jappe y otros, De virus ilustribus.

[124] Robert Kurz, Dinheiro sem valor.

[125] Robert Kurz, Schwarzbuch Kapitalismus, 437.

 

[126] Amnistía Internacional. (2021). La situación de los derechos humanos en el mundo – Informe 2020/2021. Londres: Amnistía.

Publicado en Pablo Jiménez C. | Etiquetado , , , , , | Comentarios desactivados en Revuelta en la región chilena: un balance histórico-crítico.

Transición de la dominación formal de la cultura a la dominación real: socialización capitalista, industria cultural y materialización del fetichismo de la mercancía.

 

por Pablo Jiménez C.

Resumen:

El presente escrito tiene como objetivo historizar el proceso de dominación de la cultura por el capital en los términos de la crítica de economía política marxiana, fundamentando teóricamente la importancia de distinguir entre la dominación formal y real del modo de producción capitalista para la comprensión integral de las formas específicas de coerción y subjetividad que promueve. Para ello, se realiza un análisis crítico del concepto de industria cultural y de espectáculo en las obras de Adorno, Horkheimer y Guy Debord, que posibilita el entendimiento del proceso histórico de materialización efectiva del fetichismo de la mercancía y su extensión al conjunto de la sociedad.

Introducción[1].

La humanidad atraviesa actualmente una época de crisis generalizada, en la que convergen una serie de fenómenos críticos -pandemia, cambio climático, crisis migratorias, colapso psíquico, amenazas de guerra entre potencias capitalistas, entre otras- que en su conjunto forman una unidad contradictoria de esferas mutuamente influyentes entre sí que es posible denominar como crisis socioecológica de la civilización capitalista[2]. En la raíz de este proceso de crisis estructural del capitalismo, se encuentra la convergencia entre el proceso histórico de desustancialización del capital[3], la crisis de valorización de la relación social capitalista por pérdida de su sustancia -la explotación del trabajo vivo-, y el creciente alcance de los límites externos ecológicos para la reproducción ampliada del capitalismo[4]. Es decir, el capitalismo encuentra su punto de declive histórico en el preciso momento en el que se agota de manera creciente no solamente la sustancia del valor, sino también el mundo objetivo que ha sido devorado en favor de una abstracción social[5].

Sin embargo hoy, cuando se encuentran presentes todos los elementos objetivos que aseguran una próxima catástrofe, o más precisamente, que señalan que la especie humana se encuentra de lleno al interior de un proceso histórico de carácter catastrófico -véase en particular el último informe del IPCC que indica la irreversibilidad del cambio climático-, la sociedad global parece paralizada, impotente, frente al desastre objetivo creado por el movimiento autonomizado del capital: la sociedad contemporánea aparenta estar presa de un verdadero realismo capitalista que cancela el futuro e impide pensar una alternativa diferente a la socialización mercantil[6]. No obstante, a contrapelo de las tesis que afirman la inevitabilidad de la catástrofe, o de la socialización capitalista como necesidad que se ancla en la naturaleza misma de la especie humana, el presente escrito pretende retomar la senda de la teoría crítica que indaga las “condiciones subjetivas de la irracionalidad objetiva”[7] y que, por tanto, estudia, analiza y explica los mecanismos externos e internos de la dominación capitalista. En consecuencia, aquí se ensayará un esfuerzo explicativo de la constitución subjetiva actual desde la perspectiva de una historización de la evolución de la industria cultural capitalista en términos de la crítica de la economía política. En efecto, la problemática del texto residirá en la posibilidad de establecer -siguiendo los lineamientos teóricos legados por la Teoría Crítica y, en lo posible, ampliándolos- un vínculo entre el despliegue histórico de la industria cultural, la socialización capitalista y la estructura de las necesidades de los sujetos[8].

Para realizar este objetivo, el orden del presente escrito será el siguiente: 1) conceptualizar la industria cultural en términos de la teoría crítica, y fundamentar la importancia de los conceptos de subsunción formal y real para el análisis de la evolución histórica del modo capitalista de producción y de la extensión de su dominación al conjunto de la reproducción social -incluyendo, por supuesto, la cultura-; 2) analizar el proceso de formación de la industria cultural en el contexto de una transición histórica desde la dominación formal del capital a la dominación real, remitiéndonos en esta sección principalmente al análisis crítico del clásico ensayo de Adorno y Horkheimer Industria cultural: Ilustración como engaño de masas desde la perspectiva del instrumental conceptual desarrollado en la sección precedente; 3) evaluando críticamente la  actualidad de La sociedad del espectáculo de Guy Debord, señalando la importancia de su vigencia para la comprensión integral de la evolución histórica conjunta de la industria cultural y del modo de producción capitalista avanzado,  evidenciando su relación con la producción de un comportamiento fetichista que es producto y productor de la subjetividad del sujeto mercantil del capitalismo contemporáneo. Para finalizar, se realiza una síntesis conclusiva que se deriva de los análisis precedentes.

  1. Concepto de industria cultural y la importancia de distinguir entre subsunción formal y real del capital.

Cuando Robert Kurz[9] sometió a crítica la actualidad de La dialéctica de la ilustración no pudo evitar señalar que hay libros que nacen muertos y algunos que permanecen tan actuales como el día en que fueron escritos. Sin duda, la obra de ambos escritores de la llamada escuela de Frankfurt pertenece a esta última categoría, puesto que el contenido de sus líneas sobrevive al reduccionismo sociológico en el que ha permanecido enclaustrada hasta la actualidad y una relectura crítica de la misma arroja luces que permiten comprender el presente histórico de crisis. Sin embargo, desde el momento de su publicación en 1944 se han operado una serie de transformaciones al interior del desarrollo histórico del modo de producción capitalista, entre los cuales se puede destacar el surgimiento de una “Industria cultural 2.0”[10] que, pese a mantener las mismas funciones económicas e ideológicas que ejercía la industria cultural analizada por Adorno y Horkheimer, presenta diferencias sustanciales que merecen un análisis detenido y que requiere utilizar el instrumental conceptual legado por la crítica de la economía política marxiana para dilucidar sus características esenciales y, al mismo tiempo, comprender los modos de dominación y control que promueve.

En efecto, la “industria del entretenimiento, el business cultural y el capital están hoy amalgamados en un grado apenas comparable con el de 1944”[11]. No obstante, esta nueva amalgama de elementos que caracterizan la configuración actual de la industria cultural no se debe a la mera evolución tecnológica -explicación propia del reduccionismo tecnológico del pensamiento posmoderno actual[12]-, sino que se trata de una transformación material que requiere ser comprendida tanto en los términos del desarrollo histórico de las categorías específicas del modo capitalista de producción, como de las relaciones de dominación que son su necesario corolario y que condicionan la existencia los individuos incluso en sus aspectos más recónditos[13].  Dentro de este marco interpretativo se puede comprender la atrofia de la espontaneidad y la imaginación humana -análisis caro a Adorno-, como una expresión de la dominación de la sociedad por el valor y el fetichismo inherente a la producción mercantil, y no como un problema que deba ser achacado a la facilidad de la industria para manipular a las personas debido a la sofisticación actual de sus instrumentos tecnológicos. Por el contrario, es precisamente por las determinaciones propias del modo de producción capitalista, como se verá más adelante, que la industria cultural está condicionada a ser manipulación del deseo y engaño de masas[14]  .

Si bien Adorno y Horkheimer no conocieron el internet, las plataformas virtuales o las redes sociales, pudieron anticipar los rasgos esenciales del futuro de la industria cultural al captar su concepto fundamental, de la misma manera en que Marx previó el actual proceso de cientifización de la sociedad como una consecuencia necesaria de la tendencia histórica de la producción capitalista fundada en el valor[15]. De allí la importancia contemporánea de una reactualización crítica de la teoría expuesta en la Dialéctica de la Ilustración, puesto que “su análisis pone de manifiesto cómo la industria cultural incide en la constitución material de los sujetos, dando forma a sus modelos de pensamiento, sentimiento y acción para adecuarlos a las condiciones de vida en el capitalismo avanzado”[16]. En este sentido, el núcleo fundamental del concepto de la industria cultural no se encuentra ni en su carácter de producción en masa, ni en la evolución constante de su estructura tecnológica -estos fenómenos son más bien corolarios inherentes a su dinámica interna-, sino en su cualidad de instrumento del control social capitalista[17]. Es solamente al situar el concepto de industria cultural en el contexto del totalitarismo propio de la economía capitalista, fundada sobre el valor y el trabajo abstracto como determinantes de la reproducción social, que es posible aprehender el contenido estructuralmente alienado y objetivamente autoritario de la cultura de masas capitalista[18].

