La aceleración como tiempo estructural del capital: algunos apuntes sobre aceleracionismo desde la perspectiva de la crítica de la economía política

por Pablo Jiménez Cea

El escrito que sigue a continuación es parte de un proceso de autoclarificación con respecto a la aceleración tecnoeconómica postulada por Nick Land, desde una perspectiva que implica la confrontación de la filosofía aceleracionista con la crítica marxiana de la economía política. No pretende ser la última palabra con respecto a la problemática, aunque al ligar la dinámica de banda continua propia del capitalismo avanzado con la aceleración tecnoeconómica espero haber dado un paso hacia el esclarecimiento de la estructura temporal propia del capital y las posibilidades perversas que abre en el marco del arco histórico contemporáneo. Descartar ingenuamente el aceleracionismo, comporta una ceguera con respecto a un proceso material real y a la trayectoria efectiva del capitalismo como modo de producción histórico. Por consiguiente, esta primera confrontación con el aceleracionismo entraña un esfuerzo de comprensión crítica que pretende poner este problemática —así como ya lo hacen una serie de iniciativas en diferentes partes del mundo y en diferentes idiomas— dentro del campo de visión   las perspectivas emancipadoras que se agitan en el interior del proceso catastrófico actual.

Introducción

El inicio de revueltas globales hacia finales de la segunda década de este siglo, la pandemia mundial de covid-19 y el estallido de la guerra ruso-ucraniana en Europa oriental son la expresión de la llegada a un punto de inflexión en el desarrollo de la crisis socioecológica del capitalismo global (Konicz, 2022). En efecto, hoy se asiste al estallido simultáneo, yuxtapuesto, contradictorio y convergente de múltiples crisis aparentemente aisladas unas de otras, cada una con diversas escalas de magnitud y alcance, crisis que en realidad constituyen diferentes momentos del proceso de descomposición sistémica del modo de producción capitalista, esto es, de la crisis en curso de la relación social básica de la modernidad productora de mercancías: el valor (Kurz, 2021). Por tal razón, cabe distinguir en la época contemporánea la formación de un nuevo estadio de desarrollo de la civilización capitalista que se diferencia cualitativamente de los anteriores momentos del despliegue histórico del modo de producción capitalista —capitalismo liberal, capitalismo intervencionista de Estado, capitalismo neoliberal (Postone, 2003)—. Se trata de una época de crisis estructural de los fundamentos mismos del modo de producción capitalista, que configura el momento contemporáneo como un periodo de transición entre un capitalismo en crisis terminal y una formación social postcapitalista —o formaciones— de carácter aún incierto, pero que decidirá su estructura a través de este proceso contradictorio en el que convergen tendencias históricas diversas en medio de la crisis terminal de la civilización capitalista.

A este respecto, la preocupación central de este trabajo radica en el análisis crítico de los fundamentos materiales aceleración tecnoeconómica contemporánea (Land, 2021) y las posibilidades históricas perversas que tal desarrollo abre en relación con la crisis estructural de la civilización capitalista. En cuanto a esto, ante la debacle del pensamiento progresista, pensamiento completamente subsumido en la jaula de hierro del realismo capitalista (Fisher, 2019) y perdido en las imposturas del “castillo de vampiros” de la corrección política, el identitarismo y la cultura de la cancelación (Fisher, 2021), han surgido una serie de nuevas interpretaciones filosóficas del proceso actual que, aunque carecen de la autorreflexión propia la crítica inmanente, relevan dimensiones y problemáticas del proceso de transición contemporáneo que escapan a la reflexión de las izquierdas y los sectores anticapitalistas, incluso de sus variantes más refinadas. Por tal razón, se analizan aquí los fundamentos materiales de la dinámica de aceleración tecnoeconómica, en la medida en que tal marco de referencia permite explorar las posibilidades perversas del proceso de descomposición capitalista en curso, siendo de este modo una referencia obligada para cualquier reflexión desde la teoría crítica de la sociedad que pretenda estar a la altura de los desafíos que plantea el proceso histórico contemporáneo (Noys, 2018).

Por consiguiente, se explora a continuación la relación entre la dinámica de autovalorización del valor (Marx, 2018), la contradicción fundamental que comporta la dinámica de anacronismo de la riqueza abstracta (Postone, 2003) y la aceleración como tiempo histórico estructural del capital (Land, 2021).

1. Aceleración como trayectoria histórica del capital.

Es cierto que toda economía que ha existido alguna vez es en última instancia una economía del tiempo (Marx, 2016), pero cuando analizamos la estructura temporal de la sociedad capitalista nos encontramos con una forma particular del uso del tiempo, con una economía del tiempo históricamente específica que encuentra su raíz en formas alienadas de  prácticas sociales que otorgan sus fundamentos materiales al tiempo abstracto de la modernidad capitalista (Postone, 2003).

