Comentarios a propósito de la muerte de Jacques Camatte

El sábado en la madrugada murió a sus 90 años, mientras dormía, Jacques Camatte. Para quienes no lo sepan, Jacques fue una influencia sumamente importante en el desarrollo de algunas corrientes del comunismo radical en Chile, influyendo en publicaciones como Anarquía y Comunismo, Comunidad de Lucha o Vamos Hacia la Vida, siendo también traducido y publicado en los sitios web y expresiones editoriales de estos colectivos para ser difundido entre las minorías radicales del entorno local. A esto se suma la publicación de un compilado de escritos titulado en Contra la domesticación y otros ensayos, algunos de ellos entonces inéditos al español, por la editorial Comunización Ediciones, compilado que fue reeditado —con algunas adiciones también inéditas— por la editorial Apófasis. Más recientemente, Pensamiento y Batalla reeditó Comunidad y comunismo en Rusia, mientras que Vamos Hacia la Vida tradujo y editó Instauración del riesgo de extinción, texto que Camatte elaboró a propósito de la pandemia global de Covid – 19. A su vez, en línea con algunos postulados de Jacques Camatte como la cuestión de la dominación formal y real del capital, Julio Cortés relevó la importancia de tales conceptos para comprender históricamente los fascismos en su libro La religión de la muerte. Post scriptum sobre viejos y nuevos fascismos.

Personalmente, conocí la obra de Jacques Camatte cerca del año 2016 y un día le escribí a propósito de la publicación de algunos de sus escritos. Posteriormente, mantuve con él una correspondencia a través de correo por varios años, traduciendo también algunos de sus textos. Siempre me sorprendió su amabilidad sin límites y su entusiasmo por compartir una perspectiva que se forjó por décadas de “pasión por el comunismo” —como él le llamaba, inspirado en Marx—. Camatte era, sin duda, una persona excepcional que dejó una estela de obras que revitalizaron la perspectiva del comunismo radical y que son fundamentales para entender la crítica radical contemporánea y las posibilidades de transformación radical que anidan en el presente estadio histórico de la civilización capitalista. No sólo era un investigador concienzudo con una perspectiva sumamente original, sino que estaba profundamente imbuido de la perspectiva de encarnar la teoría a través de su modo de ser, de vivir. Eso estaba en sus escritos y estaba también en las comunicaciones con su persona. Aunque no lo conocí personalmente debido a la distancia entre Chile y Francia y la imposibilidad socioeconómica de viajar a conocerle, desde el momento en que tuve noticias de su obra y hasta el presente ha ejercido una notoria influencia en mi vida.

Recientemente, estando en México, junto con Omar, Mauro, Gaby, Abel, Aimar, Raúl y otros comunistas que están articulando un grupo en torno a la editorial Conatus, realizamos algunos conversatorios sobre la obra de Jacques Camatte, centrados particularmente en la importancia de algunos de sus conceptos para la crítica radical contemporánea. Durante mi estancia en el país, dediqué una parte de mi tesis a relevar la importancia de Jacques Camatte para la comprensión de las revueltas contemporáneas, de sus contradicciones, sus límites y los impasses que debe superar todo movimiento potencialmente emancipador. Los compañeros de México también compartían ese interés por la obra de Camatte, considerándolo un aporte esencial para la formación teórico-práctica de un naciente núcleo comunista organizado. De hecho, cabe destacar que esos compañeros mexicanos editaron hace varios años también un compilado de textos de Camatte titulado Contra la domesticación, coincidiendo temporalmente con el interés en esta obra que por ese entonces emergía en Chile. En ese sentido, fue una alegría volver a reencontrarme con la obra de Camatte en un país lejano al mío y en un momento que me era realmente feliz. Quizás sea una coincidencia que Camatte (re)aparezca en los mejores momentos de mi vida, pero también es cierto que las coincidencias no son más que el nombre que tenemos para una causalidad que nos es todavía desconocida.

Quisiera compartir aquí, a propósito de la reciente muerte de Jacques Camatte, algunos elementos que me parecen fundamentales de su obra. Al hacerlo, no cuento con ninguna pretensión de exhaustividad —puesto que su obra se compone de un vasto cúmulo de escritos entre libros y artículos—, sino más bien a modo de homenaje póstumo para con un compañero que me es muy querido y que ha permanecido, y permanecerá, siempre en mis pensamientos. De esta manera, espero aportar un pequeño grano de arena a la difusión y al conocimiento de una rama de la teoría marxiana que, pese a tener problemáticas que analizaré más adelante, constituye una referencia fundamental de la teoría comunista contemporánea.

Algunos aportes teóricos fundamentales de Jacques Camatte y breves notas sobre su perspectiva más reciente.

Jacques Camatte constituye un verdadero eslabón perdido de la crítica social contemporánea que anticipa en muchos aspectos a algunas lecturas contemporáneas de la obra de Marx con pretensión de absoluta originalidad —como la crítica del valor de raigambre kurziana (Corriente, 2014)—, siendo una fuente de inspiración muchas veces no reconocida de algunos de los debates actuales más importantes sobre la crítica social radical, tales como la teoría de la comunización o la crítica del valor[1]. Baste señalar, por ejemplo, que ya en la década de los setenta Jacques Camatte (1974) postulaba una crisis por desustancialización del capital, adelantando en décadas la teoría de la crisis por desustancialización del valor de Robert Kurz. Más aún, inspirándose en la obra de Bordiga, que ya había denunciado la naturaleza capitalista de la URSS argumentando desde la teoría marxiana del valor, Camatte anticipará el necesario colapso de la URSS en la competencia dentro del mercado mundial. De la misma manera, Camatte entenderá la abolición del valor como presupuesto básico de una transformación social radical pero, a diferencia de Kurz y sus epígonos, comprenderá que esto solo puede ser posible a través de la autoabolición del proletariado. En efecto, Camatte abandonará la exaltación del proletariado y, por lo tanto, la afirmación del trabajo, pero lo hará para afirmar su necesaria negación como condición de la subversión radical de la civilización capitalista.

Este abandono de la llamada “teoría del proletariado” se comenzará a producir a partir de su estudio fundamental Capital et Gemeinwesen, escrito hacia 1966 y todavía inédito en español. En este libro, estudiará el manuscrito marxiano titulado posteriormente como Libro VI (inédito) de El Capital, texto al que Marx le dio como encabezado el nombre de Resultados del proceso inmediato de la producción capitalista. Cabe destacar que es Jacques Camatte quien, ayudado por una amiga que le introduce en el alemán, traducirá este texto al francés por vez primera, mientras que su entonces amigo Roger Dangeville traducirá a ese mismo idioma los Grundrisse. Después de algunos años, Camatte comentará, a propósito de esa traducción, que Dangeville es la mejor muestra de hasta que punto una persona puede traducir por completo un libro sin llegar a entenderlo. El estudio de Camatte se sitúa, en efecto, dentro del marco de una original reinterpretación de la obra de Marx en la Francia de la década de 1960 que tiene como fundamento una relectura de la crítica marxiana de la economía política. En ese sentido, Capital et Gemeinwesen constituye con derecho propio una “nueva lectura de Marx”, incluso cuando esa denominación generalmente se ha dado a sus reinterpretaciones germanófonas en injusto desmedro de otras, especialmente la de Jacques Camatte que ha pasado frecuentemente inadvertida para las reformulaciones académicas de la obra de Marx.

En Capital et Gemeinwesen, Camatte retomará los conceptos marxianos de subsunción formal y real del trabajo en el capital, pero ampliándolos como fundamentos conceptuales de una propuesta de historización crítica de la civilización capitalista. Ampliando tales conceptos marxianos, Camatte (2009) propondrá los conceptos de dominación formal y real del capital como sendas fases históricas del proceso de autonomización del valor, señalando que sólo a través del proceso de las revoluciones proletarias y de las dos guerras mundiales la civilización capitalista accedió a su dominación real en todas las esferas de la reproducción social, constituyendo un entramado de socialización totalizante que deviene en comunidad material del capital. Con Bordiga dirá, de hecho, que pese a que los fascistas perdieron militarmente la guerra, lo cierto es que el fascismo la ganó.

