La clase media en sí misma

Comentario crítico del texto: Notas sobre las clases medias y el interclasismo

por Roland Simon

Las citas del texto de AC (Notas sobre las clases medias y el interclasismo) aparecen en cursivas en estos comentarios.

Preguntarse sobre la cuestión de las clases medias, desde el punto de vista de la comunización, no puede tratarse sólo de hacerse la pregunta sobre su existencia, sobre sus orígenes históricos, o de saber a quién podemos incluir y a quién no, a la manera en la que lo hace el historiador o el sociólogo.”

El texto plantea desde el inicio que lo esencial no es la pregunta de la “constitución de las clases medias” (aunque la aplicación de tal principio no resulta tan evidente en un punto posterior). La pregunta primera es, acertadamente, la del interclasismo “tal y como se produce en las luchas” y, al interior de este interclasismo, la de la “tensión en la unidad” en tanto que “conflictos”. Al plantear la pregunta de las clases medias por medio de la pregunta acerca del interclasismo y, en este último, la “tensión en la unidad” en tanto que “conflictos”, el texto abre una perspectiva fundamental para la comprensión de las luchas interclasistas que aparecen como un marcador ineludible del trozo del presente en el que estamos comprometidos. El interclasismo es concebido en este análisis, a la vez, como límite de la lucha de clases y como, dentro de los conflictos, “tensión en la unidad”, unidad que no puede sino ser “abolición de las clases”. No obstante, en el texto Notas sobre las clases medias y el interclasismo, el rechazo a una definición de las clases medias “en sí mismas”, hace de esta “tensión en la unidad”, y de estos “conflictos”, una cuestión cuya resolución deja a un lado el problema puesto por la evanescencia, en el momento crucial del interclasismo y de los conflictos, de la existencia de estas clases medias.

Y es ahí donde aparece toda la dificultad en la cual forcejea el texto, dificultad real: por una parte, las clases medias –siempre en plural, lo que ya en sí es un problema– están abordadas en su objetividad (su constitución, su origen, etc… Incluso si esto es considerado una cuestión derivada), pero, por otra, la pregunta no sería sino aquella del “interclasismo, tal y como se produce en las luchas”. Entonces, por un lado, un objeto cuya existencia “en sí misma” rechazamos, y, por otro lado, “el interclasismo” que implica ya el reconocimiento de la existencia de ese objeto. La problemática del texto consiste en producir a las clases medias como resultante de las luchas y, más abajo en la lectura, de modo más conceptual, de la lucha de clases entre el proletariado y el capital. Todo el texto evoluciona en la coexistencia y el encabalgamiento de esas dos direcciones. Si la primera, aquella de la objetividad, está rechazada de modo formal en el texto, ello no quita que está constantemente presente por medio de un conocimiento intuitivo, a priori, de lo que son las clases medias. De entrada, la utilización del término interclasismo, sea cual sea la manera en la que vamos a concebir a las clases medias, confiere a esas clases medias una existencia reconocida de hecho (algo de lo que no habría que lamentarse ni “habría que aplaudir”, dice con justeza AC). Hecho que la continuación del texto se dedica a socavar. Trabajo de socavamiento efectuado con razón. Parecería, pues, que estamos en frente de una aporía. El interés del texto está en poner a la luz esta problemática dual, si bien no está, ni superada, ni resuelta de forma satisfactoria, para llegar a los análisis de las luchas actuales que el texto mismo permite abrir.

¿Qué podrían ser las clases medias?

Pero, entonces, ¿qué son las clases medias? ¿Una fracción acomodada del asalariado, un cierto rol en la reproducción conjunta del capital (actividades de dirigencia, por ejemplo), o simple y sencillamente los asalariados que llegan a los ingresos promedio? Cada que la cuestión se pone de esa forma sobre la mesa, las clases medias se disuelven en el proletariado, o a la inversa, y ya no se ve bien de qué interclasismo se podría estar hablando, o, en vez de eso, erigimos a las clases medias y a los proletarios frente a frente, a ambos lados de una frontera de clase imaginaria.