En consecuencia, la industria cultural no supone en modo alguno una excepción a la identidad que existe entre la productividad abstracta y la destrucción del mundo objetivo -y, es menester mencionar, también de la subjetividad-[19]. Ello contribuye a explicar el que hoy en día los procesos más importantes para el futuro de la especie humana como, por ejemplo, aquellas relativas al cambio climático y la degradación de las condiciones materiales de vida, pasen sin pena ni gloria por los noticieros como novedades importantes, pero rápidamente olvidadas entre la avalancha de informaciones. No se trata, por supuesto, de una conspiración de los medios para encubrir las consecuencias destructivas del proceso de modernización capitalista, es simplemente la correspondencia entre la determinación abstracta de la sociedad y sus productos, incluidos los culturales.  En cuanto a esto, es pertinente señalar el hecho de que Adorno y Horkheimer, debido al contexto histórico y teórico en el que se inserta su obra, carecían de las herramientas teóricas y conceptuales para vincular el análisis crítico de la industria cultural de su época con la teoría marxiana de la crisis objetiva o del límite histórico interno del proceso de valorización[20]. Sin embargo, el actual proceso de crisis socioecológica del capitalismo mundial requiere realizar, para comprender la condición subjetiva de la perpetuación del capitalismo en medio de la catástrofe objetiva, esta necesaria conexión teórica entre la Teoría Crítica clásica y la teoría marxiana de la crisis. De hecho, es actualmente cuando se hace posible emprender una historización del desarrollo de la industria cultural en términos de la crítica de la economía política, más precisamente, de la subsunción de la cultura en el modo de producción capitalista y su reorganización según los imperativos de la valorización del capital.

  1. 1. Dominación formal y real del capital.

Es un logro teórico del filósofo neobordiguista Jacques Camatte el haber retomado críticamente los conceptos marxianos de dominación formal y real del capital como una forma de historizar la evolución del modo de producción capitalista. En un breve texto titulado Transición señala que:

“El punto de partida de la crítica de la sociedad del capital actual debe ser la reafirmación de los conceptos de dominación formal y dominación real como fases históricas del desarrollo capitalista. Cualquier otra periodización del proceso de autonomización del valor, tal como capitalismo de libre competencia, monopolista, de Estado, burocrático, etc., abandona el dominio de la […] crítica de la economía política, y forma parte del vocabulario de la praxis de la socialdemocracia o de la ideología leninista codificada por el estalinismo”[21].

Esta propuesta de historización del modo de producción capitalista en los términos de la crítica de la economía política permite el análisis profundo de las diversas formas de control social y sometimiento que forman parte integral del despliegue histórico de la modernidad capitalista. Según el análisis maduro de Marx, el surgimiento del modo de producción capitalista va de la mano con el proceso de subsunción formal del trabajo en el capital -ligado a la producción de plusvalía absoluta-, que supone el estiramiento de la jornada laboral, la relación puramente monetaria entre los productores y quien se apropia de su plustrabajo, la conversión de las condiciones objetivas y subjetivas del proceso laboral en capital y, con ello, la transformación de los procesos de producción que anteceden al capitalismo en procesos laborales bajo el mando del capital, dejando en lo esencial intactas las características materiales del proceso de trabajo: “está en la naturaleza del caso que la subsunción del proceso laboral en el capital se opere sobre la base de un proceso laboral preexistente, anterior a esta subsunción suya en el capital y configurado sobre la base de diversos procesos de producción anteriores y de otras condiciones de producción”[22]. De este modo, el proceso laboral se continúa efectuando, desde un punto de vista técnico, en idénticas condiciones a los procesos laborales precapitalistas, con la sola e importante excepción de que ahora este proceso está subordinado al capital[23].

Sin embargo, el aumento de la magnitud en la escala de la producción y del número de trabajadores empleados, la ampliación de los mercados y la resistencia de la clase obrera al alargamiento de la jornada de trabajo -esto es, el alcance de los límites biológicos y sociales de la explotación del trabajo humano mediante la prolongación de la jornada laboral-, obligan a un desarrollo ulterior del modo de producción capitalista, a una superación de su dominación formal sobre el proceso de reproducción social. Aparece entonces la introducción de la maquinaria industrial en el proceso de producción: “se modifica toda la forma real del modo de producción y surge -incluso desde el punto de vista tecnológico- un modo de producción específicamente capitalista[24]. En paralelo a este proceso de transformación tecnológica del proceso productivo, hace su aparición la extracción de plusvalor relativo — forma de extracción de plusvalía específica de la subsunción real del trabajo por el capital—, que otorga al capital la posibilidad de aumentar la productividad del trabajo sin requerir para ello de la prolongación la jornada laboral, sino más bien el recurso a la aplicación de la ciencia y la innovación tecnológica para modificar conscientemente el proceso de producción de mercancías. De esta manera, se produce una inversión de las relaciones sociales que permanece hasta la actualidad, y que consiste en que las fuerzas productivas del trabajo directamente socializado, y la aplicación de la ciencia al proceso inmediato de producción, aparezcan ante el sentido común cosificado como fuerzas productivas del capitalismo mismo: “la mistificación implícita en la relación capitalista en general, se desarrolla ahora mucho más de lo que se había y hubiera podido desarrollar en el caso de la subsunción puramente formal del trabajo en el capital”[25].

No obstante, la generalización de la extracción de plusvalor relativo conlleva transformaciones posteriores de la sociedad capitalista que van mucho más allá de la esfera del proceso de producción inmediato[26]. Por un lado, la implantación del modo capitalista de producción supone la pérdida progresiva de autonomía por parte de los productores, su sumisión a las relaciones de subordinación específicas de la hegemonía del capital y el dinero en los procesos sociales[27]. Por otro lado, la disminución de la proporción del capital variable con respecto al capital constante degrada la centralidad social de la clase trabajadora[28]. Así, al dominar las ramas de la producción en las que se producen las mercancías necesarias para la reproducción de la clase trabajadora, de la mercancía fuerza de trabajo, “el capital incorpora a su propio ciclo la reproducción social de los trabajadores”[29]. Tenemos, por tanto, una dominación real efectiva del capital sobre la reproducción social, que tiende a superar las limitaciones de una dominación meramente formal en la sobrevivían algunos elementos de los modos de producción precapitalistas y de las relaciones personales de dominación que les caracterizaban. De hecho, solamente es posible hablar de dominación real del capital cuando el proceso de trabajo se ha convertido en proceso de trabajo para el capital, proceso en el que el ser humano va a perder su lugar como elemento determinante de la producción social, y esto únicamente puede ocurrir después de una subversión completa de la relación entre la especie humana y la naturaleza, es decir, en la instauración de la mediación mercantil como vínculo fundamental entre el metabolismo socialmente alienado de la humanidad y la naturaleza[30].

De esta manera, puede señalarse que el proceso de subsunción real del trabajo en el capital, que abre el camino para una ulterior dominación efectiva del capital sobre el conjunto de los procesos sociales -y, a fortiori, de la relación entre humanidad y naturaleza-, es “la columna vertebral de la modernidad, pues de ella depende el conjunto de sometimientos posibles en la sociedad capitalista: los económicos, circulatorios, distributivos, consuntivos, así como los sociales, políticos, culturales y de la vida cotidiana”[31]. Además, el desarrollo de la industria cultural, que se produce en un momento específico del desenvolvimiento histórico del modo capitalista de producción, es fundamental para la subyugación de la sociedad en la medida en que, por ejemplo, una de sus ramas -la publicidad- conlleva el sometimiento del consumo al capital. Y, aunque en estos ámbitos no se extrae directamente plusvalor, no dejan de ser fundamentales para la reproducción ampliada del capital en la medida en que “en ellos se garantiza que se explote plusvalor a todo lo largo y ancho del proceso de trabajo local, nacional y mundial”[32].

Puesto que la industria cultural “remite a la cotidianeidad del dominio en sus formas más sutiles”, en tanto que se “trata del sometimiento total de la vida al contexto funcional de la sociedad”[33], la historización de su evolución en términos de la crítica de la economía política -distinguiendo entre dominación formal y real del capital- permite una perspectiva más amplia acerca de su vínculo con la perpetuación del modo de producción capitalista, la domesticación de los seres humanos y la posibilidad de superar su instrumentación a través de una crítica emancipadora que comprenda el problema en su totalidad. En este sentido, es importante señalar el vínculo que existe al interior de la Teoría Crítica entre la crítica de la industria cultural y la teoría de los rackets propuesta en primera instancia por Max Horkheimer, relación que aparece en toda su profundidad cuando se examina el problema desde la perspectiva de la historización del modo capitalista de producción aquí propuesta.