En Transición profundiza al respecto:

El capital, en tanto modo de producción social, alcanza su dominación real cuando logra reemplazar todas las premisas sociales y naturales previas con sus propias y particulares formas de organización, las cuales ahora median la sumisión del conjunto de la vida social a las necesidades reales de la valorización (…). Consecuentemente, el Estado (…) es menos que nunca el “jefe del capital”. Hoy en día, el capital encuentra su propia fuerza real en la inercia del proceso que produce y reproduce necesidades específicas de valorización como necesidades humanas en general (Camatte & Collu, 1969, pp. 2 – 3).

Para Camatte y Gianni Collu (1969), al alcanzar su dominación real el capital ha devenido en un poder social totalizante que ha desarrollado los poderes combinados de la especie como poderes sociales e intelectuales del proceso de autovalorización del capital. De esta manera, el valor en proceso se constituye en comunidad material efectiva —ya no existe un “afuera” de la sociedad del capital—, pero sólo lo logra creando una identidad cada vez mayor entre “el ser social de los seres humanos” y las “necesidades generales” del valor en proceso: los deseos y emociones humanas se han convertido en “requerimiento de la valorización del capital, en componente de su propia reproducción ampliada” (Camatte & Collu, 1969, p. 4). A este respecto, Giorgio Cesarano (2020), estrechamente cercano al círculo de Camatte en Italia —y articulador de un núcleo comunista radical en torno a Ludd Consigli Proletari [Ludd Consejos Proletarios]—, dirá sobre la dominación real que:

…la dialéctica radical ha definido ya las condiciones de existencia del capital contemporáneo como aquellas en las que el capital, llevado más allá de sus modos formales de dominación (…), realiza actualmente, sobre el conjunto del planeta como sobre la especie y la vida entera de cada humano, las modalidades de una colonización integral de lo existente. Esto lo denotamos en términos de su “dominación real” (p. 290).

Con la constitución del capital en comunidad material desaparece el capitalista tradicional propio de la antigua sociedad bruguesa, siendo reemplazado por la banda económica, la mafia, el racket:

Tras la constitución del capital en ser material, y por tanto en comunidad social, el personaje tradicional del capitalista desaparece, el proletariado disminuye relativamente —a veces, de forma absoluta—, y las nuevas clases medias se expanden. [El] capital no puede valorizarse (…) a menos que una partícula de su ser, a la vez que se autonomiza, se enfrente al conjunto social y se ponga en relación con el equivalente socializado total, el capital. Tiene necesidad de esta [competencia], porque no existe más que por diferenciación. A partir de ahí se constituye un tejido social basado en la concurrencia entre «organizaciones» rivales (rackets) (Camatte & Collu, 1972, p. 2).

Esto tiene consecuencias para la expresión de los antagonismos objetivos de la sociedad capitalista en las luchas de clases. En primer lugar, porque el capital constituye su propia “fuerza de inercia” al dominar el ser social, por otro lado, porque al mistificarse la relación de capital con su dominación real este desaparece de la consciencia inmediata. Más aún, con la subyugación de la mercancía fuerza de trabajo por la potencia aplastante del proceso social, las antiguas organizaciones obreras —como partidos y sindicatos— se integran como organizaciones funcionales a la valorización del valor que replican el modo de ser del capital, se convierten en bandas económico-políticas orientadas a domesticación de la fuerza de trabajo y tasar el precio de su venta en el mercado. En realidad, mediante la proliferación de rackets en todo el entramado social, el capital frena la posibilidad de la revuelta mediante su integración en el sistema económico y la competencia —esto se hace patente, sobre todo, en la integración del lumpenproletariado posmoderno en el capital por la vía de las empresas criminales—. De esta manera, en la inmediatez de la vida social el capital neutraliza la revuelta del proletariado contra el sistema, que “sigue siendo su potencial negación” (Camatte & Collu, 2017, p. 6).

Pero el análisis de Camatte no se detiene ahí. Por el contrario, la historización del despliegue histórico del capital en términos de un diálogo crítico con la obra marxiana comenzada en Capital et Gemeinwesen le llevó también a plantear el desarrollo de la relación de capital —y, por tanto, el antagonismo de clase— en términos de la dominación formal y real del capital. Para Camatte (2009), durante la fase histórica de dominación formal del capital, que corresponde a la época del desarrollo original de la teoría marxiana en el capitalismo decimonónico, la emancipación social se presenta necesariamente como una “lucha del trabajo contra el capital” (p. 307). Esto tendrá consecuencias importantes para un balance reflexivo de la derrota de las revoluciones proletarias. Camatte rechaza explicaciones fundadas en términos de traiciones y oportunismos políticos —aunque no niega su lugar en el desarrollo de la lucha de clases—, más bien propone entender el fracaso del proletariado para emancipar a la humanidad en términos de su mutua implicación con el capital en una determinada fase de su desarrollo histórico. No es que la revolución proletaria debía necesariamente fracasar, sino que esta fracasó en los términos de su propia lucha y, en particular, de su exaltación como clase del trabajo.

Por el contrario, Camatte señala que con la transición global hacia una dominación real del capital y su constitución como comunidad material efectiva, la transformación social radical ya no se presenta bajo la forma de la afirmación del proletariado como clase. Se ha modificado el contenido de la transformación radical, que se manifiesta en la época de Camatte a través de la nueva revuelta propia de la dominación real del capital como “una lucha contra el capital y el trabajo a la vez, es decir, que ahora el proletariado tiene que luchar contra su propia dominación clase y destruir el capital y las clases” (Camatte, 2009, p. 307). Las revueltas contra el trabajo en Estados Unidos, Europa y Asia señalan el contenido de la negación necesaria del capital, que no puede desarrollarse más que a través de la negación práctica del proletariado como clase de la sociedad del capital.

Esta perspectiva teórica va más allá de la famosa tesis sobre la integración del proletariado de Theodor W. Adorno, que fue expuesta en escritos como Reflexiones sobre la teoría de las clases, Minima Moralia o Dialéctica Negativa. Camatte, de hecho, es un lector atento de Adorno, a quien dedica extensos párrafos en sus textos de la década de 1970. Más aún, la teoría de los rackets desarrollada en Sobre la organización o Transición y que será fundamental en su posterior evolución teórica está claramente inspirada en la teoría de los rackets de Horkheimer y las lecturas de Adorno y, en tal sentido, amplía críticamente esa teoría. Sin embargo, aunque Camatte (1978) reconoce la integración del proletariado y de sus antiguas organizaciones como constitutiva de la dominación real del capital —reconociendo también a Adorno como precursor de su teoría[2]—, realiza una lectura, mediada por las revueltas de las décadas de 1960 y 1970, que es capaz de esclarecer que con esta integración emergen nuevas limitaciones para la transformación social que definen, de manera negativa, el contenido de la emancipación social radical como la negación del trabajo proletario y su (auto)bolición. En una perspectiva que, pese a su diferente marco teórico-contextual, no por casualidad es similar —sino que responde a la unidad de las potencialidades radicales de la época—, Mario Tronti (2001) dirá en Obreros y Capital que:

El conocimiento se halla ligado a la lucha. Conoce verdaderamente quien verdaderamente odia. He aquí por qué la clase obrera puede poseer y saber todo del capital: porque es enemiga hasta de sí misma en cuanto capital (p. 19)

El proletariado no es el otro absoluto del capital, sino que es la condición de su existencia en cuanto capital variable, por lo que la clase obrera es enemiga de sí misma en cuanto clase del capital. Esta perspectiva va, en el caso de Camatte (1978), de la mano con una crítica de la concepción tradicional del marxismo con respecto a las revoluciones proletarias, las cuales se constituyeron a posteriori como fuerzas del desarrollo histórico y la expansión mundial de la civilización capitalista y, en esta determinación, como fuerzas de la (auto)domesticación de la especie:

[La revolución rusa] tuvo como consecuencia la muerte de la sociedad burguesa en Occidente, el desarrollo de la dominación real del capital sobre la sociedad en Occidente y la generalización de la dominación formal en otras partes del mundo. Las diversas revoluciones anticoloniales permitieron romper el cerrojo que se oponía a la introducción del capital en zonas donde las comunidades habían sido muy poderosas.

(…) Todo un ciclo llegó a su fin en un terrible colapso. En lo que respecta al polo revolucionario, fue el fin del movimiento obrero y el comienzo de la fase grupuscular [de rackets], así como la revelación de la imposibilidad de que el proletariado llevara a cabo su misión, lo que la revolución rusa acabaría demostrando de forma aún más contundente. Una gran esperanza se había hecho añicos irremediablemente (s/p).