Por tanto, en este punto, el texto niega validez alguna a una definición “objetiva”. El término “clases medias” se mantiene, si bien únicamente como una relación del proletariado a él mismo– ver más adelante. No obstante, este rechazo, en sí, busca una definición que, de manera paradójica, lo justificaría, al ser ésta rechazo de una definición: “No podríamos contentarnos con decir que las clases medias no son sino proletarios que ignoran serlo, sobre la base de que éstas están, en esencia, compuestas por asalariados…

Esto está dicho de forma un poco enrevesada (“No podríamos contentarnos con decir”). ¿Lo decimos o no lo decimos? La formulación permitiría entender que las clases medias son “proletarios que no se saben proletarios” pero que eso no sería suficiente (“contentarnos”). A la inversa, no es “tampoco satisfactorio, desde la perspectiva de las luchas y de la realidad del interclasismo, intentar considerarlas por lo que son “en sí mismas”, o sólo desde la relación de exterioridad en relación al proletariado, como si un sector y otro fueran entidades separadas, y no elementos de la misma totalidad.

Así pues, no es suficiente, pese a que en parte es verdad, decir: “proletarios que no se saben proletarios”, y, no satisfactorio, pero igual, parece ser, en parte verdad, considerar a las clases medias “en sí mismas”. Permanecemos dentro de la ambigüedad constitutiva del texto que refleja la dificultad de la cuestión tratada. No habría que considerar a las clases medias en una relación de exterioridad al proletario, pues no se trata de “entidades separadas”, dado que son “elementos de la misma totalidad”. En este punto el problema parece resuelto. Mas, ¿de qué “totalidad” se trata? ¿A qué “totalidad” idéntica pertenecen unos y otros elementos? ¿A la del salario? Volvemos así al problema del principio (“proletarios que no se saben proletarios”). ¿Totalidad del modo de producción capitalista?  Pero, de ser así, todo el mundo es parte. ¿Una fuerza de trabajo global, el “trabajador colectivo”? Entonces el término no hace sino velar la cuestión.

El corazón del texto se encuentra en el párrafo siguiente.

Decir que las luchas actuales son interclasistas, no implica sólo decir que las clases medias están mezcladas a los proletarios, esto es, objetivamente, a los más pobres (todo el mundo baja a la calle en tiempos de crisis mayores), sino, también, decir y mostrar que la contradicción entre el capital y el proletariado es, no sólo la dinámica que produce todas las clases del modo de producción capitalista, sino, además, es aquella que conduce a su disolución. Considerar a las clases medias “en sí mismas” no tiene, así, sentido alguno. Las clases medias no existen más que en aquello que son constitutivas de lo que es el proletariado en su contradicción con el capital. De nada sirve querer describirlas de otro modo que como un momento de las luchas, como un momento de la lucha de clase del proletariado, como un momento de la contradicción en proceso.” Párrafo de gran complejidad.

Partimos de la constatación de que, en “las luchas actuales”, hay “interclasismo” (por tanto, como mínimo dos clases): las clases medias están mezcladas a los proletarios. En este punto, los proletarios son “los más pobres”. Por tanto, dos clases, pero ese “los más pobres” introduce aquí una mera gradación cuantitativa de ingresos (sin haber explicitado y legitimado tal gradación). Por ahí, el interclasismo está ya más que atenuado; nos encontramos de nuevo con “la misma totalidad” del párrafo anterior, misma totalidad que pareciera ser la clase de los proletarios. Así volvemos, de nuevo, al “proletarios que no se saben proletarios”. El interclasismo no es, aquí, más que una apariencia que no exige sino ser disuelta y ser dejada atrás.

Todo el mundo baja a la calle”. Sí, pero justo aquí se encuentra el problema. ¿Acaso todo el mundo baja por las mismas razones, por los mismos objetivos? Puesto que evidentemente la respuesta es no, hay un problema. La pregunta en su crudeza empírica, histórica, aparece como soslayada. Tal soslayo está justificado de forma teórica por medio de dos argumentos: la contradicción entre el proletariado y el capital produce las clases del modo de producción capitalista; tal contradicción conduce a su disolución. De ahí la conclusión bajo la forma de algo que estaría por ser demostrado: “Considerar a las clases medias “en sí mismas” no tiene, así, sentido alguno” (habrán comprendido ya que es esta fórmula misma, más que la manera de lograr resolverla, lo que constituye lo esencial de mis comentarios críticos). Podemos retomar el proceso productivo de las clases medias expuesto por el texto – determinándolo con más cohesión– y llegar a una “definición para ellas mismas”. Cuando digo “en sí mismas”, habremos comprendido que, si ninguna clase existe en sí misma fuera de su relación con las otras clases, no significa por ello que esa relación no defina para cada una características propias, ubicables y definibles en la reproducción del conjunto, en tanto que características de cada clase “en sí misma”.

