Sobre la guerra Israel – Hamás en una perspectiva crítico-radical

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No cabe duda de que el Estado de Israel es una entidad genocida y autoritaria que lleva décadas aplicando una política de exterminio contra la población palestina. Esta política se ha traducido en el confinamiento de la población palestina en un auténtico campo de concentración a cielo abierto, en el que el Estado de Israel desata periódicamente el terror tecnológico y las peores atrocidades posibles contra la población confinada. Esta política de confinamiento y exterminio se basa en una dinámica específica de acumulación capitalista en la región de Oriente Próximo, que se sustenta en un conflicto geopolítico entre diferentes Estados capitalistas por el control de los recursos y de la población.

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Es peligroso equiparar al Estado de Israel con toda la población que vive en ese Estado, una población que ciertamente está confinada a una estricta división racial y a una permanente militarización de la vida cotidiana. No debemos olvidar el hecho de que Israel se enfrenta desde hace algunos años a protestas masivas que expresan el desacuerdo interno con la política genocida y la fascistización del gobierno israelí y, en particular, de la fracción dominante de la burguesía israelí. Esto no implica, por supuesto, negar el racismo sistemático y la brutalidad humana que una parte de la población de Israel, en particular la de los grupos de colonos, practica no sólo contra la población palestina, sino también contra la población judía que no pertenece a los grupos étnicos dominantes.

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No fue todo el pueblo palestino el que se levantó contra el Estado de Israel en el ataque del día 7 de octubre, sino una organización yihadista, nacionalista y anticomunista: Hamás. El «heroico Mohammed Deif», en palabras del leninista ecológico Andreas Malm, no sólo ha dirigido ataques indiscriminados contra la población civil —especialmente mediante la práctica de la autoinmolación terrorista con explosivos—, sino que también ejerce un terrorismo despótico contra la propia población palestina dentro de Gaza, utilizando herramientas como la tortura, el terrorismo sexual y el asesinato selectivo para controlar a la población palestina de Gaza y cualquier atisbo de disidencia política que difiera de la línea autoritaria y yihadista de Hamás. Por otro lado, ¿en qué momento anarquistas y comunistas empezaron a apoyar el ataque indiscriminado a la población civil? Me choca ver comentarios como «que mueran todos los israelíes», etc., sobre todo cuando recientemente se ha sabido que militantes de Hamás agreden sexualmente a mujeres israelíes como venganza, del mismo modo que ejercen violencia patriarcal a diario contra mujeres palestinas en Gaza. Además, se celebra acríticamente el secuestro de civiles de sus hogares a bases militares de Hamás, como si hacer sufrir a los civiles la pérdida de sus familias y la tortura del secuestro pudiera hacer justicia a los ultrajes diarios y a la tortura histórica de la población palestina por parte del Estado israelí. Para quienes buscamos la emancipación social radical -es decir, abolir los cimientos de la civilización capitalista mediante la producción de una vida libre-, éstos no pueden ser nuestros métodos. La tortura, el secuestro, la desaparición de personas, el asesinato indiscriminado y la violencia sexual, entre otros, son medios terroristas propios de una civilización patriarcal y autoritaria fundada en la barbarie. Salir de esta larga paleohistoria implica medios coherentes con nuestros fines; la lucha y la violencia son inevitables, porque la experiencia de todas las revueltas recientes y pasadas demuestra que el terror es el arma preferida del capital para su perpetuación amenazado por las masas rebeldes, pero la violencia que nos permite superar la socialización capitalista difiere en cualidad del terrorismo del capital.

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No debemos olvidar la dimensión geopolítica de este conflicto, en un contexto de hundimiento sistémico de la civilización capitalista en su fase avanzada tardía. De hecho, el neoimperialismo de la crisis, que avanza cada vez más hacia una guerra mundial abierta que se libra en diferentes continentes, países y ciudades —una verdadera guerra civil global que se vive desde las esferas globales hasta las dimensiones capilares de la vida cotidiana— del planeta capital. La evolución del conflicto en Ucrania es una clara manifestación de la escalada de este conflicto global, en el que los bloques político-económicos del viejo-nuevo imperialismo del siglo XXI se amalgaman para formar nuevas alianzas que arrastran a las periferias del sistema global a elegir bando en un proceso de guerra económico-militar que se acelera. El atentado de Hamás no es sólo la cosecha de una política de ocupación, confinamiento y exterminio de décadas que ha arrastrado a la juventud palestina a la desesperación y a la yihad islámica, sino también una operación militar planificada que es imposible sin la cooperación de aliados geopolíticos en Oriente Medio que tienen en Israel —como punta de lanza del neoimperialismo occidental en la región— su enemigo común. El conflicto entre Israel y Hamás podría evolucionar pronto hacia un conflicto mayor, que implicaría a más naciones capitalistas de Oriente Próximo y, a priori, a los dos grandes bloques neoimperialistas que compiten por las cadenas de valor y los recursos globales en el contexto de la crisis sistémica de la civilización capitalista.

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En las últimas horas se ha informado de un levantamiento de la población palestina en algunos de los guetos que la agrupan dentro de las fronteras del Estado de Israel. Sólo de este levantamiento y de la población de Gaza puede surgir un potencial emancipador. Pero cuidado, un levantamiento en las condiciones actuales —y esto se aplica mutatis mutandis al resto del mundo— es siempre contradictorio. En la coyuntura actual, Hamás podría aprovechar el levantamiento de la población palestina para sus propios fines delirantes, pero se volvería rápidamente contra cualquier expresión autónoma que surgiera en el marco de una revuelta general contra el Estado de Israel. Quienes se dejan cegar por la violencia de las armas, y celebran cualquier bandera palestina que vaya de la mano de un AK-47, olvidan que durante décadas Hamás ha estado negociando con Israel los términos del genocidio de la población palestina en Gaza, que en su «heroica» historia tienen en su haber una serie de asesinatos y persecuciones contra cualquier expresión disidente de su política yihadista. Un levantamiento emancipador de la población que vive en Palestina e Israel encontrará como principales enemigos a Hamás y al Estado de Israel, dos organizaciones autoritarias comprometidas con una política demencial dirigida a la aniquilación de la etnia considerada enemiga. Por el momento, el proceso de conflicto sólo ha encontrado entre sus víctimas a la población civil de ambas fronteras, mientras el Estado de Israel se prepara para tomar represalias contra Hamás, convirtiendo Gaza en una «ciudad en ruinas», como ha advertido Netanyahu —líder indiscutible de la facción más reaccionaria de la clase dominante en Israel—, es decir, aniquilando a la población civil palestina y sumando más víctimas a una marcha demencial que recorre el mundo y que sólo puede conducir a la humanidad al abismo de la guerra global total.

 

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