Esta perspectiva llevaría a que Camatte (1978) afirmara que, con el fracaso de la oleada de revueltas mundiales de la década de 1960, atestiguamos el final de las revoluciones históricas del proletariado: “[Este proceso es] el entierro definitivo del proyecto revolucionario basado en la acción de un sujeto determinado y delimitado en la sociedad: el proletariado” (s/p). En tal sentido, Camatte anticipa un debate todavía no zanjado sobre el nuevo contenido de la revuelta que emerge en el estadio desarrollado de la civilización capitalista y, con ello, constituye un poderoso insumo al más importante debajo sobre los límites y posibilidades para la transformación social radical intrínsecos al actual momento histórico de crisis del capital.

Por si esto no fuese mérito suficiente, Jacques Camatte impulsará, a través de los desarrollos teóricos de la Revue Invariance, el retorno a la crítica de la economía política y, retomando las tesis de Amadeo Bordiga en su crítica a la URSS como Estado capitalista, afirmará que la emancipación social radical sólo puede llevarse a cabo mediante la abolición del valor —adelantando, nuevamente, por décadas a teóricos como Robert Kurz o Moishe Postone—. Camatte (2009) llegará a afirmar que con la abolición práctica de la ley del valor: “…los productos recobrarán su carácter de elementos necesarios para el ser social y estarán a su disposición. La humanidad ya no es una mercancía; la prehistoria humana ha terminado” (p. 229). De esta manera, para Camatte (2009), las transformaciones objetivas de la civilización capitalista avanzada y el nuevo contenido de la revuelta propia de este estadio histórico señalan la necesidad de abandonar el anhelo de reconstituir el proletariado en clase: “[hacerlo] sería querer detener lo que Karl Marx consideraba la gran tarea del siglo ΧΙΧ: la destrucción del proletariado” (p. 310).

Jacques Camatte expresa de manera reflexiva, por lo tanto, lo que el propio movimiento práctico de la nueva revuelta del capitalismo avanzado sitúa de manera negativa en el núcleo de la crítica social radical: la cuestión de la (auto)abolición del proletariado y del valor como contenido de la emancipación social contemporánea. La huelga salvaje de 1968 en Francia, la revuelta generalizada, los saqueos de la abundancia mercantil, el absentismo laboral y los sabotajes de la juventud a las industrias no tenían como contenido la afirmación de la clase obrera y la construcción de un aparato de poder dictatorial del trabajo sobre el capital —tal como en las revoluciones proletarias de principios del s. XX—, sino el rechazo del trabajo y la negación de la condición proletaria que iba, paradójicamente, acompañada de una exaltación de la clase obrera, la clase del trabajo, como la negadora del trabajo.

No obstante, es también el balance teórico-histórico de este periodo el que, al toparse con este impasse real que plantea la sociedad del capital, desarrolla la perspectiva de la abolición del proletariado como presupuesto de la transformación social radical. Tal como dirá Camatte (2009), sólo se puede hablar de un “triunfo” del proletariado “en la medida en que se afirma simultáneamente que no se realizará como tal, sino que más bien se niega a sí mismo” (p. 313). Se opera así una clara ruptura —casi por completo desconocida en el presente— con el marxismo tradicional, puesto que las corrientes del llamado comunismo radical, inspiradas de manera importante en la obra de Jacques Camatte, ya no postularán la afirmación del proletariado, sino su necesaria negación como requisito básico de cualquier perspectiva marxiana contemporánea realmente seria (Endnotes, 2020, pp. 250 – 255).

Dicho esto, es posible abordar ahora algunos aspectos del desarrollo teórico posterior de Jacques Camatte, como su teoría de la domesticación y la errancia de la humanidad. Basándose en el estudio precedente sobre la dominación real del capital, Camatte comenzará a entender el proceso histórico de la civilización capitalista en el arco más amplio de las sociedades de clases y, finalmente, como un proceso de “salida de la naturaleza” que comienza a finales del paleolítico y que tendrá como consecuencia la (auto)domesticación de la humanidad que culmina con la antropomorfosis del capital o el devenir humano de la forma valor de las relaciones sociales. Este salir de la naturaleza, al que le es concomitante una determinada forma de conciencia represiva, es lo que denomina como la “errancia de la humanidad”. De acuerdo con Camatte (1973), este proceso podría llevar a la extinción de la especie homo sapiens a través de tres posibles devenires del modo de producción capitalista:

—La autonomización completa: utopía mecanicista; el hombre se convierte en un mero apéndice del sistema automatizado, pero tiene aún un papel ejecutivo.

—Una mutación del hombre, o mejor un cambio de especie: obtención de un ser totalmente programable que ha perdido las características de la especie Homo Sapiens. Esto no exige necesariamente una automatización, puesto que este ser domesticado a la perfección podrá hacer cualquier cosa.

—Una locura generalizada: el capital se pone al nivel y realiza sobre la base de sus limitaciones actuales todo lo que estas quieren (normal o anormal), pero con la imposibilidad para el hombre de reencontrarse, al estar siempre el goce por venir. El hombre es arrastrado al runaway del capital y lo mantiene.

Seguramente no pocos lectores de Invariance pensaron que Camatte se había pasado al rubro de la ciencia ficción al leer estas afirmaciones, pero medio siglo después el mundo se ha constituido como una mezcla de los tres futuros posibles previstos por Camatte, especialmente en lo que respecta a la locura generalizada. De ahí que su posterior proclama de que «es necesario salir de este mundo» lanzada por Jacques Camatte en 1974 haya sido con frecuencia malinterpretada. En su época, le valió calumnias y el rechazo generalizado de los entornos ultraizquierdistas del momento, que acusaban a Camatte de haber virado hacia una teoría «pequeño-burguesa» de la revolución. Jacques incluso me contó que se había difundido el rumor entre esos círculos de que estaba viviendo en una especie de monasterio budista.

En realidad, Camatte quería insistir en el hecho de que la dominación real del capital es tan profunda que ha capturado la imaginación y la sensibilidad humana, es el dominio de lo muerto que se ha autonomizado. De ahí que, postula, una verdadera emancipación implicará también un cambio radical del modo de ser y la necesidad de la «producción de revolucionarixs». Camatte interpretaba las revueltas estudiantiles y obreras de la década de 1970 como la emergencia del nuevo contenido de la emancipación que se manifiesta como una potencial ruptura completa con la domesticación del capital. Sin subvertir la domesticación de la humanidad y su comportamiento destructivo con la naturaleza será imposible salir de la sociedad de clases y su estructura represiva de la psique y el comportamiento. Esto le llevará a concluir, que Homo Sapiens Sapiens podrá extinguirse por la vía de su artificialización y fusión con las «prótesis» técnicas desarrolladas por el capital. La salida de este mundo sería la emergencia de Homo Gemeinwesen, de una ruptura e inversión del modo de ser en la enemistad que por milenios ha fundado la perpetuación de las sociedades de clases.

Sobre la Gemeinwesen de Camatte encontramos la siguiente definición en su Glosario (2010):

Concepto muy utilizado por K. Marx y G. W. F. Hegel. No solo indica el ser común, sino también la naturaleza y la esencia comunes (Wesen). Es lo que nos fundamenta y nos une, participando del mismo ser, de la misma esencia, de la misma naturaleza. Es el modo de manifestación de este ser participante.

Puedo añadir una interpretación personal sobre gemein. Ge es una partícula inseparable que expresa la generalidad, lo común, lo colectivo. Mein indica lo individual: mío. Así, subyace la idea de una no separación entre lo común y lo individual, lo que implica el concepto de participación, en el que uno se percibe a sí mismo en un todo que es como consustancial.

La gemeinwesen se presenta, por tanto, como el conjunto de individualidades, la comunidad que resulta de sus actividades en la naturaleza y en el mundo creado por la especie, al tiempo que las engloba, dándoles su naturalidad (indicada por wesen), su sustancia como generalidad (indicada por gemein), en un devenir (wesen).

Por consiguiente, la perspectiva Camatte sobre el comunismo implica la necesidad de un nuevo comienzo para la especie humana, un diferente caminar opuesto al de su errancia en las sociedades de clase y lo que Camatte denominaba su “devenir fuera de la naturaleza”. La especie, dice, está enferma de represión, Homo Sapiens ha devenido históricamente a través de su errancia en una especie estructurada por la represión que se perpetúa en el todo de la reproducción social y en la vida de cada individuo. El comunismo, por tanto, solo podrá emerger a través de una ruptura práctica con un devenir histórico de milenios, como surgimiento de una Gemeinwesen en la que el antagonismo entre especie e individuo ha sido abolido. Para Camatte este sería también el final de la temporalidad propia de la conciencia represiva (días, horas, minutos), siendo subvertida la vivencia de la eternidad que, según su Glosario (2010), es el modo de ser fundamental del cosmos, de la naturaleza.