Incluso admitiendo tal cual el razonamiento del texto con su conclusión, podemos aún formular la pregunta: “¿Existe, no obstante, algo a lo que llamo clases medias, aun si no las concibo en “sí mismas”?” Si respondemos que no, que no queda nada, nos quedamos con manifestaciones empíricas, históricas, diferencias en las luchas, de las cuales no sé qué hacer y que dejo de lado como insignificantes. Si respondemos que queda, como sea, algo, resulta forzoso constatar que sigo sin saber nada de ese algo.

Por supuesto, las últimas frases de ese párrafo parecen superar ese callejón sin salida: “Las clases medias no existen más que en aquello que son constitutivas de lo que es el proletariado en su contradicción con el capital. De nada sirve querer describirlas de otro modo que como un momento de las luchas, como un momento de la lucha de clase del proletariado, como un momento de la contradicción en proceso”. Admitamos esta respuesta. El problema es que no nos dice nada fuera de una fórmula teórica pertinente, pero que no hace más que indicar una vía de búsqueda, y no contiene contenido alguno de ese “momento”, del porqué y del cómo se produce, ni de la naturaleza de su contenido. Incluso si eso aparece cerca del final del texto bajo la forma de las clases medias en tanto que un límite, no dejan de ser, tampoco, una mera exteriorización del proletariado y, por tanto, nada aún “en sí mismas”, y al fin son, de nueva cuenta, “proletarios que no se saben proletarios”. No disponemos más que de la fórmula (una forma) teórica “Las clases medias no existen más que en aquello que son constitutivas de lo que es el proletariado en su contradicción con el capital.” En qué ellas (las clases medias) son constitutivas no es elaborado y nada sabemos de la naturaleza de ese “momento”. Y finalmente, las clases medias no son más que una relación del proletariado consigo mismo.

Sin embargo, está el argumento de la “disolución”. Las clases medias existirían como momento de la contradicción entre el proletariado y el capital en la medida en que esta contradicción conduce a la disolución de las clases. Esta idea de la “disolución” se encuentra retomada al final del párrafo bajo de la forma de “contradicción en proceso”. Pero, ¿en qué específicamente las clases medias son un momento de la contradicción entre el proletariado y el capital en tanto que ésta es el capital como contradicción en proceso y el movimiento de la disolución de las clases? Paradójicamente, pareciera que, llegados a tal punto del texto, lo que de manera intuitiva sabemos de las clases medias: justo en tanto que capas y estratos sociológicos, sirven para señalar aquello que no puede hablar en estos términos. En efecto, las clases medias son, para tal conocimiento intuitivo, el sitio donde las definiciones claras se distorsionan. Aunque puede no ser legítimo pasar de ese desorden intuitivo de las determinaciones a la “disolución de las clases” y al capital como como contradicción en proceso. Eso no sería sino hacer de una dificultad en la cual estamos dentro… una “suerte favorable”. O, si no, volvemos a la fórmula clásica de la “proletarización de las clases medias” que no ha mostrado realmente su pertinencia en el curso de la historia (no confundamos ataque con proletarización).

El párrafo siguiente pareciera llegar a una conclusión: “Preguntarse lo que son fuera de esa relación con el proletariado no sería sino un ejercicio de sociología, donde se fija a las clases dentro de capas y de estratos a los cuales sería posible ir a efectuar tomas de muestra con el fin de conocer las composiciones y, después, describirlas en su complejidad infinita.

El problema es que no sabemos cuál es esa “relación con el proletariado”. Se necesitaría que esa “relación con el proletariado”, o ese “momento de la contradicción entre el proletariado y el capital”, nos conduzca a una comprensión de lo que son las clases medias “en sí mismas”. Tenemos en este texto un problema similar al que podemos tener con el infinito hegeliano, es decir, el movimiento del paso da cada cosa a su otro, donde cada cosa sólo existe, o tiene como única razón de ser, poder ser disuelta en la otra. Lo “finito”, el ser no es nada, sólo está ahí para ser un soporte del movimiento (ser, esencia, concepto; con el concepto como origen y fin – razón de ser, fundamento).