En efecto, los procesos de concentración y centralización del capital que a principios del siglo XX -y entre dos sendas guerras mundiales- dieron fin a la sociedad liberal-burguesa, pueden ser comprendidos desde la perspectiva ya señalada como un momento del acceso del capital a su dominación real. Tal transformación, vivida y teorizada por Horkheimer en su experiencia dual del proceso entre Alemania y Estados Unidos, le permitió elaborar la teoría de los rackets como un elemento central dentro del proyecto de crítica radical emprendido por los miembros de la Escuela de Frankfurt[34]. Más aun, el hecho de que la industria cultural haya comenzado su carrera ascendente en esa época no es en modo alguno causalidad, sino que tiene su raíz en los procesos de transformación del modo capitalista de producción y la expansión planetaria de su dominación real.

Max Horkheimer es enfático al indicar la relación existente entre el desarrollo económico capitalista y el creciente predominio de las bandas-rackets: “No es que los gánsteres hayan irrumpido en Alemania y se hayan atribuido el dominio sobre la sociedad, sino que la dominación social, de acuerdo con su propio principio económico, deja paso al dominio de los gánsteres”[35]. No obstante, aquello de lo que carece la teoría de los rackets de Horkheimer -y de la Escuela de Frankfurt en general-, y que amplia y corrige Camatte, es no haber planteado el problema desde la perspectiva de la dominación formal y real del capital, que posibilita comprender que a medida que avanza la acumulación y concentración del capital, la sociedad capitalista va borrando los rastros de explotación humana e idílica que aún permanecían en la sociedad burguesa y liberal de los primeros siglos de expansión capitalista[36]. Así, los rackets no serían un elemento externo perturbador dentro de la sociedad capitalista avanzada, sino que por el contrario su surgimiento, desarrollo y dominio se corresponde plenamente con el concepto mismo de capital, son su expresión más avanzada y más adecuada a su etapa de dominación real[37].

Con la extensión de la dominación real del capital sobre la sociedad, se produce una transformación histórica al interior del modo capitalista de producción que lleva a la constitución de una “sociedad del racket” post-burguesa, pero aún capitalista[38]. A tal efecto, la teoría del racket tiene un enorme potencial heurístico, en la medida en que su núcleo explicativo se basa en la crítica marxiana de la economía política y que no es un mero ejercicio de sociología formal, sino que puede y debe ser un elemento central de la crítica social contemporánea que posibilita un análisis global de los problemas sociales actuales y, en nuestro caso, del surgimiento y desarrollo de la industria cultural y la capitalización de la cultura.  Es en este marco de comprensión que la historización del modo de producción capitalista aquí propuesta encuentra su utilidad y justificación, puesto que posibilita comprender no solamente el contexto histórico en que se insertan las transformaciones operadas en dicha industria, sino que también arrojar luz sobre los modos de dominación, subjetividad y control que promueve el capitalismo avanzado.

  1. Transición desde la subsunción formal de la cultura en el capital hacia la dominación real del espíritu por el capital.

Adorno y Horkheimer escriben en la época de la transición de la dominación formal del capital a la real, y esa transición se expresa también como subsunción de la esfera cultural en los modos de ser y organización específicos del capitalismo avanzado. Su ensayo clásico al respecto, La industria cultural: Ilustración como engaño de masas, expone la magnitud de tal transformación, y de los cambios que experimenta la cultura con la supresión de los últimos residuos precapitalistas. En primer lugar, este proceso se presenta como la estandarización del espíritu, cada sector de la cultura se encuentra armonizado con los demás, y el núcleo de dicha concordancia reside en que todas las producciones culturales se han capitalizado, más precisamente han devenido en ramas de la industria capitalista moderna, y en tal determinación son apenas discernibles las diferencias existentes -mutatis mutandis- entre las industrias culturales de los países occidentales modernos y las naciones que experimentan una autoritaria modernización rezagada[39], puesto que comparte como fundamento un común “elogio del ritmo de acero” de la industria[40]. En segundo lugar, este proceso se manifiesta como sometimiento de los individuos socializados al poder totalitario del capital mediante su sumisión al trabajo y la diversión, esto es, condicionados como productores y consumidores en un ambiente urbano que garantiza las condiciones materiales propicias para la reproducción de dicha dependencia[41].

Es en el círculo de manipulación del deseo y de la necesidad que se asienta y refuerza la unidad del sistema capitalista, y esta última es reforzada por el estado de menesterosidad y dependencia en la que están fijados los individuos socializados por el capitalismo avanzado[42]. Adorno y Horkheimer son enfáticos en señalar que el poder de la técnica industrial solamente adquiere su potencia en tanto que expresión del poderío del capital: “la racionalidad técnica es (…) la racionalidad del dominio mismo”[43]. No es la tecnología como tal, considerada por sí misma, la que porta de manera inherente el carácter destructivo propio de la ciencia capitalista, sino que es más bien la identidad que existe entre tecnología y forma – valor, esto es, la sumisión de la ciencia al proceso de producción capitalista y, por tanto, la ciencia como poder efectivo del capital[44]. De esta manera, la estandarización y la producción en masa de mercancías culturales participan del control social que perpetúa la reproducción ampliada del capital en la medida en que confinan a los individuos en un estado de precariedad y dependencia que les hace objetos de manipulación ideológica por parte de la industria de la cultura. En este sentido, lo ideológico de la industria cultural no estaría tanto en los mensajes que abiertamente transmite y que están orientados hacia la instrumentalización de los sujetos, sino en la producción material de individuos socializados que necesitan -que dependen- de sus estímulos y reaccionan ante ellos. Por tanto, la ideología que transmite es, ante todo,

“expresión de necesidades y deseos profundamente arraigados en la psicología de los individuos socializados; para poder satisfacerlos sin faltar a las demandas del principio de realidad, la economía libidinal busca soluciones de compromiso con las exigencias de una avasalladora realidad externa que dicta las condiciones de la autoconservación”[45].

De este modo, la industria cultural forma parte integral del proceso social de domesticación de los seres humanos por el capital, puesto que ha contribuido a producir las necesidades de autovalorización del capital como necesidades humanas, y entonces su dominación real no solo en el proceso de trabajo, sino también en el conjunto de la sociedad[46]. Por ello es que, como Adorno y Horkheimer insistentemente señalan, hay una creciente identidad entre las necesidades de los individuos socializados por el capital y las producciones de la industria cultural, de otra manera no se adaptarían tan bien los primeros a la segunda. Esto se manifiesta en la mutua complementariedad entre todas las ramas particulares de la producción capitalista y la unificación que encuentran en la industria de la cultura que, mediante diferentes procesos de estandarización, organiza a los consumidores y produce su necesidad e identidad de acorde al consumo de determinadas mercancías con el fin de clasificar, organizar y manipular a los consumidores: “Para todos hay algo previsto, a fin de que ninguno pueda escapar; las diferencias son acuñadas y propagadas artificialmente”[47].

Por otro lado, este proceso de transición de la dominación formal a la dominación real del capital va de la mano con una creciente homogeneización de los medios técnicos. Por ejemplo, ya en 1944 los teóricos del Institut señalaban la tendencia interna de la televisión a devenir en una síntesis de la radio y el cine, una versión perversa de la obra de arte total wagneriana[48]. Este proceso es el triunfo del capital sobre el espíritu, esto es, subsunción de la cultura en el capital en la medida en que ahora el proceso social de producción puede permitirse “imprimir con letras de fuego su omnipotencia, como omnipotencia de sus amos, en el corazón de todos los desposeídos”[49]. Así, los individuos socializados y administrados por la gestión mercantil se comportan en su tiempo libre de acuerdo a los mismos esquemas de orientación que imperan en la producción social capitalista. Emerge, entonces, un verdadero “esquematismo kantiano” de la producción fundada en el valor, que prepara y adapta los datos del mundo inmediato al sistema de la razón capitalista[50].

Mediante la industria cultural, el capital captura la conciencia dentro de los marcos fetichistas propios de la producción de mercancías, y la irracionalidad objetiva que caracteriza la producción mercantil es interiorizada por los sujetos del valor: “el mundo entero es conducido a través del filtro de la industria cultural”[51]. De esta manera, la industria cultural realiza la previsión marxiana acerca de la humanidad como mercancía, y de la mercancía con conciencia humana que encontramos en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, puesto que el esquematismo de la producción mercantil se impone como la conciencia social alienada que anticipa y clasifica el proceso social dentro de los marcos del valor y, por tanto, se convierte en una representación social fetichista de la praxis social global.