En la últimas décadas de su vida, Camatte criticará fuertemente la enemistad como modo de ser y de relación social sobre la cual se funda la errancia de la humanidad. En Instauración de riesgo de extinción, Camatte señalará que la dinámica de la enemistad ha alcanzado una nueva cualidad a partir de la instauración permanente de la posibilidad de la (auto)aniquilación de la especie organizada organizada en la forma capitalista. Superar emancipatoriamente la crisis actual, que remite a una larga historia de errancia y (auto) domesticación de la especie, requeriría según Camatte una inversión completa del camino hasta ahora recorrido por la especie, lo que implicaría abandonar la dinámica de la enemistad en cuanto modo básico de relación social sobre la que se funda la perpetuación de la errancia de la humanidad y su camino acelerado hacia la completa locura —cuya consecuencia lógica será en última instancia la autoaniquilación de la especie—. De ahí que en el sitio web de la Revue Invariance colgara el lema «Yo no tengo enemigos», como testimonio firme de su rechazo a prolongar la dinámica de la enemistad.

Sin embargo, su teoría de la domesticación y la errancia de la humanidad, pese a sus importantes momentos de verdad, no está libre de problemáticas. Al declarar la completa identidad entre seres humanos y capital, identidad que se realiza a través de un proceso de “devenir humano” del capital (antropomorfosis), se cierra cualquier posibilidad de crítica inmanente a la sociedad del capital. La única alternativa es la “salida de este mundo”. Esto implica problemas teórico-prácticos de amplio y profundo alcance, porque si la humanidad está completamente domesticada entonces sería imposible la crítica de la sociedad. Como sabemos, pese a sus dificultados y a su posición minoritaria, la crítica social todavía es posible, lo que indica que la identidad entre el capital y los vivientes todavía no se ha realizado. Por otro lado, una concepción identitaria como la que expone Camatte en su teoría de la errancia y la domesticación lleva al mismo atolladero de la sociedad unidimensional propuesta por Marcuse —o sea, la imposibilidad de una crítica inmanente al sistema—. Muy por el contrario, hoy una crítica radical debería ser expresión autorreflexiva de la lo no-idéntico y expresar las posibilidades reales para una transformación social radical —y el papel que una crítica radical tiene en ese proceso histórico—.

Sobre esto último, Jacques Camatte proclamó a lo largo de sus diferentes elaboraciones teóricas, la necesidad de rearticular lo que Marx llamó el “partido histórico”. En Origen y función de la forma partido (1961), un texto seminal de su camino teórico posterior, escribió que el partido, lejos de ser una estructura burocrática separada del movimiento real, era una “fuerza impersonal por encima de las generaciones, [que] representa a la especie humana (…). Es la conciencia de la especie”. Es por ello que en sus Tesis sobre la revolución comunista (1969) afirmará que el objetivo de Invariance es la “reconstitución del Partido Comunista”, entendiendo por partido precisamente el partido histórico. De acuerdo con él, una función esencial del partido —más adelante dirá “partido-comunidad”— es la de prever, puesto que un partido que no es capaz de prever el curso de los acontecimientos no es realmente un partido-comunidad, no tiene posibilidad de luchar adecuadamente en la guerra de clases ni orientarse realmente hacia la emancipación radical:

Tenemos, como ha subrayado Marx miles de veces, una pasión ardiente por el hombre y su liberación; pero no por ello vamos a lanzarnos imprudentemente, a cuerpo descubierto, a la batalla. Siempre debemos intentar dominar la estrategia, el terreno de la lucha. En caso contrario, nuestro adversario se asegurará, tarde o temprano, del mantenimiento del orden. Para nosotros la insurrección es un arte (Camatte, 1961).

Después de todo esto, se hace evidente que la obra de Camatte es una teoría rica y compleja que, pese a sus límites y problemáticas, no puede ser simplemente pasada por alto. Hay que reconocer a Jacques Camatte en su importancia histórica para la reformulación de la perspectiva comunista radical, pero también hay que ir más allá de él. Malos discípulos son aquellos que no superan a su maestro y Camatte fue el maestro de varias generaciones de comunistas en diferentes partes del mundo. Hoy nos toca a nosotrxs retomar la insurrección como arte y reconstituir el partido histórico, adecuando nuestras perspectivas y estrategias a las condiciones actuales de la dominación capitalista.

Compañero, no te digo adiós porque en la eternidad nada muere realmente. Gracias por tanto.

Referencias

Cabe señalar que todos los textos de Camatte, tanto en el francés original como sus traducciones existentes al español en caso de que las hubiese, pueden ser encontradas en el siguiente enlace: https://www.ilcovile.it/V3_camatte_all_per_Articoli.html#141

Camatte, J. (1961) Origine et fonction de la forme parti [Origen y función de la forma partido]. En Revue Invariance: http://www.revueinvariance.net/origine.html

Camatte, J. & Collu, G. (1969) Transición. En Cuadernos de negación: https://drive.google.com/file/d/1JQP1JNCHx24iYsz3Pi69appo29vdha6r/view

Camatte, J. & Collu, G. (1972) Sobre la organización. En Cuadernos de negación: https://drive.google.com/file/d/14wjd2pavN6Xz1_H7AqtO5I4Xi8VQmfKx/view

Camatte, J. (1973) Errance de l’humanité – Conscience répressive – Communisme [Errancia de la humanidad – Consciencia represiva – Comunismo]. En Revue Invariance: http://www.revueinvariance.net/errance.html

Camatte, J. (1974) Ce monde qu’il faut quitter [Es necesario salir de este mundo]. En Invariance: http://www.revueinvariance.net/cemondequitter.html [Revisado el 12/01/2025].

Camatte, J. (1978) Précisions après le temps passé [Precisiones después del tiempo pasado]. En Invariance: http://www.revueinvariance.net/pr%c3%a9cisions.html

Camatte, J. (2009) Capital et Gemeinwesen. VIe chapitre inédit du Capital et l’oeuvre économique de Marx. Quebec: Les classiques des sciences sociales.

Camatte, J. (2010) Glossaire [Glosario]. En Invariance: http://www.revueinvariance.net/glossaire.html

Corriente, F. (2014) Jacques Camatte y el eslabón perdido de la crítica social contemporánea. En Des nouvelles du front: https://dndf.org/?p=13570

Cortés, J. La religión de la muerte. Post scriptum sobre viejos y nuevos fascismos. Santiago de Chile: Tempestades Editorial.

Tronti, M. (2001) Obreros y capital. Madrid: Akal.

[1] Jappe (2016) llega a mencionar a Jacques Camatte como una posible convergencia con la perspectiva de la crítica del valor, aunque añade oportunistamente que “las diferencias persisten” —sin llegar a explicitar cuales— (p. 122). Sin embargo, en el coloquio Criticar el valor, superar el capitalismo Jappe (2015) es interpelado por un asistente sobre las similitudes entre los planteamientos de Jacques Camatte y la corriente de la cual funge como epígono, reconoce que sólo ha leído “una pequeña parte de los escritos de Bordiga y Camatte” y que la similitud señalada debe “ser estudiada con detenimiento” y que lo será por medio de un grupo de estudios francés sobre la crítica del valor (pp. 66 – 67). Hasta donde alcanza mi conocimiento, jamás ha existido ninguna otra declaración al respecto, lo que me parece no sólo un ignominioso silencio sobre una obra que ha sido leída sin ser reconocida en su importancia para el presente, sino también como un hecho que responde a un contexto de ofuscación y debilitamiento de la crítica social (Adorno, 2004b, p. 335). Es decir, de un contexto histórico que, como Camatte y Collu (1969) ya reconocían tempranamente, impone la competencia no sólo entre rackets económicos, sino también entre rackets teóricos que buscan desesperadamente distinguirse en la competencia por el reconocimiento social, limitando las posibilidades de un diálogo crítico real.