En realidad, toda la dificultad teórica reside en el hecho de que no podemos partir de las clases como de entidades constituidas con anterioridad al encuentro entre ellas, sino que se necesita, como el texto lo defiende, considerarlas como momentos del modo de producción capitalista. Pero considerarlas así no suprime su existencia “en sí mismas” (lo finito no se desvanece, en tanto que inconsistente, dentro de la totalidad). Estamos de acuerdo que esta consideración de las clases “en sí mismas” no debe volcarse dentro del historicismo o de la sociología. Históricamente, el capitalismo es en efecto el famoso encuentro entre “el poseedor de dinero” y el “trabajador libre” (El Capital, Tomo I; en el capítulo que lleva por título Compra y venta de la fuerza de trabajo), mas no es de esa forma que habremos de construirlo conceptualmente. La comprensión conceptual parte de la totalidad constituida. Es a partir de la totalidad constituida del modo de producción capitalista que se producen las clases. Sin embargo, se las produce, existen, son objetos socialmente definibles que poseen determinaciones en tanto que son particularizaciones necesarias de la totalidad.

Son esas definiciones y determinaciones que el texto parece no elaborar, sin dejar de funcionar de forma implícita sobre un saber intuitivo de lo que son las clases medias “en sí mismas”. Ese “saber” es a la vez rechazado y utilizado en fórmulas tales como “las clases medias son igualmente con frecuencia definidas como…”. Todo lo que es dicho enseguida acerca de la “tensión en la unidad”, la segmentación, provee todo tipo de herramientas para la comprensión y la exposición teórica de las luchas particulares, a condición de haber logrado, a partir de la contradicción entre el proletariado y el capital, como lo propone el texto, elaborar las clases, categorías sociales o segmentos de los cuales se habla.

El capital es D-D’, de ahí que es el valor en proceso, de ahí que es la valorización, de ahí que es la explotación de la fuerza de trabajo llevada por el trabajador libre, de ahí que es la contradicción entre el proletariado y el capital. Todo va a determinarse al interior del movimiento de esta totalidad. Es ese el punto de partida del texto, pero es también, me parece, ahí donde se detiene al decir que eso no sería “satisfactorio”, que sigue siendo inútil, en última instancia falso, si se va más lejos. Lo que hace que, a continuación, el texto aporte desarrollos pertinentes, aunque establecidos intuitivamente, dado que lo que es sabido de forma intuitiva (“la existencia en ellas mismas”) fue apartado como algo que no puede y no debe ser elaborado teóricamente.

Si tenemos la contradicción entre el proletario y el capital, la explotación, debemos considerar toda la extensión y el desarrollo del concepto: el salario como relación de producción y relación de distribución; la distinción entre trabajo simple y trabajo complejo (constitutivo del valor, tiempo de trabajo socialmente necesario) – estos primeros dos puntos permiten introducir estructuralmente la importancia y la pertinencia de la jerarquía de los ingresos; la dualidad de la cooperación (el trabajo asalariado implica la concentración de los medios de producción frente a él en la producción a gran escala); el trabajador colectivo; la circulación del valor (A-A’); la distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo (que no debe ser sustancializado bajo la figura de personas); la necesaria reproducción de la relación con todas las instancias y actividades que le son ligadas… (olvido, desde luego, determinaciones del concepto– cuidado: las determinaciones del concepto son sus condiciones efectivas de existencia, y no “fenómenos”).

Son todas estas determinaciones, intrínsecas a la relación de explotación, las que, no sólo segmentan al proletariado, sino que además se cristalizan para darnos a las clases medias: ambivalencia del salario, cooperación, trabajo complejo (a las cuales podemos agregar los desiguales niveles de desarrollo de la acumulación capitalista que vienen a sobre-determinar todo esto). Es un modo de cristalización particular que actúa sobre estas determinaciones, ordenándolas de una manera específica, y que, a partir de ellas, da las clases medias. En sí mismas estas determinaciones no son sino un tipo de materia primera destinada a experimentar una transformación para construir a las clases medias. La pregunta entonces es: ¿cuál es la naturaleza de ese modo específico de cristalización?