Ahora bien, tales prácticas sociales alienadas que constituyen el núcleo profundo de la socialización capitalista encuentran su principio de comprensión crítica en el análisis del doble carácter de la mercancía —forma celular económica de la riqueza en la sociedad capitalista— y del trabajo que la produce (Marx, 2018).  De acuerdo con la teoría marxiana, la mercancía es una forma históricamente específica de praxis social que comporta una contradicción intrínseca, y como tal es el principio estructurante de la civilización capitalista (Postone, 2003). En realidad, la mercancía es simultáneamente, y esta es su contradicción estructural, una riqueza real, material, que satisface necesidades humanas –estas mismas históricamente producidas—, y un valor, o sea, la objetivación de tiempo abstracto de trabajo humano (Marx, 2018). Por ende, la mercancía constituye la unidad no-idéntica entre una esfera o dimensión material y una dimensión social históricamente específica –esto es, la riqueza abstracta— que coexisten de manera contradictoria (Postone, 2003). En tal sentido, el valor existe como una forma específica de la actividad social humana, forma particular de la riqueza social cuyo despliegue material históricamente efectivo es portador de una trayectoria temporal propia que se deriva del desenvolvimiento de la contradicción interna inscrita en el doble carácter de la mercancía (Postone, 2003).

De ahí que el mundo social de la civilización capitalista constituya un auténtico mundo invertido, puesto que se basa en un principio irracional: dada la forma abstracta de la riqueza social, la producción material no se basa en la satisfacción directa de las necesidades humanas, sino que se funda en la acumulación de riqueza abstracta como un fin en sí mismo (Jappe, 2019). Ahora bien, producir una cantidad de valor siempre creciente en una sociedad cuya forma básica de la riqueza es el gasto directo de tiempo abstracto de trabajo humano, implica necesariamente una explotación creciente del plustrabajo de la humanidad en el proceso de producción de mercancías, por lo que la sociedad capitalista queda determinada como una civilización fundada en una forma histórica particular de trabajo que implica una creciente explotación de la humanidad conforme se despliega la contradicción inmanente de su principio estructural (Postone, 2003).

Por tanto, la categoría de valor refiere a un modo de existencia concreto, a una praxis social global de una totalidad dinámica que entraña un impulso constante hacia el incremento de la productividad y la necesaria perpetuación del trabajo humano directo e inmediato en la producción de mercancías. En otras palabras,

“…cuando el valor es la forma de la riqueza, la finalidad de la producción será, necesariamente, el plusvalor. Es decir, el objetivo de la producción capitalista no es simplemente el valor, sino la constante expansión del plusvalor” (Postone, 2003: 308).

De este modo, la forma particular de temporalidad propia del capitalismo se deriva directamente de la trayectoria histórica que implica el despliegue de la contradicción intrínseca de la forma valor de la mercancía. Esta temporalidad estructural del capitalismo encuentra una de sus principales expresiones en el desarrollo tecnológico acelerado, por lo que se vuelve pertinente analizar la relación entre capital, maquinaria y aceleración tecnológica.

1.1. Capital, maquinaria y aceleración tecnoeconómica.

En la cuarta sección de El capital hay un capítulo titulado “Maquinaria y Gran Industria”, allí Marx (2009) realiza un análisis histórico de la evolución tecnológica de los medios de producción bajo el régimen de producción capitalista entre los siglos XVII y XIX. El inicio del capítulo ofrece una síntesis de su análisis posterior al resumir la problemática intrínseca de la maquinaria como capital:

“Pero no es [aliviar la carga del trabajo], en modo alguno, el objetivo de la maquinaria empleada por el capital. Al igual que todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, la maquinaria debe abaratar las mercancías y reducir la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, la otra parte de la jornada de trabajo, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. Es un medio para la producción de plusvalor” (Marx, 2009: 451).

Como toda mercancía, la maquinaria –considerada indistintamente del grado de desarrollo tecnológico que en ella se objetiva— se encuentra atravesada por la contradicción interior de la forma mercancía misma. En cuanto valor de uso para el capital, la maquinaria no es más que un medio para la realización de la autovalorización del valor, una vez desarrollada y subsumida bajo los imperativos abstractos del capital se convierte en la condición tecnológica para el proceso de producción de mercancías en general (Marx, 2011b).  De ahí, la compulsión históricamente inédita de desarrollar hasta niveles estratosféricos la productividad mediante la aplicación tecnológica de la ciencia en el proceso de producción de mercancías, esto es, de emplear los poderes combinados de la especie (Postone, 2003) bajo la forma de medios de producción permanentemente revolucionados que funcionan como poderes efectivos del modo de producción capitalista. Esta compulsión encuentra su fundamento en la necesidad de producción de plusvalor que es inherente a la modernidad capitalista, puesto que la magnitud de la riqueza socialmente creada en esta forma particular de civilización no está directamente relacionada con la cantidad de riqueza material que ha sido producida por la sociedad, sino que está medida por el tiempo social promedio de trabajo necesario para la producción de valores de uso (Marx, 2018). Esto significa que el punto de referencia de la magnitud del valor es la sociedad considerada como un todo, la praxis social recíproca, combinada e inconsciente de una multiplicidad de productores aislados mediante la cual se constituye una norma general externa que actúa reflexivamente sobre cada miembro de la sociedad moderna (Postone, 2003).