[2] En Précisions après le temps passé Camatte (1978) hará una larga revisión de la teoría de Adorno, dialogando principalmente con Reflexiones sobre la teoría de las clases, Minima Moralia —que reconoce como una crítica avant la lettre de la vida cotidiana— y Dialéctica Negativa. Cabe destacar que, en ese entonces, Adorno es prácticamente desconocido en Francia, por lo que la revisión crítica de Camatte es una verdadera precursora de la lectura francesa de la obra de Adorno. En esta dimensión de su obra Camatte ha sido, nuevamente, injustamente no reconocido.

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Trump y la Ilustración Oscura. Transición hacia una nueva fase histórica de la crisis del capitalismo tardío.

El reciente segundo ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha sido respaldado por un movimiento neoreaccionario en ascenso que se ha fortalecido durante y después de la revuelta por el asesinato de George Floyd el 25 de mayo de 2020—una de las mayores revueltas en toda la historia de Estados Unidos y, de acuerdo con Richard Seymour en Disaster Nationalism[1], la más grande—. Este “nacionalismo de desastre” que es concomitante a la crisis socioecológica del capitalismo mundial, plantea abiertamente sus objetivos políticos delirantes y constituye un síntoma ineludible de las tendencias objetivas de la actual fase histórica del capital y las profundas transformaciones sociales de amplio alcance que se desarrollan con este proceso. Ciertamente, por más demenciales que nos parezcan las intervenciones públicas de personajes como Milei, Elon Musk o Trump, lo cierto es que a través de sus acciones y su consciencia encarnan las necesidades objetivas del presente estadio histórico de la civilización capitalista tardía.

Por otro lado, dada la abierta y explícita relación de Trump con los gigantes de la industria tecnológica, relación que va acompañada de una reorientación de la geopolítica estadounidense en el marco de su guerra comercial con China, es claro que su segundo ascenso como comandante supremo de la mayor máquina de muerte de la historia no responde solamente a la contingencia de una figura política en particular o a las pulsiones de una masa reaccionaria e ignorante que vota en contra de sus intereses objetivos —este es el marco de comprensión del progresismo woke en decadencia, otra forma de la contrarrevolución cotidiana y fuerza activa del realismo capitalista[2]—. Por el contrario, este proceso histórico exige ser entendido como un momento de un proceso sistémico más amplio: la convergencia entre la aceleración tecnológica, la tendencia objetiva hacia la descomposición del trabajo como fundamento de la sociedad capitalista, la creciente destrucción acelerada de la naturaleza que es concomitante a la aceleración del capital y la emergencia de nuevas formas políticas abiertamente autoritarias en el marco de la crisis de esta civilización.

Hegel, cuando vió pasar a Napoleón junto a sus tropas por afuera de su casa en Jena, reflexionó sobre las implicancias histórico-universales de la concentración de todo un proceso de la historia en un solo hombre que, sentado sobre su caballo, interviene el mundo y lo domina. Hoy, podríamos decir que las dos imágenes histórico-universales que resumen nuestro presente son el saludo fascista de Elon Musk —el capitalista más rico que pisa la tierra— durante el ascenso imperial de Trump y los bombardeos en alfombra sobre Gaza. Hemos visto al espíritu del mundo, a través de nuestras pantallas, ascender al poder rodeado de los seres humanos más poderosos que han existido en la historia —cuya sola existencia como tales expresa la acumulación de una enorme explotación de la humanidad—, hablar de alcanzar su destino manifiesto enviando sus empresas a la colonización de Marte, pero también lo hemos visto vaporizar vivas a miles de las personas más desposeídas de este mundo con ayuda de las fuerzas más avanzadas de la industria. El cuadro terrible que resulta de la fusión de esas dos imágenes nos arroja un diagnóstico preciso del estado actual de la humanidad organizada bajo la irracional forma social capitalista, pero también de lo que será el futuro de la nueva fase histórica en ciernes de la crisis mundial de la civilización del capital.

Expondré a continuación la tesis de que el ascenso de Trump constituye un momento clave de la transición hacia una nueva fase histórica de la crisis del capitalismo mundial, cuyas características fundamentales fueron previstas —aunque de una manera distorsionada— por la filosofía neorreacionaria y catalogadas bajo la etiqueta de Ilustración Oscura. Adoptaré el uso de este término en un sentido que subvierte la idea neorreaccionaria formulada primeramente por Curtis Yarvin y Nick Land, integrándola en un análisis crítico que pretende desarrollar su momento de verdad, sus imposturas y, finalmente, esclarecer las posibilidades emancipatorias que aún anidan en un proceso histórico que tiende a bloquear el potencial de transformación social radical.

El concepto de Ilustración Oscura

La Ilustración Oscura es un concepto de la filosofía neorreaccionaria desarrollado primeramente por Curtis Yarvin y luego ampliado por Nick Land.  El primero de ellos, Yarvin, es un ingeniero de software, empresario y bloguero norteamericano que —bajo el pseudónimo de Mencius Moldbug— inició su trabajo de producción y divulgación de las ideas neorreaccionarias bajo la influencia del co-fundador de PayPal, junto con Elon Musk, Peter Thiel[3]. A diferencia de la hasta entonces elite tradicional de Sillicon Valley, Yarvin y Thiel estaban en contra de los postulados básicos de la gobernanza neoliberal que caracteriza a la derecha tradicional estadounidense. Por su parte, Nick Land continuó desarrollando la filosofía aceleracionista después de abandonar su trabajo como catedrático universitario en Warwick y radicarse en Shangai. Su profundización en sentido neorreaccionario del aceleracionismo —el único sentido que para él podría tener este proceso—, llevó a Land a eventualmente entrar en contacto con las ideas de Curtis Yarvin expuestas en el blog Unqualified Reservations y a desarrollar un comentario filosófico de su obra bajo el título de La Ilustración Oscura [The dark enlightenment][4], el compendio más acabado de la filosofía neorreaccionaria. Debido a su amplia formación filosófica inicial y a su conocimiento de las teorías de Deleuze y Guattari, fue capaz de desarrollar una síntesis entre las ideas neorreaccionarias de Yarvin, una lectura aceleracionista de la obra marxiana mediada por la obra de Deleuze y Guattari, los desarrollos teóricos interdisciplinarios del CCRU [Cybernetic Culture Research Unit] —en el que también participaba Mark Fisher— y las críticas posmodernas del capitalismo tardío.

La Ilustración Oscura como concepto designa, para Yarvin y Land, la afirmación de un legado perverso u oscuro de la ilustración moderna que ha sido negado por la filosofía democrático-progresista y una particular propuesta de futuro para la civilización capitalista que abraza abiertamente una deriva histórica distópica. Si se formulase la pregunta: “¿qué caracteriza al pensamiento neorreaccionario?”, podría responderse en líneas generales que una reivindicación de la denominada “biodiversidad humana” —forma pseudobiológica de racismo posmoderno—, la proclamación del derecho de salida o de secesión como derecho fundamental junto con la propiedad privada —esto se hace patente en un Estados Unidos crecientemente dividido entre Estados como Texas o California que representan los dos polos complementarios y opuestos del capitalismo norteamericano—,  un rechazo visceral de cualquier forma de corrección política e igualitarismo progresista y una propuesta de administración corporativa del Estado con marcados tintes de darwinismo social denominada como neocameralismo.

Conviene detenerse sobre este último concepto, ya que es fundamental para comprender la evolución de las ideas neorreaccionarias y su vínculo con el reciente ascenso de Trump. El cameralismo, fue un movimiento político y proceso sociohistórico alemán en el s. XVIII liderado por funcionarios públicos germanos para promover el Estado absolutista. Este movimiento es un antecedente directo de las modernas ciencias burguesas de la administración estatal y policial, caracterizándose por promover políticas que buscaban dotar al príncipe o monarca de atribuciones sin límites como compromiso de la máxima eficiencia del Estado, considerar a la Cámara —  palabra usada para referirse a la sala en la cual se guardaba el tesoro del Estado o a las habitaciones en que tenía lugar la reunión de los máximos funcionarios públicos del comercio y la guerra— como la más alta forma de organización del Estado,  promover la policía como elemento fundamental de administración de la sociedad y considerar la necesidad de que los cameralistas debían poseer un altísimo grado de conocimiento en las diferentes ramas del Estado, especialmente en el comercio, el derecho y la guerra. Por su parte, el neocameralismo propuesto por la filosofía neorreaccionaria consistiría en una gestión corporativa del Estado, que sería administrado igual que una sociedad empresarial por acciones y liderado por un CEO. Sobra decir que en un concepto tal de gobierno, una policía tecnológicamente maximizada al servicio de la protección del orden capitalista es fundamental.