Es justo ahí donde el texto indica ciertas pistas:

“…: las llamadas clases medias, que aparecen durante el curso de ese proceso, manifestando aquello en lo que el capital es sociedad capitalista, modo de producción vuelto sociedad.

Las clases medias son generadas por el capital a lo largo del crecimiento de su composición orgánica, de su dominación real sobre el trabajo y, de este modo, constituyen la sociedad que es, realmente, el capital.

La existencia de las clases medias muestra que el capital no se contenta con reproducir al proletariado por medio de la relación de explotación, sino que, en la subsunción real, es el conjunto de la sociedad, en tanto que sociedad capitalista, que deviene su auto-presuposición. Las clases medias son portadoras de ideología y detentadoras de cierta legitimidad política, porque viven la relación capitalista en el fetichismo de la distribución, donde el valor de la fuerza de trabajo se vuelve el (justo) precio del trabajo. La distribución de los ingresos deviene, para ellas, repartición de las riquezas: es en ese punto que pueden ser un obstáculo contrarrevolucionario para el proletariado, uno de los límites de su propia existencia de clase, de la cual son constitutivas.

Es de destacar que, al mostrar estas pistas, el texto regresa al intento de decir lo que son las clases medias “en sí mismas”. Pero donde volvemos a encontrar la indecisión general del texto es en lo que sigue, cuando se afirma la existencia de una “relación conflictual con las clases medias”. Así, sí son algo frente al proletariado, algo que no podemos limitar a una relación del proletariado consigo mismo, exteriorizado en el movimiento de su contradicción con el capital. Lo que es muy interesante en esta fórmula, es que subraya que es a partir de lo que es en su relación al capital que el proletariado se encuentra enganchado en el interclasismo, no se trata de un desvío, de un “error”, encontramos ahí conceptos como el de implicación recíproca, el de ausencia de naturaleza revolucionaria o el de la acción en tanto que clase como límite. Aunque las clases medias no son por ello una mera dimensión del proletariado exteriorizado como momento de su propia existencia, un espejo que pone delante de sí mismo. Si es que hay “relación conflictual con las clases medias” es porque las clases medias son efectivamente cierta cosa que existe frente al proletariado y no un momento de su contradicción que sólo está ahí para ser reabsorbido (siempre la cuestión del infinito y de lo finito). Esa cierta cosa no puede ser de forma inmediata reducida al hecho de que ella (la cierta cosa) no sería finalmente más que “uno de los límites de su propia existencia de clase, de la cual son constitutivas”. Más allá de los matices teóricos que son introducidos aquí, desde la perspectiva de la historia y de las luchas actuales, queda dar rudos insultos a la realidad dura y consistente de estos conflictos, y permanecer como mínimo (y como máximo) con bastantes desilusiones. Seguimos sin salir de los proletarios que no saben que son proletarios.

Que el proletariado encuentre, dentro de su conflicto con las clases medias, formas ideológicas y económicas de su propia existencia en el modo de producción capitalista (como se dice, y con razón, en el texto), que el interclasismo sea un límite de su propia lucha en tanto que clase, no significa, como consecuencia de ello, que las clases medias sean “constitutivas de su propia existencia”. Eso significa que ambos, proletarios y personas de las clases medias, pertenecen al mismo mundo y que, en tanto que clases, están del lado del trabajo, constituidos por las mismas determinaciones del desarrollo del concepto de explotación puesto en acto por el capital en su proceso global de reproducción (ni unos ni otras son capitalistas). Esta unidad estructural es la base de la posible absorción de las clases medias dentro del proletariado en auto-abolición, pero no es sino eso, y eso no será una cena lujosa.

Resulta de sobra insuficiente decir: “Pero a final de cuentas, la relación salarial no puede tener el mismo contenido para un obrero que para un profesor, pues producir mercancías no es lo mismo que reproducir una relación social, o las condiciones de una relación social (aunque producir mercancías también implica eso). No obstante, el obrero y el profesor se encuentran en las luchas de modo contradictorio, afirmando la unidad y, al mismo tiempo, chocando contra su división. Y es también en ese aspecto que las divisiones de clases son tan reales como movedizas, y que el interclasismo reproduce las divisiones de clases en la tensión de su abolición.” Permanecemos en una unidad fundamental del asalariado contrariado momentáneamente.