De esta manera, en tanto que elemento restringido a los estrechos límites de la civilización del trabajo, la historia de la maquinaria bajo el modo de producción capitalista es la historia del desarrollo de esta contradicción y su consecuente compulsión hacia la elevación permanente de las tasas de productividad. A este respecto, Marx (2011b) distingue dos estadios de desarrollo de la relación capitalista, a saber: subsunción formal y real del trabajo en el capital. Cada una de estas fases está marcada por una forma específica de producción de plusvalor, lo que implica a su vez una estructural temporal históricamente específica que resulta de esta evolución en las formas de producción de plusvalor y que es fundamental para aprehender en términos de la crítica marxiana de la economía política la aceleración tecnoeconómica contemporánea, es decir, una perspectiva que pueda revelar la relación estructural entre las estructuras profundas de la producción capitalista y la aceleración como tiempo estructural de la civilización capitalista que plantea Nick Land (2021).

Podría decirse, en términos marxianos, que hay una primera fase de aceleración capitalista que está dada por la producción de plusvalor absoluto, esto es, mediante la prolongación de la jornada laboral y la conversión del tiempo de trabajo tradicional en tiempo de trabajo del capital. Esta primera fase puede ser comprendida como el momento inicial de la formación del automovimiento efectivo del valor que se valoriza a sí mismo en un contexto en el que el proceso laboral se continúa todavía efectuando, desde un punto de vista tecnológico, en idénticas condiciones a los procesos laborales que la relación social capitalista encuentra como sus antecesores inmediatos, con la sola e importante excepción de que ahora este proceso está subordinado al capital (Marx, 2011b). A esta fase paleohistórica de la aceleración capitalista, o sea aquella que marca un punto de transición entre el tiempo cíclico de la sociedad tradicional y el tiempo irreversible acelerado de la producción capitalista como tal, le sigue una fase específicamente capitalista: la subsunción real del trabajo en el capital que tiene como eje la producción de plusvalor relativo. Según Marx (2011b), con la introducción de la maquinaria en el proceso de producción emerge la posibilidad de aumentar la productividad del trabajo sin requerir para ello de la prolongación la jornada laboral, sino más bien el recurso a la aplicación tecnológica de la ciencia para acortar la porción de trabajo necesario dentro de los límites de una jornada laboral socialmente fijada. Con ello, se sientan las bases para una ulterior subsunción real del trabajo en el capital, modificándose radicalmente “toda la forma real del modo de producción y [surgiendo] —incluso desde el punto de vista tecnológico— un modo de producción específicamente capitalista” (Marx, 2011b: 59).

Una vez que se desarrolla este modo de producción específicamente capitalista, surge al interior del capitalismo una tendencia mediante la cual la producción de riqueza material deviene cada vez menos determinada por el gasto directo de trabajo humano y de manera creciente por el nivel de desarrollo general de la ciencia y de las habilidades intelectuales, científicas y técnicas adquiridas por la población (Cardoso, 2021). En efecto, darle a la producción social en general un carácter científico es la tendencia histórica del capital: la producción material deviene crecientemente una expresión del cerebro social —del “general intellect” (Marx, 2011a)— y de los poderes productivos de la especie (Postone, 2003) desarrollados bajo la compulsión de la autovalorización del valor, tales como la maquinaria automática, la informática y la computación (Cardoso, 2021).

De acuerdo con esta determinación, el empleo de la ciencia y la tecnología aplicada en el proceso de producción de plusvalor relativo comporta una contradicción inmanente que Postone (2003) denomina como el “efecto de banda continua” [treadmill effect]. Esta dinámica —clave de la comprensión crítica de la aceleración tecnoeconómica postulada por Land (2021)— puede ser sintetizada de la siguiente forma: puesto que la producción de plusvalor está inherentemente ligada al gasto directo de trabajo humano medido en tiempo, la productividad incrementada del trabajo mediante la aplicación tecnológica de la ciencia no puede alterar permanentemente la cantidad de valor generada por una hora de trabajo social (Cardoso, 2021).  Un ejemplo de este último autor es perfectamente ilustrativo:

“El nivel promedio de productividad en la industria de la ropa es tal que en 1 hora se producen 5 poleras con un valor total de 25 euros (…). Un capital innovador, que es capaz de manufacturar 10 poleras en 1 hora, disminuyendo así su valor individual a 2.5 euros, podría obtener una ganancia adicional debido a que podría vender cada polera a 5 euros –el valor determinado de mercado determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario—. Sin embargo, tan pronto como el progreso técnico [de ese capital particular] es diseminado entre la competencia y un nuevo nivel promedio de productividad se aplica, el único resultado permanente será el aumento en la cantidad de valores de uso producidos en una hora de tiempo de trabajo socialmente necesario –10 poleras en lugar de 5— y la reducción de su valor unitario de 5 a 2.5 euros. La masa de valor creada será exactamente la misma que antes: 25 euros (…). El incentivo para un subsecuente progreso técnico capaz de recompensar a los capitalistas innovadores con una ganancia adicional se ha reinstalado” (p. 114).