Ya a finales del siglo XIX la producción capitalista había logrado de manera creciente en los países modernos producir el mundo objetivo, esto es la sociedad humana en su relación con la naturaleza, en tanto que producción de mercancías; pero al alcanzar una nueva etapa de abundancia y, por tanto, transición de la dominación formal a la real, el modo de producción capitalista logra no solo conducir la praxis global de la sociedad bajo la égida de la acumulación de mercancías, sino que también logra conducir la conciencia y la experiencia que se tiene de la vida social a través de su dominio técnico sobre la cultura. Mediante la duplicación del mundo y los objetos empíricos, realizada a través de diferentes instrumentos técnicos, se logra la ilusión de hacer parecer al mundo exterior como prolongación de la representación industrial del mismo[52].  Es por ello que Adorno y Horkheimer constatan que ya en las películas jocosas de la Alemania democrática se encontraba latente “la paz sepulcral de la dictadura”[53]: en los comienzos de su futura conquista del mundo y de la conciencia, en la diversión ligera de la industria cultural se encontraba la alabanza de la dictadura de la mercancía, sea en su versión liberal, socialista de cuartel o fascista, y esta alabanza obtenía todo su poder debido a su capacidad para hacer aparecer su representación prefabricada del mundo como la realidad en sí misma. De allí que, todos los diferentes regímenes de dominación mercantil de la época en que fue escrita la Dialéctica -y hasta la actualidad-, sin excepción, ocupasen y desarrollasen la industria cultural como un medio para la expansión de su poder y su capacidad de instrumentalización de seres humanos. Es cuando el modo capitalista de producción ha llegado este determinado estadio de desenvolvimiento de la producción mercancías, que aquí se fija como el estadio de transición de la dominación formal a la real del capital, que la industria cultural emerge como objetivación concreta del fetichismo mercantil, como dominación del capital de la producción cultural y espiritual de la sociedad: la modernidad productora de mercancías extiende su dictadura hacia el espíritu, y entonces su evolución ulterior presupone el desarrollo de esta particular rama de la producción que garantiza la sumisión del conjunto de la sociedad a los esquemas de la valorización del valor.

Por otro lado, la dominación real de la cultura por el capital implica la producción de una cosificación estupidizante por la vía de la atrofia de los sentidos En un fragmento filosófico clave al final de la Dialéctica de la Ilustración titulado Sobre la génesis de la estupidez, los autores indican que la raíz de la atrofia sensorial -esto es, la estupidez tal y como la entienden los autores- viene dada de manera simultánea por la lesión física que lleva a la paralización del cuerpo y por el terror que anquilosa el espíritu[54]. Pues bien, la industria cultural lesiona ambos, el cuerpo y el espíritu, atrofia la experiencia sensible y con ello inmoviliza la inteligencia, la sensibilidad y la facultad de imaginar. Mediante el confinamiento de la experiencia empírica a la representación creada por la industria cultural, se limita la imaginación al mundo creado por el movimiento autónomo de la mercancía. De este modo, se puede caracterizar a la industria cultural como una lesión permanentemente infligida sobre los individuos socializados por el capitalismo, una herida que confina a los individuos en una atrofia sensorial socialmente creada. No obstante, el núcleo de esta problemática no reside en que las masas sean estúpidas de una vez y para siempre en tanto que víctimas de la instrumentación/domesticación a la que les somete la industria y el consumo capitalista -como afirma la sabiduría snob de una parte de la izquierda progresista actual-, sino de que, como insistentemente ha señalado la teoría crítica, los procesos sociales de cosificación poseen un límite: la dominación sobre los seres humanos jamás llega a ser total[55]. La barrera insuperable de la cosificación mercantil está dada por la determinación de los individuos socializados como seres vivientes, “como sujetos de necesidades que aspiran a la satisfacción y la felicidad”[56], de allí que se encuentren en necesaria contradicción con una totalidad que les aplasta y oprime. Sin embargo, la contradicción en modo alguno implica imposibilidad, y el desarrollo de la industria cultural se asienta precisamente en la renovación constante del círculo de manipulación del deseo y la necesidad que atrofian la imaginación y la espontaneidad debido a la constitución objetiva de su propio instrumental técnico[57].

En consecuencia, cada expresión particular de la industria cultural tiende a confinar a los seres humanos dentro de los marcos de una subjetividad dañada, espiritualizando sus necesidades y manipulando el deseo para que “el proceso de reproducción simple del espíritu no lleve en modo alguno a una reproducción ampliada”[58]. Se encuentra aquí, entonces, el núcleo mismo de la dominación real del espíritu por el capital:

“Al subordinar todas las ramas de la producción espiritual de la misma forma al único objetivo de cerrar los sentidos de los hombres, desde su salida de la fábrica por la tarde hasta la llegada, a la mañana siguiente, al reloj de control, con los sellos del proceso de trabajo que ellos mismos deben alimentar a lo largo de todo el día, esa subsunción realiza sarcásticamente el concepto de cultura unitaria, que los filósofos de la personalidad opusieron a la masificación”[59]

Esta clausura de los sentidos por la industria constituye, por tanto, la verdadera unidad del estilo del sistema de barbarie estilizada que es la industria cultural. Barbarie, porque su fundamento sigue siendo la sobrevivencia ampliada, la privación en medio de la riqueza, esto es, la libertad de no morir de hambre en medio de la abundancia[60]. De esta suerte, todas las clases sociales son encadenadas al aparato del capital:

“La producción capitalista los encadena de tal modo en cuerpo y alma que se someten sin resistencia a todo lo que se les ofrece. (…) Las masas tienen lo que desean y se aferran obstinadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza”[61].

A este respecto, una de las cadenas que aferran cuerpo y espíritu al mecanismo de la producción capitalista es la diversión, mediación entre la necesidad y la producción mercantil que otorga a la industria de la cultura tanto su poder sobre los individuos como su determinación en tanto que industria de la diversión[62]. Ahora bien, este poder sobre los individuos socializados, esta fuerza de atracción que ejerce la producción industrial de diversión, toma su fundamento en el estado de aislamiento y dependencia con respecto a la producción de mercancías que es propio de la dominación real del capital, esto es, de los procesos de centralización y concentración del capitalismo avanzado que modifican la relación entre el capital y el trabajo y, por tanto, la relación entre las masas capitalizadas y la reproducción de la sociedad mercantil. De esta suerte, la obra de Adorno y Horkheimer describe la transición de la dominación formal a la real tanto en el plano de la cultura como en el conjunto del proceso social:

“la mecanización del hombre ha adquirido tal poder sobre el hombre que disfruta del tiempo libre y sobre su felicidad, determina tan íntegramente la fabricación de los productos para la diversión, que ese sujeto ya no puede experimentar otra cosa que copias o reproducciones del mismo proceso de trabajo”[63].

El poder de la industria cultural consiste, en suma, en que la versión fabricada de diversión que promueve es la continuación del proceso de trabajo, es decir, de la combustión de energía humana abstracta en el proceso de producción[64]. De esta manera, el placer se pervierte en escape del tedio creado por el trabajo, en violencia contra el espectador, la distracción que se presenta como un escape de la rutina laboral se transforma en trabajo porque, en el fondo, todo el poderío técnico de la industria cultura es incapaz de hacer más humana la vida de los seres humanos, es decir, satisfacer sus necesidades de manera real y no a través de una pseudosatisfacción ilusoria[65]. La diversión producida a escala industrial es trabajo precisamente porque no puede ser otra cosa, porque el desarrollo técnico que se encuentra en su base está subordinado a la valorización del valor: no puede más que desarrollar la ciencia y la técnica al servicio de la ilusión estética, de la publicidad, la diversión y la propaganda, pero nunca para satisfacer necesidades reales tales como suprimir el hambre o la miseria[66]. Por lo tanto, ya se anticipa en la época de los críticos de Frankfurt una imagen del presente, y es que los espectadores deberán contentarse con la representación de la satisfacción de la necesidad, pero jamás llegarán a la satisfacción real de la necesidad misma. La industria cultural suscita el deseo, pero solo como elogio de la privación cotidiana y del trabajo que sostienen la abundancia mercantil y de los cuales, paradójicamente, los espectadores buscaban escapar[67].