¿Cuál es pues ese modo de cristalización constitutivo de las clases medias que nos permitiría reencontrar las determinaciones “tontamente sociológicas” de las cuales de cualquier forma hacemos uso, un poco de modo intuitivo, un poco con vergüenza, un poco con hipocresía? ¿Alrededor de qué, a través de qué mecánica, por medio de qué energía, esas determinaciones van a cristalizarse en clases medias?

El punto de partida es la subsunción real del trabajo bajo el capital. Aunque sea como una simple constatación histórica, las “nuevas clases medias” están ligadas a la subsunción real del trabajo bajo el capital. Por tanto, podemos avanzar un primer punto: el modo particular de polarización de las determinaciones de la explotación como clases medias es dependiente de la subsunción real. Aquí, vamos a adelantar algunas características de la subsunción real. La principal a la que nos vamos a acercar puede formularse de dos maneras: su carácter siempre inacabado y la constitución del capital en sociedad.

No podemos contentarnos con definir la subsunción real sólo en el nivel de las transformaciones del proceso de trabajo.

La extracción de plusvalor relativo afecta a todas las combinaciones sociales, del proceso de trabajo a las formas políticas de la representación obrera, pasando por la integración de su reproducción en el ciclo propio del capital. La subsunción real es una transformación de la sociedad y no únicamente del proceso de trabajo.

No podemos, pues, hablar de subsunción real, en acorde con el concepto mismo de plusvalor relativo, más que en el momento en el que todas las combinaciones sociales se ven afectadas. La afectación de la totalidad posee su criterio. La subsunción real se vuelve un sistema orgánico, esto es, parte de sus presuposiciones propias para crear los órganos que le hacen falta, y es así como se vuelve una totalidad. La subsunción real se condiciona a sí misma, mientras que la subsunción formal transforma y modela, según los intereses y las necesidades del capital, un material social y económico existente (en esto tenemos la base de la diferencia sustancial entre las antiguas y las nuevas clases medias).

La subsunción real del trabajo (y en consecuencia de la sociedad) bajo el capital es, por naturaleza, siempre inacabada. Está en la esencia de la subsunción real alcanzar puntos de ruptura, pues la subsunción real sobre-determina las crisis del capital como inconclusión de la sociedad capitalista. Ese es el caso cuando el capital crea, a partir de él, los órganos específicos y las modalidades de absorción de la fuerza de trabajo social. La subsunción real incluye en su naturaleza el ser una perpetua auto-construcción articulada por las crisis. La dinámica de esta auto-construcción reside en el principio de base de la subsunción real, la extracción del plusvalor en su modo relativo. Tal auto-construcción permanente de la subsunción real está contenida dentro de la extracción de plusvalor en su modo relativo, es esta auto-construcción la que se bloquea y se redefine en las crisis de la subsunción real.

No podemos, me parece, comprender la subsunción real del trabajo bajo el capital sin considerar que lo que sucede en el proceso de trabajo no se termina más que fuera suyo. El capital, en tanto que sociedad (en el sentido que intentan definir las tres citas que siguen), es un perpetuo trabajo social de puesta en forma de sus contradicciones inherentes, al nivel de su reproducción, que experimenta fases de mutaciones profundas. Podemos decir que la subsunción real del trabajo bajo el capital se define como el capital deviniendo sociedad capitalista, es decir, presuponiéndose a sí misma en su evolución y en la creación de sus órganos (entre paréntesis: es por ello que la subsunción real es un periodo histórico cuyos límites históricos indicativos no pueden ser fijados).