Por un lado, se consume a un ritmo siempre crecientemente acelerado la fuente de toda riqueza real —la naturaleza (Marx, 2009)—, mientras que al mismo tiempo que se desarrolla un dinamismo históricamente inédito que empuja hacia niveles de productividad permanentemente acrecentados en base a la aplicación tecnológica de la ciencia a la producción de mercancías (Postone, 2003). Esto implica que, aunque se aumenten a escalas estratosféricas los niveles de productividad y la cantidad de riqueza material producida, la ciencia, la tecnología y la maquinaria no producen valor adicional —este solo puede ser producido por el gasto directo de trabajo humano abstracto medido en tiempo—, dando así a una trayectoria histórica marcada por la aceleración temporal que produce el efecto de banda continua del capitalismo avanzado. Por otro lado, esta dinámica genera a su vez el fundamento para el creciente anacronismo histórico del valor (Postone, 2003), ya que el enorme potencial productivo desarrollado por la especie humana bajo el proceso de despliegue espacio-temporal de la contradicción interna de la forma mercancía deviene cada vez más inadecuado como medida de la riqueza, aun cuando es precisamente el valor –el tiempo abstracto de trabajo humano— el fundamento de la civilización capitalista (Cardoso, 2021).

Consecuentemente, es la dinámica misma del valor, alcanzada su dominación real sobre el proceso de trabajo, la que implica la aceleración tecnoeconómica (Land, 2021) como una compulsión objetiva de la forma misma de la riqueza abstracta. De ahí que Marx (2009) pudiese verificar una continua revolución de los medios de producción una vez que el desenvolvimiento del capitalismo se funda en la extracción de plusvalor relativo. De manera simultánea, este proceso trae a la vida el desarrollo combinado de las “capacidades de la especie humana”, en la medida en que tal desenvolvimiento se convierte en “una necesidad técnica” dictada por la objetividad misma del medio de trabajo revolucionado por la industria (Marx, 2009: 470).  Las fuerzas productivas de los poderes combinados de la especie traídos a la vida por la dinámica propia del modo de producción capitalista operan como “fuerzas naturales del trabajo social” (Marx, 2009) que carecen de costo para el capital, pero que requieren para su explotación activa del desarrollo de un enorme y complejo sistema tecnocientífico.

La aceleración es la clave, puesto que mientras mayor sea la rapidez de la maquinaria, más grande será su campo de aplicación —más amplio será su servicio productivo— y, por tanto, mayor será su cercanía a fuerzas naturales que operan gratuitamente. En otras palabras, a través del desarrollo de la gran industria, los poderes combinados de la especie devienen objetivamente, de manera artificial, en fuerzas de la naturaleza, en poderes contingentes de un movimiento creado por la praxis social inconsciente de la humanidad organizada bajo la forma del valor:

“De ahí la paradoja económica de que el medio más poderoso para reducir el tiempo de trabajo se trastrueque en el medio más infalible de transformar todo el tiempo vital del obrero y de su familia en tiempo de trabajo disponible para la valoración del capital” (Marx, 2009: 497).

Pero el proceso no se detiene allí, debido a la compulsión objetiva generada por el efecto de banda continua propio de la aplicación tecnológica de la ciencia dentro del proceso de producción de mercancías, se opera no solo un “taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo”, una “condensación del trabajo” y una “revolución [continua del medio] del medio de trabajo” (Marx, 2009: 480), sino que se genera una dinámica de elevación autorreforzada de procesos maquínicos intensificados  que quedará inscrita como una determinación del desarrollo del modo de producción capitalista hasta nuestros días (Land, 2021). En tal sentido, es posible afirmar que ya en la introducción de la maquinaria a la producción material como forma de extracción de plusvalor relativo se encontraba en potencia la posibilidad de existencia de la dinámica que hoy en día lleva hacia la competencia acelerada por el desarrollo de la inteligencia artificial, la exploración espacial, la biotecnología y la computación cuántica.

1.2. Teleoplexia, aceleración y devenir hacia la singularidad del capital.  

Como ya se ha visto, la producción de plusvalor relativo conlleva el desarrollo de una estructura temporal históricamente específica de la acumulación capitalista: la aceleración. En tal sentido, el efecto de banda continua (Postone, 2003) conlleva no solo la destrucción acelerada de la naturaleza señalada por Cardoso (2021), sino que, además, implica una dinámica autorreforzada de aceleración tecnoeconómica que Nick Land (2021) denomina teleoplexia:

“Un circuito acumulativo, alimentado por su propia producción (y, por tanto, autopropulsado), [en el que] la aceleración es el comportamiento normal (…). Según el aceleracionismo, el diagrama básico de la modernidad puede ser identificado como explosivo” (p. 27)

El aceleracionismo, en tanto que programa de investigación filosófico, tiene su fundamento real en la estructura teleopléxica –autorreforzada— de la aceleración efectiva del proceso de capitalización que constituye el despliegue histórico de la sociedad moderna (Land, 2021). En este sentido, el aceleracionismo retoma las premisas de Marx en el Manifiesto Comunista, aunque sobre una base teórica diferente, al señalar que el dinero es un “acelerador sociohistórico” que disuelve todos los lazos y relaciones tradicionales, reemplazándolas por el vínculo dinerario: “[el dinero] facilita un desanudamiento local en el contexto de un entrelazamiento global (Land, 2021: 32). De esta manera, la capitalización del proceso global de reproducción de la especie humana equivale a una mercantilización del tiempo futuro, una capitalización de las probabilidades mediante la cual el devenir temporal queda estructurado y orientado en una dirección teleopléxica, es decir, como una dinámica de aceleración  tecnoeconómica autorreforzada que constituye el fundamento de los veloces cambios científicos y tecnológicos contemporáneos, así como también de la tendencia hacia una virtualización creciente de todas las dimensiones de  la sociedad (Land, 2021).