En síntesis, la industria cultural que surge históricamente con la abundancia mercantil y la transición a la dominación real del capital es, por tanto, una materialización efectiva de la inversión fetichista inherente a la producción mercantil, se trata de relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas elevadas al grado de una representación autonomizada que cumple una función represiva. La civilización capitalista, que requiere y exige la renuncia, exhibe el objeto del deseo y promete la satisfacción de la necesidad para al mismo tiempo privar a los sujetos de ella. Este último aspecto ha sido resaltado en la Dialéctica cuando los autores señalan que la industria cultural no sublima, sino que reprime.  En efecto, la represión refuerza la totalidad del sistema, puesto que expone de manera repetitiva una y otra vez el objeto de deseo para nunca satisfacerlo, de manera que la privación producida y reproducida de manera ampliada -en perfecta consonancia con la producción y reproducción ampliada de mercancías- deforma el placer y lo pervierte en goce masoquista.  Esto es patente en el carácter fundamentalmente pornográfico de la industria cultural, que mediante “la producción en serie del sexo opera automáticamente su represión”[68].

Por consiguiente, el “engaño de masas” está entonces, no en la distracción que ejerce la industria cultural, sino en la perversión del placer, en su degradación a placer masoquista. Ofrece como el colmo de lo sagrado la cosificada vida cotidiana que se impone con la expansión de la dominación real del capital, y de este modo administra y controla incluso la rebeldía al desviarla en una diversión que implica la sumisión al estado de cosas existente. El escape que ofrece, por ende, no es una salida práctica de la cosificación social, sino una huida del pensamiento en tanto que potencia negadora: deja intacto el estado de cosas existente, pero permite a los sujetos resignarse al statu quo mediante el olvido del pensamiento de resistencia[69]. De esta manera, la dominación real del capital, por mediación de la industria cultural, realiza de manera perversa el sueño del ser humano como ser genérico porque unifica a todos los seres humanos, pero esta unificación no es otra cosa que unidad en el aislamiento, es decir, unidad de los individuos socializados en tanto que mónadas aisladas que están sujetas al mecanismo de la valorización. El individuo es aplastado por el peso de la sociedad capitalista, su yo es cada vez más impotente -en tanto que principio mediador- frente a la realidad exterior y sus exigencias. Esta creciente impotencia del individuo en la época de la dominación real del capital permite que la frialdad burguesa se eleve a principio objetivo de las relaciones sociales bajo cuyo régimen se reproduce la existencia en la sociedad mercantil[70]. La sociedad deviene, entonces una “sociedad de desesperados”[71] y, en consecuencia, objeto de rapiña por las diferentes bandas-rackets -económicas, sociales, religiosas, políticas, entre otros- que se disputan la plusvalía socialmente creada. De allí que impere un verdadero masoquismo colectivo, origen del fascismo de la sociedad capitalista y de sus ideologías antisemitas, racistas y xenófobas, en el cual las personas deben demostrar su capitulación e identificación ante el poder que les aplasta mientras que apuntan a los débiles como la causa de su sufrimiento[72].

Así, la industria cultural, tal como el capital, se eleva a la ubicuidad del dominio y adquiere un carácter omnipresente que toma su poder del monopolio sobre la representación y la praxis social. Lo que se transmite a través de sus medios técnicos son las órdenes de los rackets que han alcanzado la hegemonía al interior de la sociedad capitalista, de allí que la publicidad sea su arte por excelencia, el añadido sin el cual ningún producto mercantil puede hacerse valer en la esfera de la circulación y el consumo. Como tal, la publicidad es, de la misma manera que la industria cultural, “pura exposición de poder social”[73]. En realidad, industria cultural y publicidad se funden y acoplan dando como resultado el que ambas devengan a nivel de desarrollo técnico lo que ya eran en esencia: “psicotécnica, (…) técnica de la manipulación”[74].

De este modo, el acceso del capital a la dominación real de la cultura, a la subsunción de los productos espirituales en el proceso de producción capitalista, esto es, en la integración de la cultura como poder del capital de la misma manera que la ciencia o la técnica, se manifiesta en la industria cultural como herramienta que repite y difunde las consignas del poder totalitario alcanzado por la sociedad capitalista[75]. El esquematismo kantiano propio de la producción de mercancías, mediante la propaganda y la publicidad, impregna el lenguaje y la gestualidad de los seres humanos y tiende a reemplazarlos con la palabra y el gesto industrialmente producido, un modo de ser y estar en el mundo que es el modo de ser organizado por el capital y las necesidades de valorización del mismo. Después de la catástrofe de las dos guerras mundiales, del exterminio industrial -la fábrica negativa de Auschwitz[76]– y la bomba atómica, la dominación real del capital expande su particular libertad por el mundo, la libertad para divertirse bajo el imperativo de la coacción económica. Ahora, todos son libres, pero está libertad no es en modo alguno emancipación sino “libertad para siempre lo mismo”[77], y la industria cultural -de la mano con la expansión del modo capitalista de producción- extenderá el mensaje de esa particular forma de libertad represiva a todos los confines del planeta.

  1. Espectáculo, escisión y aislamiento: actualidad de la obra de Guy Debord.

“La mentira que ya no es contradicha se convierte en locura”[78].

El situacionista Guy Debord es un teórico de la dominación real del capital desarrollándose por sí misma, y es sin duda uno de los primeros en tomar acta de ese proceso en el momento mismo en que está sucediendo. Adorno y Horkheimer alcanzaron el concepto esencial de la industria cultural, comprendiendo las fuerzas sociales que se encuentran en el núcleo de su despliegue histórico y los elementos mediante los cuales podía surgir una ruptura con la instrumentalización que ejerce sobre las masas. Sin embargo, es Guy Debord quien va a describir con exactitud las nuevas condiciones históricas que acompañan a este “dominio autocrático de la economía mercantil que [ha alcanzado] un status de soberanía irresponsable”, así como “el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan ese dominio”[79]. En efecto, en los 23 años que separan la Dialéctica de la Ilustración de La sociedad del espectáculo el modo de producción capitalista ha alcanzado la soberanía sobre el conjunto del planeta, y a su dominio sin contrapesos en las potencias centrales le corresponde un despliegue técnico de la industria cultural que hace parecer obsoleta aquella que describieron Adorno y Horkheimer en 1944, a la vez que cumple sus más sombrías intuiciones acerca de la ulterior evolución de la psicotécnica y administración totalitaria de los seres humanos.

En este sentido, es un mérito de Debord el haber retomado algunos de los conceptos clave de la crítica de la economía política marxiana para analizar este nuevo escenario histórico, investigación cuyo resultado el autor resume en el concepto de espectáculo. Dicho concepto, sintetiza una serie de elementos específicos de la abstracción del valor y del fetichismo de la mercancía elevados al estadio de realización material de lo abstracto, es decir, de recomposición del mundo concreto según el dictado de la abstracción. En efecto, el concepto debordiano de espectáculo corresponde al “desarrollo más extremo de esta tendencia a la abstracción” que el teórico situacionista describe como el modo de ser concreto del espectáculo[80]. Sin embargo, el concepto mismo de espectáculo es polisémico, puesto que Debord va a entregar diferentes definiciones de la misma noción a lo largo de las 221 tesis articulan la síntesis de su crítica social del capitalismo avanzado. Esta polisemia del concepto espectáculo no se debe, sin embargo, a alguna confusión o incapacidad por parte del autor para definir la esencia del fenómeno que quiere describir, sino que más bien se trata de que la abstracción del valor y el fetichismo mercantil han alcanzado en este estadio de dominación real del capital una verdadera materialización empírica que Debord define y discierne desde diferentes niveles de complejidad y concreción.

En el espectáculo, la desvalorización del mundo humano en favor del mundo de las cosas alcanza un nuevo estadio de profundidad, de dominación de la vida social, en la que la abstracción propia del valor ya no solo se presenta como autoridad de las cosas, sino también como imperio de algo que es aún más abstracto: las imágenes[81]. Según Debord, este nuevo grado de pseudoconcreción del fetichismo mercantil se encuentra consumado “en el mundo de la imagen hecha autónoma”[82]. Aquí, la relación que existe entre esta expansión e intensificación del fetichismo mercantil al conjunto de la vida social -proceso del cual toma acta Debord bajo la rúbrica del concepto de espectáculo- y la evolución de la industria cultural analizada por Adorno y Horkheimer es evidente. En efecto, alcanzada esta etapa de dominación real autónoma, el modo capitalista de producción puede rehacer, (re)producir, la sociedad humana según los dictados de la abstracción mercantil. En este proceso la industria cultural juega un rol clave puesto que permite esta unificación en la materialidad y en la conciencia que garantiza la perpetuación de su dominación. Debido a esta determinación, el espectáculo se presenta al mismo tiempo como “parte de la sociedad y como instrumento de unificación[83]. En cuanto parte de la sociedad y de la producción de mercancías culturales, se constituye como el sector que “concentra todas las miradas y toda la conciencia”, por otro lado, en tanto que este sector está separado de cualquier control por parte de los productores-consumidores, “es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia”[84]. De allí que esta pretendida unidad que realiza no sea sino la comunidad en la abstracción, constituyéndose de este modo en el “lenguaje oficial de la separación generalizada”[85].