Desde la perspectiva de la Ilustración Oscura, por consiguiente, el Estado se convierte abiertamente en propiedad privada de los grandes monopolios capitalistas y es gobernado por ellos como una sociedad por acciones. No es extraño que Peter Thiel señalara en su ensayo de filosofía libertaria-neorreaccionaria The education of a Libertarian [La educación de un Libertario][5] que para él la libertad —libertad de mercado se entiende— se ha vuelto incompatible con la democracia. Esta perspectiva antidemocrática es una característica común de los neorreaccionarios, particularmente de Curtis Yarvin y de Nick Land. Curtis Yarvin incluso llega a afirmar en 2007 que los neorreaccionarios ni siquiera deberán hacer alguna clase de propaganda para el derrumbe del Estado democrático vigente en Estados Unidos, porque la democracia implosionará por sus propias contradicciones intrínsecas como administración ineficiente del capital sometida a creciente entropía[6]. En una línea argumental más sofisticada, en su Ilustración Oscura, Nick Land argumenta que la aceleración tecnoeconómica del capital llevará necesariamente a una supresión de la democracia y su reemplazo por un gobierno corporativo. En cuanto a esto, señala que en países como China, Hong-Kong o Singapur esta clase de gobierna es prácticamente ya una realidad, lo que indica que se trata de una tendencia intrínseca de la aceleración tecnológica en el marco de la crisis del capitalismo tardío.

Cabe destacar, en este sentido, que este temprano vínculo entre figuras neorreaccionarias como Curtis Yarvin y Peter Thiel no es en modo alguno casual, sino que representa una expresión ideológica de las tendencias objetivas del capital, la formación de enormes monopolios ligados a la industria tecnológica y el surgimiento de nuevo liderazgos al interior de la clase capitalista estadounidense que personifican, a través de la competencia, las necesidades del capital contemporáneo. Peter Thiel es, a partir de 2000, cofundador de PayPal con Elon Musk y, además de encontrarse entre la elite de las personas más ricas del planeta, es un activo patrocinador y promotor de iniciativas dedicadas a la difusión de las ideas neorreaccionarias o vinculadas a la alt-right. Como ya he mencionado, el ascenso de Trump va de la mano con un gabinete de billonarios con Elon Musk a la cabeza. Este último, gracias a su plataforma X, contribuyó no solamente con la mayor donación de la historia a una campaña política —en este caso de Trump—, sino que promovió abiertamente la propagación de Fake News y propaganda reaccionaria a escala industrialmente inédita. Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, pero con X, y las redes sociales en general, la mentira socialmente planificada alcanza una nueva cualidad gracias al monopolio efectivo de los gigantes tecnológicos de la industria. Elon Musk o Mark Zuckerberg no sólo están en el pináculo de la acumulación vertical de capital, también poseen hoy la prerrogativa, inédita históricamente para individuos singulares, de mentir a escala histórico-universal.

Curiosamente, aunque seguramente Donald Trump quizás no tiene ninguna idea de la existencia Nick Land o de Curtis Yarvis, realiza las ideas neorreaccionarias al elegir un gabinete de billonarios con Elon Musk a la cabeza o ampliar efectivamente las facultades del poder ejecutivo en apenas unas semanas de mandato[7]. La Ilustración Oscura no es una idea descabellada de geeks filosóficos, es, por el contrario, una tendencia intrínseca de la crisis del capitalismo tardío y de las nuevas configuraciones de la gobernanza capitalista a escala global —podríamos incluso incluir aquí formas post-soberanas de control territorial como los cárteles narco-capitalistas de escala transnacional—. Si observamos el rampante ascenso de Donald Trump al segundo mandato, apoyado por la complicidad no tan pasiva de los criminales de lesa humanidad del gobierno demócrata de Joe Biden, las ideas de Curtin Yarvis y de Nick Land sobre las tendencias entrópicas de la democracia como forma histórica caduca de gobierno del capital no parecen tan descabelladas. La emergente fase histórica del capital mundial tiende así a dejar obsoleta la crítica ultraizquierdista de la democracia, puesto que es el propio capital, y no la revolución internacional, la que tiende a superar históricamente la democracia.

La Ilustración Oscura, por lo tanto, no debe entenderse como una mera idea formulada por determinados filósofos aceleracionistas de ultraderecha, sino como expresión teórica de un proceso real de la crisis del capitalismo tardío. Más aún, como una anticipación y expresión teórica de las características definitorias de una nueva fase histórica de la civilización capitalista que resulta precisamente de las condiciones de esa crisis. Baste echar una mirada, por ejemplo, al rápido desmantelamiento de los propios presupuestos e instituciones internacionales acordados por las clases capitalistas en conflicto al final de la segunda guerra mundial. Hoy se habla abiertamente de usar armas nucleares —se especula que, de hecho, Israel ya detonó un arma nuclear táctica en Siria—, de abierto e indiscriminado asesinato de civiles como objetivo militar, de la necesidad de revocar los derechos humanos como marco legal supranacional, entre otros. El genocidio en Gaza, donde se dispara deliberadamente a niños, se fusila civiles a mansalva, se vaporizan campamentos enteros de refugiados con bombas dirigidas por inteligencia artificial, entre otros horrores propios de esta época, es el paradigma del futuro inmediato de la civilización capitalista y testimonio directo de las nuevas configuraciones geopolíticas del capitalismo mundial. En este sentido, como señalé al principio de este ensayo, el genocidio en Gaza constituye, junto con el segundo ascenso de Trump, un momento claro de la transformación cualitativa del proceso actual del capital y el comienzo de una nueva fase histórica de la civilización capitalista marcado por la barbarización de la relación de capital a escala mundial.

Desde una perspectiva crítica, el momento de verdad en la filosofía de la Ilustración Oscura reside en su diagnóstico de la aceleración del capital como un proceso que necesariamente implica la explotación intensificada de la humanidad y de la naturaleza, la transformación de la administración estatal del capital en un gobierno corporativo, el desmantelamiento de las estructuras jurídicas propias del capitalismo (neo)liberal, el desarrollo de nuevas formas de guerra y la eliminación activa de poblaciones consideradas indeseables. Sin embargo, su análisis pierde de vista que esta aceleración no es una fuerza autónoma, sino el resultado de la lógica de valorización del capital, que se enfrenta ahora a sus propios límites históricos. En este sentido, la Ilustración Oscura no es una ruptura con la modernidad capitalista, sino un desarrollo necesario de este modo de producción bajo las condiciones de su crisis estructural. Desarrollaré esto a continuación.

Aceleración y capital

La aceleración es la estructura temporal del capital desarrollado. Esta estructura temporal resulta de la dinámica intrínseca de la acumulación de capital desarrollada y constituida como modo de producción específicamente capitalista al introducir la maquinaria en el proceso de producción. En anteriores formas de sociedad, la introducción de maquinaria tendía a liberar del trabajo a las clases subalternas. Aristóteles decía que si los telares se tejiesen solos ya no serían necesarios los esclavos y, como es sabido, en la antigua Grecia la introducción del molino hidráulico liberó efectivamente un importante número de esclavos del trabajo forzado. En la sociedad capitalista, por el contrario, la maquinaria —que crea las condiciones para la disminución del esfuerzo humano en la producción y la liberación del trabajo— sirve para aumentar e intensificar el trabajo. Esto resulta de la forma social históricamente específica de la riqueza capitalista: el valor.

El valor es el tiempo de trabajo social objetivado en las mercancías durante el proceso de producción. Es una medida de la riqueza específicamente temporal que sólo puede acumularse a través de la explotación del tiempo de trabajo excedente de la humanidad. De ahí la paradoja de que, existiendo en este momento todos los medíos histórico-objetivos para una amplia liberación del trabajo, hoy la humanidad trabaja más que nunca antes en la historia. La relación de producción básica que sostiene esa dinámica es el trabajo asalariado, que implica a su vez una relación entre el capital y el trabajo, o sea, una relación entre clases necesariamente antagónicas: la clase capitalista y la clase asalariada. Quienes quieran profundizar sobre esto, encontrarán en El Capital de Marx una obra de una vigencia plenamente actual que explica los fundamentos básicos de la dinámica de la acumulación de capital. Para objetivos de este escrito, basta saber que el capital, para acumularse, necesita explotar intensificadamente a la humanidad y que, al desarrollar la ciencia y la tecnología para este fin, da lugar a una dinámica muy específica de desarrollo histórico acelerado y crecientemente destructivo.