En tal sentido, el problema que plantea la aceleración de la dinámica capitalista –proceso a todas luces catastrófico— requiere una aprehensión crítica que no descarte el programa aceleracionista como mera especulación a medio camino entre la filosofía y la ciencia ficción, sino que desarrolle, a partir de las relaciones dadas y reales de la socialización capitalista, el momento de verdad contenido en tal perspectiva y, más aún, la determinación sociohistórica de la filosofía aceleracionista como un momento del proceso de la relación social capitalista efectivamente acelerada.

En relación con ello, tal como se ha señalado en la sección precedente, la crítica marxiana de la economía política permite aprehender la especificidad histórica de la aceleración capitalista, situando su origen en la dinámica de banda continua propia de la producción de plusvalor relativo. Por consiguiente, esta perspectiva permite simultáneamente tanto una aprehensión crítica de la filosofía aceleracionista como dilucidación teórica de sus impasses. Un ejemplo claro de esto es que para Nick Land (2021) la estructura teleopléxica propia del capitalismo avanzado está dada por una especie de teleología de carácter casi ontológico a la evolución de la vida orgánica: “…la inteligencia como la conocemos, entonces, se autoensambló mediante la intensificación cibernética a lo largo de la historia biológica de la tierra” (p. 86). Es por merced a esta dimensión mistificada de su pensamiento sobre la aceleración capitalista que, como se verá más adelante, termina considerando al darwinismo social como una expresión teórica de una ontología natural (Land, 2022), cuando en realidad la fatalidad barbárica de la sobrevivencia del más apto en el medio económico capitalista es precisamente una especificidad histórica determinada de ese modo particular de (re)producción social.

Más aun, desde la perspectiva de la crítica de la economía política puede señalarse la especificidad histórica de la dinámica autorreforzada e intensificada de la aceleración capitalista: la producción de plusvalor relativo y el efecto de banda continua que le es inherente (Postone, 2003). Así, el proceso de cibernetización de la sociedad capitalista, y la dinámica de informatización acelerada que le ha seguido desde mediados del S. XX hasta nuestros días, puede ser comprendida no como una determinación necesaria de la historia humana como tal —ni menos como una teleología anclada en la dinámica evolutiva de la vida misma—, sino como un proceso históricamente específico que encuentra su raíz en la forma abstracta de la riqueza en la sociedad moderna y la estructural temporal acelerada del capitalismo avanzado.

No obstante, ello no implica negar el momento de verdad contenido en la filosofía aceleracionista de Land, sino más bien descubrir su núcleo racional —mistificado por su teleología implícita— mediante su confrontación con la crítica de la economía política. De hecho, no es algo de poca importancia el que Land (2021) retome la conceptualización marxiana del capital como sujeto automático:

“A medida que el circuito se cierra o intensifica exhibe una autonomía aún mayor, o automatización: se vuelve marcadamente autoproductivo (…). Dado que no apela a nada más allá, el nihilismo le es inherente. No tiene significado alguno, excepto la autoamplificación. Crece para crecer. La humanidad es su huésped provisional, no su amo, y no tiene otro propósito que sí mismo” (p. 23).

La consecuencia lógica de este sujeto automático que se funda sobre una dinámica acelerada es la “automatización mecánica, la autorreplicación, la automejora y el escape hacia la explosión de inteligencia” (Land, 2021: 34). Habiendo reconocido este hecho, se abre la posibilidad de una comprensión profunda del proceso contemporáneo de aceleración tecnoeconómica, particularmente en relación con los avances en la ciencia aplicada y la tecnología que han llevado a postular a diferentes entidades científicas la cercanía temporal con la denominada singularidad tecnológica, esto es, el advenimiento efectivo de una inteligencia artificial capaz de un potencial hipotéticamente infinito de automejora (Shanahan, 2021). Esta es una tendencia inscrita en el desarrollo de la maquinaria bajo la determinación social de la autovalorización del valor; Marx (2009) ya había señalado en su época que una condición para el despegue del sistema automático de la maquinaria fue la construcción de máquinas por medio de máquinas, por lo que la posibilidad material —creada por el desarrollo mismo de la gran industria contemporánea— de un organismo artificial capaz de mejorarse a sí mismo y autorreplicarse constituye una probabilidad lógica de tal proceso.

No obstante, este proceso no puede ser dirigido en una vía emancipatoria mediante una especie de política progresista aplicada a la tecnociencia, puesto que el desarrollo científico de la tecnología hasta nuestros días está integrado en, y conformado por, la dinámica abstracta del valor, por su compulsión hacia tasas cada vez más elevadas de productividad y la creación de una maquinaria funcional a la perpetuación de la reproducción capitalista —basta pensar en que la mayoría de las tecnologías de uso cotidiano fueron, en primera instancia, proyectos militares como el ancestro del ciberespacio contemporáneo Arpanet—. Empero, esta acotación no implica el rechazo acrítico de la tecnología como tal, ni mucho menos de sus posibilidades emancipatorias.

Por el contrario, Marx (2016) ya había señalado que:

“[aunque] la maquinaria sea la forma más adecuada del valor de uso propio del capital fixe, [de ello] no se desprende, en modo alguno, que la subsunción en la relación social del capital sea la más adecuada y mejor relación social de producción para el empleo de la maquinaria” (p. 222).