Por consiguiente, el espectáculo no es solamente su “manifestación más superficial” bajo la forma de los medios de comunicación de masas propios de la industria de la cultura, sino que es “una relación social entre personas mediatizada por imágenes”[86]. No es una decoración mercantil que se añade al mundo real, sino que es “el corazón del irrealismo de la sociedad real”[87], es decir, es la inversión fetichista de la producción capitalista elevada a principio rector de la sociedad y el comportamiento de los seres humanos. De allí que sus diversas manifestaciones particulares, como la publicidad, la propaganda o el consumo no sean sino fenómenos que testimonian en la superficie de la sociedad el hecho de que la praxis fetichizada de la producción mercantil constituye el núcleo y el modelo de la “vida socialmente dominante”[88]. Por lo tanto, no se puede contraponer la dimensión fetichista del espectáculo con la actividad social que se vive cada día, sino que es más bien la realidad la que es producida de manera fetichista como un mundo inverso donde dominan las mercancías en tanto que “cosas sensiblemente suprasensibles”[89]. Por otro lado, es la realidad material empíricamente vivida la que es colonizada por la contemplación del movimiento autónomo de las mercancías, reproduciendo mediante esta adhesión forzada de los individuos socializados al espectáculo el orden capitalista. El autor lo resume de la siguiente manera:

“La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”[90].

En vista de ello, la sociedad capitalista que ha alcanzado el estadio de lo espectacular -es decir, de la dominación real de la cultura por el capital desarrollándose de manera autónoma- se presenta como “una enorme positividad indiscutible e inaccesible” que exige una aceptación pasiva que obtiene debido a su “monopolio de la apariencia”[91]. Es precisamente esta capacidad de aparecer sin réplica, de ser el referente general de la conciencia social -resultado de la dominación real del capital-, el fundamento material del poder del espectáculo. De ahí que para Debord toda sociedad fundada en la producción moderna de mercancías sea esencialmente espectacular, puesto que la economía autonomizada que ha alcanzado cierto estadio de abundancia presupone el desarrollo del espectáculo como instrumento de unificación en la separación que impone el dominio: es por ello que el “elogio del ritmo del acero” que Adorno y Horkeimer ven como transversal tanto a los países occidentales y liberales haya tenido una versión alternativa -pero idéntica en lo esencial- en los países de la modernización rezagada bajo la bandera del marxismo. Si el espectáculo puede someter a los seres humanos es por merced a que la producción capitalista les ha sometido previamente a sus imperativos y reorganiza el mundo según las necesidades de la valorización del valor. Por consiguiente, el espectáculo no es más que el capital autonomizado, el “reflejo fiel de la producción de las cosas y la objetivación infiel de los productores”[92].

Tal como lo ha definido la crítica marxiana, la forma de mercancía que necesariamente adquieren los productos de la actividad humana en el capitalismo proyecta ante los seres humanos el carácter social de su propia actividad como una objetividad inherente a los productos del trabajo, como si fuesen propiedades naturales de ellos: “refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global como una relación entre objetos, existente al margen de los productores”[93]. Este fetichismo, estas “relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas[94], alcanza en el estadio espectacular del capitalismo un nivel de materialidad que va más allá del comportamiento inmediato de los seres humanos: deviene imagen y representación autónoma. No se trata solamente de la cultura devenida una mercancía, sino también de la actividad separada y del aislamiento efectivo de los productores, de la incapacidad de los seres humanos para dominar conscientemente el movimiento de la sociedad: se trata aquí del más elevado nivel de fetichismo, aquel que deviene materialidad concreta y comportamiento reificado, objetivación concreta de lo abstracto que moldea el mundo a su imagen y semejanza.

Por añadidura, y aquí Debord retorna a una teorización clave de Marx, es posible establecer un paralelo entre la industria capitalista de la cultura y la religión.  En diferentes pasajes de la obra marxiana madura se insiste en señalar el carácter fetichista del capitalismo, realizando analogías entre la relación social capitalista y la mistificación religiosa: “se da [en la producción capitalista] exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto en objeto y viceversa”[95]. De ahí que sea posible establecer una relación entre la historia de relaciones fetichistas que postula la teoría kurziana[96], y el espectáculo moderno en tanto que materialización de lo abstracto. Si el sistema del dinero que ejerce como representación general de la socialización inconsciente puede ser comprendido como el totemismo secular y reificado de la modernidad capitalista[97], el espectáculo puede ser entendido en términos de una mistificación social que deviene ser concreto, una verdadera “ideología materializada”[98]. En este sentido, la producción capitalista no solo produce a los seres humanos y su cultura como mercancías, sino que sustituye la comunicación propia de las sociedades premodernas por un verdadero delirio social en el que las personas, incapaces de encontrarse entre sí por fuera de los márgenes del capital y expropiados de su tiempo y actividad, quedan en posición de no reconocer su propia realidad más que por la mediación del movimiento mercantil.

Este carácter de fetichismo mercantil materializado que alcanza el capital se debe a que gestiona de manera totalitaria las condiciones de existencia, a su dominación real sobre la totalidad del proceso social: el espectáculo no es más que la traducción material de este hecho, del devenir concreto de la abstracción. Jacques Camatte (1969), desde una perspectiva marxiana diferente y en la misma época también tomaba acto de este proceso:

“En efecto, dada la dominación real de su propia existencia, esta mistificación parece estar basada racionalmente en que la sociabilidad, la convivencialidad, las costumbres, el lenguaje, los deseos, las necesidades, en una palabra, el ser social de los seres humanos, se han transformado nada menos que en requerimientos de la valorización del capital, en componentes internos de su propia reproducción ampliada”[99].

Por consiguiente, el espectáculo moderno y la conversión de las facultades humanas en elementos internos de la reproducción ampliada del capital no son en modo alguno el resultado necesario del desarrollo tecnológico del capitalismo -como afirma la crítica antitecnológica-, sino que, más precisamente, la sociedad capitalista que alcanza una dominación real autónoma sobre la sociedad elige,  en tanto que formación social y económica, su propio contenido técnico[100]: es decir, el espectáculo constituye el fetichismo mercantil técnicamente equipado, vuelto autónomo y erigido como principio de orientación social, como síntesis a priori de la socialización inconsciente según los imperativos de la producción de mercancías y la valorización del valor.

El mundo creado por el capitalismo avanzado, uno de cuyos pilares para su perpetuación es la capitalización de la cultura, se ha inclinado cada vez más a ser una armonía entre las formas de gestión totalitarias descritas en las distopías literarias 1984 y Un mundo feliz, es decir, en dominación a través del control exacerbado y el placer. Según el teórico situacionista, el capitalismo ha tendido desde la década de los 70’s hacia un espectáculo integrado[101]  que sintetiza los aspectos concentrados y difusos de los diferentes procesos de modernización que convergen en la formación del mercado mundial contemporáneo. Dominación concentrada en cuanto a que el poder sigue siendo totalitario, pero esta vez su centro dirigente pasa a estar oculto en tanto que no lo ocupa ningún dirigente totalitarista en particular ni ningún partido político o ideología específica. En cuanto a su momento difuso, Debord señala que ahora -como nunca antes en la historia- la influencia mercantil condiciona casi la totalidad de los modos de comportamiento y de los objetos que se producen socialmente. Como bien resume el autor: “el sentido final de lo espectacular integrado es que se ha integrado a la realidad misma a medida que hablaba de ella, y que la reconstruyó tal como ella la hablaba”[102]. Hoy ya nada se escapa a esta realización material del fetichismo de la mercancía, porque ha transformado el mundo a imagen y semejanza de la sustancia abstracta del valor: “no existe ya nada, ni en la cultura ni en la naturaleza, que no haya sido transformado y contaminado conforme a los medios y los intereses de la industria moderna”[103].