Acá las tres citas:

“Para que aparezca la relación capitalista en general, están presupuestos un nivel histórico y una forma de la producción social. Es menester que se hayan desarrollado, en el marco de un modo de producción precedente, medios de circulación y de producción, así como necesidades, que acucien a superar las antiguas relaciones de producción y a transformarlas en la relación capitalista. Sólo necesitan, empero, estar tan desarrolladas como para que se opere la subsunción del trabajo en el capital. Fundándose en esta relación modificada se desarrolla, sin embargo, un modo de producción específicamente transformado que por un lado genera nuevas fuerzas productivas materiales, y por otro no se desarrolla si no es sobre la base de éstas, con lo cual crea de hecho nuevas condiciones reales. Se inicia así una revolución económica total, que por una parte produce por vez primera las condiciones reales para la hegemonía del capital sobre el trabajo, las perfecciona y les da una forma adecuada (el subrayado es mío), y por la otra genera, en las fuerzas productivas del trabajo, en las condiciones de producción y relaciones de circulación desarrolladas por ella en oposición al obrero, [genera, decíamos,] las condiciones reales de un nuevo modo de producción que elimine la forma antagónica del modo capitalista de producción, y echa de esta suerte la base material de un proceso de la vida social conformado de manera nueva y, con ello, de una formación social nueva.” (Marx, Capítulo inédito, traducción de Pedro Scaron).

“Si en el sistema burgués acabado cada relación económica presupone a la otra bajo la forma económico-burguesa, y así cada elemento puesto es al mismo tiempo supuesto, tal es el caso con todo sistema orgánico. Este mismo sistema orgánico en cuanto totalidad tiene sus supuestos, y su desarrollo hasta alcanzar la totalidad plena consiste precisamente [en que] se subordina todos los elementos de la sociedad, o en que crea los órganos que aún le hacen falta a partir de aquélla (el subrayado es mío). De esta manera llega a ser históricamente una totalidad.” (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Grundrisse, tomo I, traducción de Pedro Scaron)

“Si consideramos la sociedad burguesa en su conjunto, aparece siempre, como último resultado del proceso de producción social, la sociedad misma, vale decir el hombre mismo en sus relaciones sociales.” (ibid, tomo II)

Para volver a las clases medias: ese “devenir sociedad constantemente inconcluso” son instancias y actividades tanto en el nivel de las “superestructuras” como en el del “fundamento económico” (en Marx no se encuentra el término de “infraestructura”). Estas instancias y actividades son la carne de las clases medias.

El punto esencial es que vamos a poder decir de qué material está hecha esta clase, es ahí que salimos del recorte sociológico que, en el mejor de los casos, confirma y enuncia diferencias, pero no las retorna a la unidad de la cosa, es decir, se contenta con un procedimiento de investigación como modo de exposición. Ese material, son todas las determinaciones de explotación enunciadas más arriba en su ambivalencia. La subsunción real, al crear esas instancias y esas actividades de las cuales ellas misma produce, incesantemente, la carencia, actúa como esta energía que va a polarizar la ambivalencia de todas esas determinaciones al cristalizarlas como aspectos autónomos. La subsunción real escinde y polariza, en funciones particulares, los aspectos de esas determinaciones, empuja a la existencia autónoma los elementos de la dualidad de cada una de esas determinaciones, y esto hasta el antagonismo y la personificación respectiva. Sin embargo, las clases medias no son, “en sí mismas”, la suma de esas determinaciones (la cooperación como dirección del proceso de trabajo; el salario como relación de distribución; el trabajo complejo, etc.), se fusionan de nuevo esos elementos en una nueva totalidad que es producida.

Se necesita, aún, que esos diversos elementos sean recompuestos, que adquieran una característica común entre ellos, que sean unificados para definir una clase. Es preciso que haya un principio de recomposición de esos elementos que les confiera un carácter común y los unifique. Ese principio es la característica que tiene la subsunción real de ser la constitución del capital en sociedad. Pero para las clases medias esta constitución en sociedad no es la sociedad capitalista, el modo de producción capitalista, es la sociedad salarial (retomo aquí la expresión de Castells y de Aglietta). En efecto, el principio de unificación no es indiferente a los elementos que unifica (relación de distribución, trabajo complejo, cooperación, instancias de reproducción, etc.). La sociedad salarial es un continuum de posiciones y de aptitudes, es la relación salarial tal que no permite ninguna “salida” posible para la fuerza de trabajo en su intercambio con el capital, pues este intercambio no es más una contradicción en él mismo (relación entre plustrabajo y trabajo necesario). Acá nos encontramos con ciertos puntos desarrollados en el texto: “Esta sociedad, que tiene como origen y fin la valorización, se vuelve, ideológicamente, para las clases medias, el fin mismo del capital: el capital que ellas reproducen existiría para reproducirlas a ellas.