Es decir, es posible pensar una sociedad postcapitalista de productores libremente asociados que empleen, sobre la base emancipada de relaciones sociales transparentes y racionales, algunos de los avances científicos legados por la era capitalista. Sin embargo, tal posibilidad tiene como presupuesto la abolición del valor (Kurz, 2021), precondición que es creada por la dinámica misma de la contradicción en proceso que constituye el despliegue de la relación social capitalista (Marx, 2016). En otras palabras, usar en sentido emancipatorio la ciencia y la tecnología desarrolladas bajo el acicate de la forma valor entraña una superación práctica de esa forma históricamente específica de lo que el filósofo de la técnica Yak Hui (2020a) denomina como “cosmotécnica”, esto es, la unificación práctica de una determinada cosmovisión a través de actividades técnicas. En efecto, la civilización capitalista ha desarrollado una cosmotécnica específica de las relaciones sociales mediadas por la forma del valor –y funcional a su desarrollo y reproducción como modo de producción material—, por lo que una superación de tal forma determinada de desarrollo científico y tecnológico significaría una subversión total tanto de su orientación social como de su misma forma, incluso en lo que respecta a sus fuentes energéticas (Hui, 2020a).

Por otro lado, es necesario reflexionar cuidadosamente acerca de las posibilidades perversas que entraña esta dinámica, esto es, en las potencias barbáricas que entraña la contradicción en proceso del capital y su trayectoria empírica de autoabolición por medio del anacronismo de su relación social básica. La informatización del mundo, la inteligencia aumentada, la transición contemporánea hacia la cuarta revolución industrial, la exploración espacial de las potencias neoimperialistas, la ciberguerra y las guerras fractales protagonizadas por drones suponen una tendencia creciente hacia la disolución del gasto directo de tiempo de trabajo humano en la producción —con lo que tiende a ser abolido el valor como fundamento de la modernidad capitalista—, pero ello no implica de manera automática la realización de una sociedad emancipada, sino que más bien parece estar arrastrando a la humanidad hacia un nuevo género de barbarie que resulta de las posibilidades perversas de la crisis contemporánea.

Referencias bibliográficas

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Fisher, M., 2019. Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

Fisher, M., 2021. Salir del castillo de vampiros. En: K-Punk – Volumen 3: Escritos reunidos e inéditos (reflexiones, comunismo ácido y entrevistas). Buenos Aires: Caja Negra Editora, pp. 101 – 114.

Jappe, A., 2019. La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción. Madrid: Pepitas de calabaza.

Konicz, T., 2022. Eine neue Krisenqualität: Wieso es nach dem Ende des Krieges um die Ukraine keine stabile Nachkriegsordnung geben wird. Exit! – Krise und Kritik der Warengesellschaft .

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Marx, K., 2016. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857 ~ 1858. Iztapalapa: Siglo XXI.

Marx, K., 2018. El Capital, Tomo I. El proceso de producción del capital. Tomo I / Vol. 1. 9na ed. Madrid: Siglo XXI editores.

Noys, B., 2018. Velocidades malignas: capitalismo y aceleración. Segovia: Materia Oscura.

Postone, M., 2003. Time, labor and social domination: a reinterpretation of Marx’s critical theory. New York: Cambridge University Press.

Shanahan, M., 2021. La singularidad tecnológica. Massachusets: MIT – Press.

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[Sandrine Aumercier] El calentamiento global no me interesa. Háblame de otra cosa

Título original: Le réchauffement climatique ne m’intéresse pas. Parlez-moi d’autre chose

Texto publicado el 29 de octubre de 2022 y tomado de Aquí

Traducido por: Alejandro Balentine.

Al tiempo que los objetivos establecidos en materia de reducción de los gases de efecto invernadero siguen ridiculizando a sus promotores y que se multiplican las alarmas científicas —junto con los fenómenos climáticos extremos o preocupantes, como las temperaturas de este otoño—, abundan también los informes que muestran a la comunidad internacional el espejo donde están las soluciones «al alcance de la mano», siempre que haya «voluntad política».

Uno de ellos es el Informe de la brecha de adaptación 2022: Progresos insuficientes y excesivamente lentos – La incapacidad de adaptarse al cambio climático pone al mundo en peligro, de la ONU[1]. Este informe —que también forma parte de la literatura catastrofista de nuestro tiempo— comienza mostrando que la trayectoria actual nos lleva a 2,8° de calentamiento a finales de siglo, y que el cumplimiento de los compromisos adquiridos «sólo» nos llevaría a un rango de 2,6 a 2,8° de calentamiento. La primera conclusión que hay que sacar es que con o sin compromisos, condicionales o incondicionales, no hay mucha diferencia. Resulta difícil ver por qué no habríamos de seguir por el mismo camino si la enormidad de los esfuerzos requeridos «a nivel de todo el sistema» (en palabras del informe), promete un resultado tan mediocre. Pero, ¿qué experto puede sentirse satisfecho con semejante conclusión?