Si lo pusiéramos en términos debordianos, podríamos decir que Orwell es el crítico de la distopía real de la dictadura de la modernización rezagada bajo la bandera del marxismo, y Huxley el crítico de la distopía real de la dictadura democrática de la mercancía. Hoy, tenemos la dominación de lo espectacular integrado, donde ambos modos de dominación capitalista convergen en una terrorífica armonía en la que se combina la vigilancia, el control y lo policial con el placer y la diversión que otorga el consumo de las mercancías. Parafraseando La sociedad del espectáculo, podríamos decir que allí donde reina la diversión domina también la policía, sentencia que encuentra su confirmación en las plataformas y redes sociales de la industria cultural 2.0. En este sentido, la actualidad de La sociedad del espectáculo, lo que lo vuelve un texto clásico que es siempre contemporáneo, reside en su capacidad explicativa del proceso de materialización empírica del fetichismo de la mercancía, y ninguna teoría que quiera apuntar hacia la emancipación práctica de la dominación capitalista puede eludir el núcleo de verdad contenido en las tesis que abarcan dicha problemática.

  1. Conclusiones.

“La pseudoconcreción es precisamente la existencia autónoma de los productos humanos y la reducción de la humanidad al nivel de la práctica utilitaria. La destrucción de la pseudoconcreción es el proceso de creación de la realidad concreta y la visión de la realidad en su concreción”[104].

El presente escrito pretendía poner de relieve el lugar que ocupa la capitalización de la cultura y la industria cultural en la domesticación de los seres humanos, y en la promoción de formas de control social, subjetividad y comportamiento reificados. Sin embargo, a lo largo del análisis ya expuesto se evidencia que la propuesta de historización del modo de producción capitalista en términos de dominación formal y real del capital tomadas de Jacques Camatte no agota su potencial explicativo en dicho examen, sino que posibilita explicar el proceso histórico de materialización empírica del fetichismo mercantil. En efecto, la industria cultural ha surgido de los procesos de acumulación y concentración del capital que llevaron hacia el dominio generalizado de los rackets económicos y políticos, y que suprimieron los restos de elementos precapitalistas que aún vegetaban en la sociedad liberal-burguesa. En consecuencia, y como resultado del estudio aquí expuesto, la industria cultural no debe ser comprendida solamente desde la perspectiva de una evolución tecnológica de la psicotécnica o de un proceso a través del cual el poder del capital encuentra elementos objetivos que le permiten ampliar su dominio e instrumentalizar a los seres humanos, sino que requiere ser aprehendida como un proceso de materialización efectiva de la mistificación mercantil que se eleva a principio rector del conjunto de la reproducción social. La evolución tecnológica de la industria cultural -que hoy se ha constituido en una versión “2.0” de la misma -, el contenido estructuralmente dictatorial y reificante de su instrumental técnico -desde la contemplación pasiva de la televisión hasta el “scrolling” contemporáneo-, son más bien consecuencias necesarias de su concepto fundamental como fetichismo que se materializa y deviene realidad concreta.

A este respecto, el presente escrito contribuye a comprender el proceso de constitución de la dominación real del capital, del reemplazo todas las anteriores premisas sociales y naturales por las formas de producción, organización y control específicas del capitalismo avanzado[105]. La degradación de la praxis humana a una práctica utilitaria, la conquista del mundo por el fetichismo de la mercancía, son procesos que requieren ser comprendidos para proponer una teoría crítica radical a la altura de los desafíos de un s. XXI que hasta ahora ha sido escenario histórico del proceso de crisis estructural, socioecológica, del capitalismo global. En ese sentido, la relectura crítica de las obras de Adorno, Horkeimer y Guy Debord que, desde perspectivas y propósitos diferentes, analizaron el proceso de materialización efectiva del fetichismo mercantil en la época de transición hacia la dominación real de capital a escala mundial, posee un valor analítico clave para arrojar luz tanto sobre la impotencia colectiva de la sociedad global contemporánea para romper con el movimiento autonomizado del capital que ha devenido en movimiento catastrófico, como para encontrar propuestas de soluciones reales al proceso actual de crisis generalizada.

Efectivamente, para elaborar una crítica radical de la cultura y de la sociedad en un capitalismo de expectativas decrecientes se requiere retomar y reactualizar creativamente los conceptos clave de la crítica marxiana de la economía política, puesto que ello posibilita una historización no mistificada de la evolución del modo capitalista de producción y de la subsunción de la cultura en el capital, así como también proporciona las herramientas conceptuales para comprender el lugar central que ocupa el fetichismo de la mercancía en la modernidad productora de mercancías y la perpetuación de su dominio. En cuanto a eso, la presente investigación ha querido ser un aporte teórico en esa vía, al proponer una lectura marxiana del proceso histórico de materialización del fetichismo de la mercancía y su constitución en representación autónoma, comportamiento reificado y materialidad concreta. Esperamos que su lectura pueda aportar a caer en cuenta de la necesidad de una crítica categórica de la sociedad capitalista como única garantía de proponer una alternativa de praxis emancipadora, capaz tanto de contrarrestar el avance de la barbarie en esta época de catástrofes como de esclarecer modos de ruptura con el fetichismo que gobierna este mundo.

REFERENCIAS

Adorno, T., 2004. Sobre la relación entre sociología y psicología. En: Escritos sociológicos I. Madrid: Akal, pp. 39-78.

Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración: fragmentos filosóficos. Tercera ed. Madrid: Trotta.

Adorno, T. W., 2001. Minimal Moralia. Tercera ed. Santafé de Bogotá: Taurus.

Camatte, J., 1969. Transition. Invariance, Serie I (8) [Traducción de Federico Corriente].

Camatte, J., 1988. Capital and community: the results of the immediate process of production and the economic work of Marx. London: Unpopular Books.

Camatte, J. & Collu, G., 1972. De l’organisation». Invariance, Serie II (no. 2) [Traducción de Federico Corriente]..

Claussen, D., 2011. Industria cultural, ayer y hoy. Constelaciones: revista de Teoría Crítica, pp. 315 – 321.

Corriente, F., 2020. ¿Quién teme a Jacques Camatte?. Gijón: Anábasis.

Debord, G., 1992. La Societé du Spectacle. París: Gallimard.

Debord, G., 1999. Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. Barcelona: Anagrama.

Duarte, R., 2011. Industria Cultural 2.0. Constelaciones: revista de Teoría Crítica., pp. 90 – 117.

Fisher, M., 2019. Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

Fuchshuber, T., 2022. Más allá del autoritarismo: la teoría de los rackets de Max Horkheimer. Constelaciones: Revista de Teoría Crítica, Volumen 13, pp. 36 – 70.

Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, 2019. Calentamiento global de 1,5°C, Internacional: IPCC.

Jappe, A., 1998. Guy Debord. Barcelona: Anagrama.

Jappe, A., 2019. La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción. Madrid: Pepitas de calabaza.

Konicz, T., 2017. Exit. Ideologías de la crisis. Madrid: Enclave.

Kosík, K., 1967. Dialéctica de lo concreto. México D. F. : Grijalbo.

Kurz, R., 2002. Schwarzbuch Kapitalismus: Ein Abgesang auf die Marktwirtschaft.. Franfurt am Main: Ullstein Taschenbuchverlag .

Kurz, R., 2012. Kulturindustrie im 21 jahrhundert: Zur aktualität des konzepts von Adorno und Horkheimer. EXIT! Krise und Kritik der Warengesellschaft, Issue 9.

Kurz, R., 2016. El colapso de la modernización. Buenos Aires: Editorial Marat.

Kurz, R., 2021. La sustancia del capital. Madrid: Enclave.

Maiso, J., 2011. Continuar la crítica de la Industria Cultural. Constelaciones: revista de Teoría Crítica, pp. 322 – 330.

Maiso, J., 2013. La subjetividad dañada: Teoría Crítica y Psicoanálisis. Constelaciones Revista de Teoría Crítica, pp. 132 – 150.

Maiso, J., 2016. Sobre la producción y la reproducción social de la frialdad. En: R. M. y. J. M. J. A. Zamora, ed. Las víctimas como precio necesario. Madrid: Trotta, pp. 51 – 77.

Marx, K., 2011. El Capital. Capítulo VI (Inédito). Resultados inmediatos del proceso de producción.. Iztapalapa: Siglo XXI Editores.

Marx, K., 2018. El Capital, Tomo I. El proceso de producción del capital. Tomo I / Vol. 1. 9na ed. Madrid: Siglo XXI editores.

Veraza, J., 2008. Subsunción real del consumo bajo el capital. México D.F. : Editorial Ítaca.

Zamora, J., 2021. Subjetivación y sufrimiento en Th. W. Adorno: reflexiones «desde» la vida dañada. Constelaciones: Revista de Teoría Crítica, Issue 13, pp. 419 – 447.

Notas

[1] Este artículo es una versión web ligeramente modificada -en su formato de citación- de un texto con el mismo título que fue enviado a la Revista de Teoría Crítica Constelaciones para su revisión.

[2] Konicz, T., 2017. Exit. Ideologías de la crisis. Madrid: Enclave.