En tiempos más recientes, el historiador Moishe Postone caracterizó en su obra más importante —Tiempo, trabajo y dominación social[8]— esta dinámica como una “banda continua” [treadmill dynamics] que comporta un permanente estímulo objetivo para nuevos aumentos en las tasas de productividad —y, por lo tanto, también en su capacidad de destrucción—. Esta dinámica es ilustrada de manera prístina por Nuno Miguel Cardoso Marchado:

[Imaginemos que] el nivel promedio de productividad en la industria de la ropa es tal que en 1 hora se producen 5 playeras con un valor total de 25 euros (…). Un capital innovador, que es capaz de manufacturar 10 playeras en 1 hora, disminuyendo así su valor individual a 2.5 euros, podría obtener una ganancia adicional debido a que podría vender cada polera a 5 euros —el valor determinado de mercado determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario—. Sin embargo, tan pronto como el progreso técnico [de ese capital particular] es diseminado entre la competencia y un nuevo nivel promedio de productividad se aplica, el único resultado permanente será el aumento en la cantidad [de riqueza material producida] en una hora de tiempo de trabajo socialmente necesario —10 poleras en lugar de 5— y la reducción de su valor unitario de 5 a 2.5 euros. La masa de valor creada será exactamente la misma que antes: 25 euros (…). El incentivo para un subsecuente progreso técnico capaz de recompensar a los capitalistas innovadores con una ganancia adicional se ha reinstalado[9].

La producción cuantitativamente aumentada y acelerada de riqueza material en el proceso inmediato de producción de mercancías conlleva necesariamente la destrucción creciente y acelerada de la fuente de toda riqueza real: la naturaleza[10]. En efecto, producir, por ejemplo, dos teléfonos celulares consume más litio, más cobre, etc., en suma, más naturaleza que producir uno solo y, puesto que la producción no conoce otro objetivo que la acumulación capital, esta destrucción acelerada no encuentra ningún límite objetivo más que el socavamiento de las relaciones sociales básicas del propio sistema. Esto quiere decir que, aunque se aumenten a escalas estratosféricas los niveles de productividad y la cantidad de riqueza material producida, la ciencia, la tecnología y la maquinaria no producen valor adicional —este solo puede ser producido por la materialización de tiempo excedente de trabajo vivo—, dando lugar así a una trayectoria histórica marcada por la aceleración temporal y la destrucción creciente de la naturaleza que produce el efecto de banda continua propio del capitalismo desarrollado.

La aceleración tecnológica, especialmente en la automatización y la inteligencia artificial, ha reducido dramáticamente la necesidad de trabajo humano en el proceso inmediato de producción. Este fenómeno, conocido como la tendencia decreciente de la proporción de trabajo vivo en la producción de valor, genera una crisis estructural: el capital, al reducir su dependencia del trabajo, socava la base misma de su valorización. Sin embargo, esta es sólo una tendencia objetiva del proceso, que es contrarrestada a través del mismo desarrollo del capital. La manera en la que se resuelve esta tendencia objetiva a la disminución de la masa global de plusvalor es mediante la explotación intensificada del proletariado productivo. De ahí la crecientemente acelerada competencia entre los más grandes neoimperialismos contemporáneos, Estados Unidos y China, por desarrollar la infraestructura, la ciencia y la tecnología necesaria para el desenvolvimiento de la inteligencia artificial. Esta tecnología, en el marco de las relaciones capitalistas, lejos de llevar a la humanidad a la emancipación del trabajo, significará la posibilidad de una explotación todavía más cruda del trabajo viviente de la humanidad. De hecho, ya lo está haciendo.

Por otro lado, dadas estas condiciones de acelerado desarrollo tecnocientífico aplicado al proceso inmediato de producción de mercancías, la necesaria —para el capital—reconstitución del trabajo proletario como condición necesaria de la perpetuación de la acumulación de capital adopta características crecientemente represivas que tienden a la barbarización de las relaciones sociales capitalistas. Dado el carácter parcialmente superfluo de enormes sectores del proletariado mundial, la explotación intensificada del trabajo va de la mano con una competencia exacerbada por acceso a empleos precarios, mal pagados y con derechos en constante retroceso. Por otro lado, esta realidad se intersecta con una estratificación racial del proletariado, cada vez más patente al interior de las naciones industrialmente avanzadas de Occidente que reciben grandes masas migratorias que escapan de condiciones extremadamente adversas en sus países de origen y que son requeridos por las necesidades de determinadas industrias que necesitan mano de obra barata y carente de derechos para explotar.

La relación de capital, entre el capital y la clase asalariada, se vuelve crecientemente represiva. Con el rampante ascenso de la miseria en medio de la más pasmosa abundancia, las ciudades deben ser militarizadas, la policía es armada hasta los dientes. No para defender a la población, por supuesto, sino en preparación de la inevitable revuelta cotidiana que adquiere visos criminales y, también, para la captura de material humano que será enviado a las cárceles en expansión del sistema. Por otro lado, una parte importante de este enorme ejército industrial de reserva, especialmente del actual lumpenproletariado posmoderno, son integrados al capital mediante su ingreso a empresas criminales narcocapitalistas que permiten su empleo productivo para esta particular rama de la industria y su rápida eliminación dadas las violentas condiciones de este trabajo. Ello sin contar, por supuesto, que este tipo de empresas criminales no sólo posibilitan el empleo de masas trabajadoras antes inempleables, sino que aseguran la rápida eliminación física y psicológica de quienes encarnan la miseria a través del desarrollo de drogas cada vez más adictivas y destructivas en su quimismo para el organismo humano. El capital combate la miseria que produce con sus propios medios, lo que implica también cacerías humanas. En Estados Unidos, y también en Europa occidental, esta cacería se dirige especialmente contra las poblaciones migrantes, que deportadas con cadenas a sus países de origen y almacenados en campos de concentración perfectamente legales —como en otro tiempo la esclavitud o las leyes raciales del Tercer Reich—. El delirio nacionalista sobre el que se apoya la oleada neorreaccionaria mundial obedece justamente a estas condiciones, en el que la crisis de la relación de capital empuja a las clases medias y al proletariado al terror de quedar sin acceso a la riqueza social. Las personas son, así, objetos de explotación de un sistema que, sin embargo, reproducen en cuanto sujetos. Ahí esta la terrible dialéctica de la perpetuación actual del sistema, pero en ella se encuentra también la posibilidad de su superación.

Trump como síntoma de la reconfiguración geopolítica del capitalismo mundial

El ascenso de Trump debe entenderse, por lo tanto, como una respuesta necesaria de las clases dominantes en Estados Unidos a la descomposición del orden geopolítico del capitalismo mundial que ha imperado desde el final de la Guerra Fría, respuesta que obliga a una reconfiguración de las áreas de influencia imperial de Estados Unidos que es empujada por el ascenso de otras potencias emergentes como China y, más ampliamente, los países que forman el BRICS. La idea marxiana de que los capitalistas le dan las armas a sus propios sepultureros no ha visto, todavía, su culminación en una revolución comunista internacional, pero ciertamente aplica para la dialéctica de los Estados-nación occidentales que ven como proliferan por el mundo otros Estados que desarrollan y amplían sus propios productos tecnológicos para poner en jaque su hegemonía mundial. Los cohetes prácticamente artesanales elaborados por Corea del Norte consiguiendo chips en el mercado negro hacen estragos en el suelo ucraniano, pese a ser mucho más baratos y menos sofisticados que el material bélico occidental. Por otro lado, su programa nuclear se financia en una parte no menor con el hackeo de instituciones financieras internacionales. China está logrando competir contra ChatGpt de OpenAI con su plataforma DeepSeek, pese a usar un número menor de tarjetas gráficas debido a las restricciones que aplica Estados Unidos en el marco de su guerra comercial contra el imparable ascenso de la nación oriental. Rusia demostró un importante avance en el desarrollo de armas hipersónicas que, hasta ahora, no tienen contraparte en las naciones agrupadas en la OTAN.