Aquí es donde entran inevitablemente las habituales recomendaciones para alcanzar los llamados «objetivos» fijados por el Acuerdo de París. Entre las soluciones previstas, encontramos las siguientes perlas: electrificación de la industria y del parque automovilístico, promoción del hidrógeno verde, mejora de la eficiencia energética, implantación de «flujos de materiales circulares», «combustibles sostenibles» para la aviación, modificación de la dieta, transformación del sistema financiero, etc. Según el informe, la suma de todas estas mejoras sectoriales conduciría a un cambio «a nivel de todo el sistema», es decir, a que se mantengan todos sus postulados fundamentales. Esto lleva a una curiosa figura retórica en la que la llamada novedad es en realidad la conservación de lo mismo.

¿Qué sentido tiene embarcarse una vez más en la refutación de este despropósito, que es idéntico a tantos otros, y que equivale a proponer la conservación precisamente de lo que debería ser abolido? Hay que admitir que tales refutaciones también han fracasado. Resulta igual de imposible convencer de lo absurdo de este discurso a quien quiera creer en él, que convencer a un fetichista de lo absurdo de su fetiche. Porque el fetiche, según Freud, no es un error de gusto, sino una construcción elaborada para mantener unidas dos percepciones opuestas[2]. Como este fetiche sostiene toda la construcción psíquica, sus efectos no pueden ser borrados.

Freud distingue a lo largo de su obra varias figuras de negación en función de las estructuras involucradas. Uno de sus ejemplos paradigmáticos fue el mecanismo que opera en la constitución psíquica del fetichismo: una cosa percibida —en este caso el pene materno— existe al mismo tiempo que no existe. El fetiche permite sostener esta contradicción ocupando el lugar de la percepción desagradable, cuyo efecto es una ruptura en el yo. Freud no postula un error de percepción o un simple rechazo de la percepción, sino una verdadera creación psíquica intermedia que permite mantener los dos lados de la contradicción.

Así es como debemos «leer» el tipo de informe presentado más arriba. No obstante, la concepción habitual del «negacionismo climático» parte de la negación según la famosa figura del avestruz que entierra su cabeza en la arena: no ha visto nada. Sobre la base de esta incomprensión del mecanismo de negación, se multiplican las exhortaciones a sacar la cabeza de la arena y a «iniciar por fin las transformaciones necesarias expuestas al detalle en tal o cual informe». Los que reclaman el fin de la negación suelen creer, como buenos súbditos de la Ilustración, que no están afectados por este déficit de visión.

Sin embargo, ¿quién no ve que esta exhortación es en sí misma una negación?

Al igual que insistir en la «realidad» de la castración femenina no convencerá al fetichista de su «error», insistir en la «realidad» fáctica del cambio climático no producirá los cambios necesarios. El problema está precisamente en las construcciones que se nos presentan como la solución a la «negación», ya que son parte integrante de esa negación. Todo esto no sería posible sin la multiplicación de los conocimientos fetichistas para seguir creyendo que el sistema capitalista tiene uno, un falo[3] (y ocasionalmente también sus representantes), es decir, que posee los instrumentos eficaces para resolver los efectos de su propio carácter fetichista, pero sin tocar su carácter fetichista.

Hoy en día ya no se puede decir que tenemos un problema de «percepción errónea» del cambio climático que hay que corregir con información más precisa y soluciones más claras. Por el contrario, la forma del diagnóstico y el remedio correspondiente son elementos de esta negación, y no hacen más que reforzarla en su misma exhortación a superarla: he aquí el problema mucho más grave al que se enfrenta la humanidad. Cada «solución» ofrecida por una recua de expertos alarmistas debe ser vista como una «formación de concesiones» en el sentido freudiano, diseñada para conservar a toda costa las condiciones del capitalismo en crisis; y es por eso que prácticamente no hace ninguna diferencia a nivel sistémico el hecho de que la «solución» se aplique o no.

Algunos psicoanalistas han sabido identificar la proximidad de la negación freudiana y del negacionismo climático, pero para percibir, por ejemplo, una «agencia de corrupción en nuestras cabezas» o un estado psíquico perverso dedicado «a la búsqueda del placer individual en detrimento de los demás»[4], como si la búsqueda de la felicidad individual no fuera ya la profesión de fe de los primeros liberales y la matriz psíquica misma del funcionamiento capitalista, lo cual hace necesario llegar hasta el fondo del análisis de este funcionamiento.  La psicologización de la negación, así como la de la ansiedad ecológica o la de la culpa, sin olvidar la descripción de los «obstáculos inconscientes para cuidar el planeta»[5] o nuestro amor innato por la naturaleza que es atacado por el neoliberalismo[6], son los ingredientes de dicha búsqueda, que aspira a contribuir a la solución del problema climático analizándolo desde el punto de vista de los bloqueos psíquicos.

Pero también están aquellos psicoanalistas que empiezan a hablar del calentamiento global para vincularlo a una concepción intemporal de la basura[7] (refutada por el estudio histórico[8]) o a «un deseo de acabar con todo y con la propia naturaleza»[9]. Ocupando uno de los polos de la gran ruptura ideológica entre freudianos y lacanianos, éstos apuntan no a «mecanismos psicológicos» identificables, como los anteriores, sino a la realidad de la estructura que el «discurso de la ciencia» llevaría a su cúspide. La ciencia haría que lo que siempre había estado ahí sin saberlo exista en el modo del après-coup.[10]

El establishment psicoanalítico de hoy no parece tener otra cosa para proponer que la elección entre la declinación de los mecanismos psicológicos de negación en un extremo, y la invocación de un real tan mistificador como intemporal en el otro. Todo esto evacua por completo la dialéctica de la constitución moderna de este psiquismo y su contraparte objetiva, así como el problema de la mediación o de la no mediación entre ambos.