Mi tentativa de definición de las clases medias “en sí mismas”, refiere finalmente a la auto-presuposición del capital en tanto que sociedad salarial. Ese “en tanto que” es el trabajo ideológico específico finalizando la constitución de esta clase –en singular–  en lo que esta ideología y las condiciones de su reproducción y de su legitimidad devienen la actividad propia de esta clase en la sociedad. Poco importa, pues, que la sociedad salarial sea en cada área regional ya adquirida o en constitución más o menos realizable, dado que las clases medias de los países emergentes pueden ser más dinámicas. Ese “en tanto que” se halla legitimado en una característica empírica (sociológica: pero una sociología que no tomamos de forma intuitiva como base de partida, sino producida en la exposición, y no en la investigación) de la clase media: ser una encrucijada de la sociedad salarial con sus ascensos y sus degradaciones y el constante y rudo trabajo de posicionamiento y de jerarquía que es el suyo. La clase media milita por la reproducción de la sociedad salarial, ratificando la auto-presuposición del capital.

Dejando de lado la necesaria producción de la clase media “en sí misma”, me parece que la posición defendida en el texto tiene tendencia a borrar los conflictos dentro de la “tensión en la unidad”, que sería el proceso general, los conflictos no siendo sino momentos de ese proceso, necesarios únicamente para realizarlo.

Podemos, claro está, decir, como hace AC en la conclusión de su texto: “Ninguna de esas divisiones podría ser indiferente en las luchas, pero ninguna podría ser, tampoco, suficiente, en el marco de una lucha interclasista. Pues se corre el riesgo de entrar en una lógica de clasificación sin interés para la perspectiva de la comunización si perdemos de vista que todos esos estratos y capas sociales que forman también las clases medias no están para nada fijados, sino que son llevados a disolverse en la contradicción que es la dinámica misma del capital, pues es contradicción entre clases, en la cual una de esas clases entra constantemente en contradicción con su propia existencia de clase: el proletariado.

Pero ahí, la contradicción entre proletariado y capital explica todo, se lleva todo, aunque lo hace como una avalancha llevándose todo a su paso. Es lo de “llevados a disolverse” lo que me incomoda, como si los conflictos, la diferencia de objetivos, el rol de la política y del Estado, etc…, no fueran, en última instancia, nada consistente (nos reencontramos con la cuestión dialéctica de lo “finito” y lo “infinito”). ¿Por qué la clase media no actuaría, más bien, para la victoria de la contrarrevolución? Es verdad que todas las distinciones que elaboran a la clase media son llevadas “a disolverse en la contradicción que es la dinámica misma del capital, pues, etc…” Ahí donde no estoy tan de acuerdo, es cuando la “disolución”, incluso si es llamada “conflictos”, está ya presupuesta en una “tensión en la unidad” de la cual el conflicto no es sino el modo de realización. En las luchas, tenemos o no tenemos esta “tensión en la unidad” que, en el texto, aparece como algo dado en toda lucha, por definición. Además, esta tensión en la unidad no se dirige forzosamente por sí misma en el sentido del proletariado. Bien puede ser absorbida dentro de la política. Como vimos en Irán o en Egipto.

En la problemática del texto Notas sobre las clases medias y el interclasismo, es impensable que el interclasismo pueda ser una recomposición de luchas diversas alrededor de la clase media como portadora del rol dominante (el rol determinante sigue siendo el de la clase capitalista). La “lógica de clasificación” no tiene “interés para la perspectiva de la comunización”, escribe AC, lo cual me parece bien, pero exclusivamente desde la perspectiva de la comunización ya consumada, del objetivo por alcanzar, e incluso desde la perspectiva del objetivo alcanzado. Aunque esta lógica está lejos de ser sin interés desde la perspectiva de la comunización en tanto que lucha de clases aún dentro y contra del modo de producción capitalista. Habrá que “disolver”, ciertamente. Sólo que, como dice AC, es en la contradicción entre el proletariado y el capital que habrá que disolver, y ahí nada, ni siquiera la clase media, es “llevado” o “llevada” a disolverse por el simple hecho de que la contradicción es lo que es.

R.S

Traducción de Asael Soriano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta entrada fue publicada en Teoría de la Comunización. Guarda el enlace permanente.