En Ucrania, la vieja alianza entre Estados Unidos y Europa occidental se desmorona. Esto es el resultado directo de las contradicciones de la crisis capitalista, puesto que Estados Unidos necesita urgentemente recortar la mayor cantidad posible de plusvalor dirigido hacia sus antiguos aliados y, al mismo tiempo, revitalizar su industria interior amenazada por el ascenso de China. Si Europa quiere mantenerse a flote, deberá rearmarse y aplicar medidas draconianas similares a las de Estados Unidos, lo que ya es patente en el auge de la ultraderecha en Europa que, siguiendo el ejemplo de la campaña de Trump, busca movilizar a la población europea bajo el lema de hacer Europa grande de nuevo. Que el mismo lema funcione en diferentes partes del mundo y movilice masas cada vez más abiertamente racistas no es solo testimonio del absurdo de esta época, sino del alcance histórico-mundial que comportan las transformaciones de la crisis del capitalismo tardío y del carácter que adquiere hoy la lucha de clases.

Por otro lado, Estados Unidos deberá contener, para seguir existiendo como potencia imperial, la expansión de China en el Océano Pacífico que, como es sabido, es donde circula la mayor parte del comercio internacional. Para cumplir este objetivo deberá reestructurar la relación de capital al interior de su territorio y, con Trump en el poder, lo está haciendo rápidamente. Esta reestructuración requerirá, adicionalmente, un expansionismo limitado a su área más estrecha de influencia —probablemente anexará en el futuro nuevos territorios de sus vecinos—, especialmente en relación con Groenlandia y Canadá que son áreas que concentran recursos estratégicos para la industria norteamericana.

En medio oriente, es claro que la alianza de Estados Unidos e Israel durará hasta que este modo de producción se desplome bajo el calor de las armas de hidrógeno o de una cada vez más improbable revolución mundial. De hecho, quizás el gran ganador del terrible año 2024 fue el Estado de Israel. El Estado Sirio, punta de lanza de Irán en las cercanías de Israel y enclave fundamental para el suministro de armas y recursos a Hezboláh y Hamás se desmoronó debido a una ofensiva de yihadistas apoyados explícitamente por Israel, Estados Unidos y Europa. Quienes nos presentaban a los yihadistas de Al-nusra (ex – Al-qaeda) como el demonio encarnado en la tierra no dudaron en saludar el nuevo gobierno de su líder al-Golani —vestido idéntico al hoy caído en desgracia Zelensky— como un líder fundamentalmente democrático. Hezboláh quedó profundamente debilitado debido a los bombardeos genocidas de Israel en El Líbano, perdiendo una parte importante de su arsenal de cohetes y drones. Finalmente, el acuerdo de alto al fuego con Hamás fue presentado ante la población como una victoria, mientras en Cisjordania continúan los bombardeos y las redadas contra los grupos de la resistencia con la complicidad de la Autoridad Nacional Palestina.

He señalado repetidamente en otros escritos que Gaza es el mundo, porque allí la lógica destructiva de la crisis se radicaliza: la eliminación planificada de poblaciones proletarias superfluas no solo responde allí objetivos geoestratégicos, sino también a la necesidad de mantener un sistema global donde las vidas de los desposeídos se gestionan como residuos. Gaza es el espejo oscuro del capitalismo tardío: una zona donde el progreso tecnológico coexiste con la deshumanización absoluta, donde drones y algoritmos ejecutan órdenes de exterminio, mientras el resto del mundo observa con indiferencia o impotencia. Gaza es un laboratorio global de la insensibilización con la que se adiestra hoy a las personas ante las exigencias aplastantes que exige la perpetuación sacrificial del sistema, laboratorio que ya se expande por el mundo y que constituye la imagen exacta del futuro más cercano de la civilización capitalista. A este respecto, creo que hoy nadie duda de que la población en Gaza no fue completamente barrida de este mundo, o al menos expulsada del territorio de la Franja de Gaza, debido a la lucha militar de las diferentes fracciones de la resistencia palestina, especialmente de Hamás. Esto no quiere decir que Hamás sea la salvación encarnada de la población palestina, puesto que forma parte de una red de intereses geopolíticos antagónicos a los intereses de la población gazatíe. Sin embargo, lo cierto es que la invasión de Gaza no fue llevada hasta sus últimas consecuencias precisamente debido al alto costo militar que ello suponía, incluso pese a toda su ventaja tecnológica, para el Estado de Israel. Con todo, el alto al fuego probablemente será de corta duración, porque Trump ya señaló, expresando así las necesidades del capital, que el futuro que planean Estados Unidos e Israel para Gaza es el completo desplazamiento de su población.

Ante esta situación, verdaderamente desesperada si la pensamos desde quienes tienen sus vidas directamente amenazadas de caer bajo las ruedas del carro sacrificial del imperialismo capitalista, nuestra primera tarea es organizar la lucha en el radio de nuestra más inmediata influencia. En Gaza se desmoronó el discurso democrático y de los derechos humanos que había caracterizado, al menos para ciertas regiones del planeta, las intervenciones genocidas de las naciones industrialmente avanzadas de Occidente en Medio Oriente. Hoy ya nada de eso importa y no hay denuncia ni mecanismo jurídico internacional que detenga el actuar de los genocidas, la prueba: la abierta impunidad del Estado de Israel y su cúpula supremacista en relación a los crímenes cometidos en Gaza.  Es claro que, dadas las condiciones de la crisis, Gaza es una muestra de lo que será el tenor del futuro próximo del capital mundial y de lo que deberá hacer para perpetuarse en un contexto histórico en el que sus tendencias objetivas implican reestructuraciones represivas de la relación de capital que adquieren características directamente genocidas.

Esto implica la necesidad de una reactualización de la crítica radical ante las nuevas condiciones del presente estadio histórico de la civilización capitalista, pero también la formación de un movimiento histórico capaz de actuar estratégicamente en marco de este proceso. Hoy nuestra misión inmediata es comenzar a construir lo que Marx denominaba como partido histórico. Esta tarea no puede ser obra de individualidades aisladas escribiendo en blogs o redes sociales para un público selecto, aunque esta labor pueda ser necesaria para la difusión de perspectivas radicales en las adversas condiciones que impone la crisis capitalista. Esta tarea, sin embargo, es una práctica necesaria que pertenece a un movimiento radical críticamente reactualizado. En este sentido, es una necesidad fundamental para quienes buscan una alternativa radical a la crisis catastrófica de este sistema encontrar los medios para conectar con el proletariado que hoy es atomizado, fragmentado y sistemáticamente manipulado por una política del terror constante que empuja a las masas trabajadoras, empobrecidas, precarizadas y desempleadas a los brazos de las nuevas formas de reacción. Como sea, es claro que con el ascenso de Trump y Elon Musk a la cima del mayor imperio capitalista ha comenzado una nueva época histórica de la crisis del capital que traerá explotación intensificada, terror tecnológico y muerte por el mundo. Bienvenidos a los tiempos de la Ilustración Oscura.

Referencias

[1] Seymour, R. (2024). Disaster nationalism. The downfall of liberal civilization. New York: Verso.

[2] El concepto de Realismo capitalista fue desarrollado por Mark Fisher. Básicamente designa la perspectiva, hoy masivamente difundida entre la sociedad, de que el capitalismo es la última forma posible de desarrollo social o que, incluso aunque es indeseable y destructivo, no existe ninguna alternativa capaz de superarlo.

[3] Jones, A. (2019), “From NeoReactionary Theory to the Alt-Right”, Critical Theory and the Humanities in the Age of the Alt-Right, edited by Christine M. Battista and Melissa R. Sande, Denver: Palgrave Macmillan, pp. 101–120.

[4] Existe una edición en español titulada La Ilustración Oscura y otros ensayos sobre la Neorreacción editada por Materia Obscura Ediciones.

[5] Disponible en el siguiente enlace: https://www.cato-unbound.org/2009/04/13/peter-thiel/education-libertarian/

[6] Yarvin, C. (2007), “The Case Against Democracy: Ten Red Pills”, Unqualified Reservations, 24 April, available at https://www.unqualified-reservations.org/2007/04/case-against-democracy-ten-red-pills/. Last accessed on 22 March 2024.

[7] Véase: https://www.bbc.com/mundo/articles/cd0j8p43j95o.

[8] Postone, M. (2006). Tiempo trabajo y dominación social: una reinterpretación de la teoría crítica de Marx. Madrid: Marcial Pons.

[9] Cardoso Machado, N. M. (2021). The ecological limit of capitalism: value-form and the accelerated destruction of nature in light of the theories of Karl Marx and Moishe Postone. En: Beyond capitalism and neoliberalism. Belgrado: Institute for Political Studies, pp. 111 – 122. La cita es de la página 114.

[10] Marx, K. (2018). El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero: el proceso de producción de capital. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 613.

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