Entraremos quizás un poco mejor en lo que se trata de identificar si nos planteamos la pregunta de la posición a adoptar. Recordemos a la psicoanalista que acogió a Marie Cardinal, aquejada de continuas hemorragias, diciéndole desde la segunda sesión: «Eso no me interesa. Háblame de otra cosa»[11]. Además de que la hemorragia se detuvo inmediatamente (lo que no era tan malo), el análisis pudo comenzar en ese momento. Está claro que el psicoanalista no estaba tomando los problemas somáticos de su paciente a la ligera, sino que le estaba señalando callejón sin salida de un tratamiento centrado en el síntoma y su interés precisamente por «el resto». Del mismo modo, deberíamos tener el valor de decir al mundo: «No me interesa el calentamiento global. Háblame de otra cosa». En esa «otra cosa» a la que nos invita el «discurso analítico» (para hablar como Lacan), se halla también toda la historia de la instauración del capitalismo y de la puesta en marcha de las relaciones de producción que nos han conducido hasta donde estamos hoy. Por supuesto, no se trata de un asunto de diván, pero ¿no decía Lacan todo el tiempo que la posición analizadora no es reducible al diván?

El revoltijo de curvas y advertencias, y la avalancha de desastres climáticos que martillean los medios de comunicación tienen como objetivo distraernos de lo esencial y hundirnos en lo peor. Opongámonos a ellos con una abstinencia inflexible, al igual que el psicoanalista no dispensa ni medicina, ni consejo, ni afecto. No se trata de una abstinencia cínica, todo ocupado observando desde su sillón el fin del mundo, no, se trata de una abstinencia decidida a conducir el discurso hacia un cierto punto de convergencia crítica; esta abstinencia está, pues, llena de atención. ¡Deberíamos afirmar con rotundidad que el cambio climático no es el problema e incluso atrevernos a decir que no queremos volver a oír hablar de él! Puede que tengamos que aguantar que un puñado de izquierdistas sinceramente «eco-ansiosos», amantes de los paneles solares, sospechen de nuestro negacionismo climático, convencidos de que están ayudando a acabar con la negación y a implantar un futuro mejor. ¿Pero qué hacer? No podemos hacer otra cosa que mantener esta posición, incluso frente a los activistas que arrojan sopa sobre un cuadro de Van Gogh o que pegan las manos en Volkswagen. Por muy positivas que parezcan estas acciones para «llamar la atención» sobre el problema, siguen pretendiendo dirigirse a los actores individuales del desastre sin tematizar «la otra cosa»: el callejón sin salida radical del sistema capitalista en su conjunto.

[1] https://www.unep.org/es/resources/informe-sobre-la-brecha-de-adaptacion-2022

[2] Este tema se trató en un artículo anterior (que aún no ha sido traducido) de Grundrisse: https://grundrissedotblog.wordpress.com/2022/07/08/plus-vert-tu-meurs/

[3] El término falo se utiliza aquí como significante de la ausencia o falta de pene, que se abre a sustituciones simbólicas.

[4] Paul Hoggett, « Climate change in a perverse culture », en Sally Weintrobe (bajo la dir.), Engaging with climate change, Routledge, London, 2013, p. 60 et p. 63.

[5] John Keen, «Unconscious obstacles to caring for the planet», en Sally Weintrobe (bajo la dir.), op. cit.

[6] Sally Weintrobe, «On the love of nature and on human nature», en Sally Weintrobe (bajo la dir.), op. cit. Ver también Luc Magenat, La crise environnementale sur le divan, Paris, In Press, 2019; Sally Weintrobe, Psychological roots of the climate crisis, Bloomsbury academic, New York, 2021; Cosimo Schinaia, La crise écologique à la lumière de la psychanalyse, Paris, Imago, 2022.

[7] Ver por ejemplo Geert Hoornaert, «Malaise dans l’alèthosphére», La Cause du désir, 2020/3, n°106.

[8] Baptiste Monsaingeon, Homo detritus, Paris, Seuil, 2017. [N. del T.: Ver la conferencia en español https://www.youtube.com/watch?v=ywzKlXtswdk]

[9] Martine Versel, «Edito : crise climatique et psychanalyse», L’Hebdo-Blog, n°275. En línea: https://www.hebdo-blog.fr/category/lhebdo-blog-275/?print=pdf-search

[10] N. del T.: El après-coup, traducción francesa de la palabra compuesta «Nachträglichkeit» que Freud formó en alemán, es un concepto psicoanalítico que designa la reelaboración por parte del psiquismo de los acontecimientos pasados, que en realidad sólo adquieren su pleno sentido y eficacia en un momento posterior a su primera inscripción. En la historia del psicoanálisis, está vinculado en particular al concepto de «traumatismo en dos etapas» ilustrado por el «caso Emma» y a la teoría de la seducción.

[11] Marie Cardinal, Les mots pour le dire, Paris, Grasset, 1975, p. 35. [N. del T. : en español, Las palabras para decirlo]

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