[3] Kurz, R., 2021. La sustancia del capital. Madrid: Enclave.

[4] Sobre este punto en particular existe una amplia y rica bibliografía desde un punto de vista marxiano que no se puede limitar a un solo autor, sino que remite a una serie compleja de aportes que abordan el problema desde diferentes perspectivas. Entre ellos es necesario destacar: Naomi Klein, Esto lo Cambia Todo: El Capitalismo Contra el Clima (Barcelona: Paidós, 2015); Ashley Dawson, Extinction: A Radical History (Nueva York: OR Books, 2016) y John Bellamy Foster, La ecología de Marx: Materialismo y Naturaleza (España: El Viejo Topo, 2004). Por otro lado, los sucesivos informes del IPCC contienen un rico material empírico y estadístico que merecen la atención de la teoría crítica en particular, y de la población en general.

[5] Jappe, A., 2019. La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción. Madrid: Pepitas de calabaza.

[6] Fisher, M., 2019. Realismo Capitalista ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra Editora.

[7] Adorno, T., 2004. Sobre la relación entre sociología y psicología. En: Escritos sociológicos I. Madrid: Akal, pp. 39.

[8] Zamora, J., 2021. Subjetivación y sufrimiento en Th. W. Adorno: reflexiones «desde» la vida dañada. Constelaciones: Revista de Teoría Crítica, Issue 13, pp. 419 – 447.

[9] Kurz, R., 2012. Kulturindustrie im 21 jahrhundert: Zur aktualität des konzepts von Adorno und Horkheimer. EXIT! Krise und Kritik der Warengesellschaft, Issue 9.

[10] Duarte, R., 2011. Industria Cultural 2.0. Constelaciones: revista de Teoría Crítica., pp. 90 – 117.

[11] Claussen, D., 2011. Industria cultural, ayer y hoy. Constelaciones: revista de Teoría Crítica, pp. 315 – 321.

[12] Kurz, Kulturindustrie.

[13] Adorno, T. W., 2001. Minimal Moralia. Tercera ed. Santafé de Bogotá: Taurus.

[14] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración: fragmentos filosóficos. Tercera ed. Madrid: Trotta.

[15] Kurz, Kulturindustrie.

[16] Maiso, J., 2011. Continuar la crítica de la Industria Cultural. Constelaciones: revista de Teoría Crítica, p. 325.

[17] Adorno, T. & Horkheimer, M., Dialéctica.

[18] Kurz, Kulturindustrie.

[19] Ibídem.

[20] Ibídem.

[21] Camatte, J., 1969. Transition. Invariance, Serie I (8) [Traducción de Federico Corriente].

[22] Marx, K., 2011. El Capital. Capítulo VI (Inédito). Resultados inmediatos del proceso de producción.. Iztapalapa: Siglo XXI Editores. P. 55.

[23] Ibidem.

[24] Ibíd., 59.

[25] Ibíd., 60.

[26] Corriente, F., 2020. ¿Quién teme a Jacques Camatte?. Gijón: Anábasis. P. 19.

[27] Marx, K., 2011. El Capital. Capítulo VI (Inédito), p. 65.

[28] Corriente, F., 2020. ¿Quién teme a Jacques Camatte?., p. 19.

[29] Ibíd., 20.

[30] Camatte, J., 1988. Capital and community: the results of the immediate process of production and the economic work of Marx. London: Unpopular Books.

[31] Veraza, J., 2008. Subsunción real del consumo bajo el capital. México D.F. : Editorial Ítaca., p. 8.

[32] Ibídem.

[33] Maiso, J., 2011. Continuar la crítica de la Industria Cultural., p. 324.

[34] Fuchshuber, T., 2022. Más allá del autoritarismo: la teoría de los rackets de Max Horkheimer. Constelaciones: Revista de Teoría Crítica, Volumen 13, pp. 36 – 70.

[35] (Horkheimer,1942:332, citado en Fuchshuber, 2022:38).

[36] Corriente, F., 2020. ¿Quién teme a Jacques Camatte?

[37] Camatte, J. & Collu, G., 1972. De l’organisation». Invariance, Serie II (no. 2) [Traducción de Federico Corriente].

[38] Fuchshuber, T., 2022. Más allá del autoritarismo: la teoría de los rackets de Max Horkheimer.

[39] Modernización rezagada es un concepto de Robert Kurz para designar las áreas que se integraron tardíamente al proceso de modernización a través de una implantación forzada de las relaciones sociales capitalistas. La ya extinta Unión Soviética, o China, son ejemplos paradigmáticos de procesos de modernización rezagada.

[40] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 165.

[41] Ibíd. 166.

[42] Maiso, J., 2013. La subjetividad dañada: Teoría Crítica y Psicoanálisis. Constelaciones Revista de Teoría Crítica, pp. 132 – 150.

[43] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 166.

[44] Marx, El Capital (VI inédito).

[45] Maiso, Subjetividad dañada, 143.

[46] Camatte & Collu, Transition.

[47] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 167.

[48] Ibíd.

[49] Ibíd., 169.

[50] Ibíd.

[51] Ibíd. 171.

[52] Ibídem.

[53] Ibíd., 175.

[54] Ibíd., 302.

[55] Maiso, La subjetividad dañada, 147.

[56] Ibídem.

[57] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 171.

[58] Ibíd., 172.

[59] Ibíd., 176.

[60] Ibidem.

[61] Ibíd., 178.

[62] Ibíd., 181.

[63] Ibídem.

[64] Kurz, La sustancia del capital.

[65] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración.

[66] Ibíd.

[67] Ibíd.

[68] Ibíd., 184.

[69] Ibíd.

[70] Maiso, J., 2016. Sobre la producción y la reproducción social de la frialdad. En: R. M. y. J. M. J. A. Zamora, ed. Las víctimas como precio necesario. Madrid: Trotta, pp. 51 – 77.

[71] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración.

[72] Maiso, La subjetividad dañada.

[73] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 208.

[74] Ibíd., 209.

[75] Ibíd.

[76] Kurz, R., 2002. Schwarzbuch Kapitalismus: Ein Abgesang auf die Marktwirtschaft.. Franfurt am Main: Ullstein Taschenbuchverlag.

[77] Adorno, T. & Horkheimer, M., 1998. La dialéctica de la ilustración, 212.

[78] Debord, G., 1992. La Societé du Spectacle. París: Gallimard.

[79] Debord, G., 1999. Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. Barcelona: Anagrama.

[80] Jappe, A., 1998. Guy Debord. Barcelona: Anagrama.

[81] Ibíd.

[82] Debord, G., 1992. La Societé du Spectacle, 16.

[83] Ibídem.

[84] Ibídem.

[85] Ibídem.

[86] Ibídem.

[87] Ibíd., 17.

[88] Ibídem.

[89] Marx, K., 2018. El Capital, Tomo I. El proceso de producción del capital. Tomo I / Vol. 1. 9na ed. Madrid: Siglo XXI editores., p. 88.

[90] Debord, La societé, 19.

[91] Ibíd., 20.

[92] Ibíd., 22.

[93] Marx, El Capital, 88.

[94] Ibíd., 90.

[95] Marx, El Capital (VI inédito), 19.

[96] Acerca de la teoría de la historia como desenvolvimiento de relaciones fetichizadas, recomendamos encarecidamente la lectura del Cap. 6 –Fetichismo y antropología- de Las aventuras de la mercancía de Anselm Jappe (Logroño: Pepitas de calabaza, 2016), quien realiza una excelente síntesis de los postulados teóricos de la Crítica del Valor con respecto a esta problemática en particular. Por otro lado, el siguiente pasaje de un autor de la misma corriente puede ser esclarecedor: “el capitalismo es una organización social fetichista, cuyos miembros están sometidos a fuerzas creadas -inconscientemente- por ellos mismos, que sin embargo escapan a su control directo. En este sentido, la sociedad capitalista se puede comparar con otras sociedades fetichistas de tipo religioso” (Konicz, 2017, p. 218).

[97] Kurz, R., 2016. El colapso de la modernización. Buenos Aires: Editorial Marat., p. 275.

[98] Debord, La societé, 201.

[99] Camatte, Transition.

[100] Debord, La societé.

[101] Debord, Comentarios.

[102] Ibíd., 21.

[103] Ibíd., 22.

[104] Kosík, K., 1967. Dialéctica de lo concreto. México D. F. : Grijalbo., p. 37.

[105] Camatte, Transition.

Publicado en General | Comentarios desactivados en Transición de la dominación formal de la cultura a la dominación real: socialización capitalista, industria cultural y materialización del fetichismo de la mercancía.